Edurne pasabán llegando a la cumbre del K2, una de sus cumbres más duras.

Edurne Pasaban, una mujer de altura

La alpinista cuenta cómo ha sido abrirse paso en esa lucha ochomilista hacia las 14 cumbres más altas del mundo y en un deporte que en sus inicios apenas contaba con presencia femenina

Sábado, 11 de enero 2020, 02:34

Cualquier reto con esfuerzo y constancia es posible y la clave para ello, está en desafiarse a sí mismo. Esto es precisamente lo que la montañera Edurne Pasaban ha evidenciado a lo largo de su vida y de su trayectoria en el alpinismo. ... Esta guipuzcoana ha sabido representar mejor que nadie la historia del alpinismo en femenino, desafiándose a si misma en un terreno hostil como es la montaña, con una gran historia de superación a sus espaldas y lo que es más difícil, despuntando en un deporte que en sus inicios apenas contaba con presencia femenina.

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Su vida ha estado dedicada al deporte, evidencia de ello es que Edurne Pasaban se convirtió en la leyenda del alpinismo en 2010 al pasar a ser la primera mujer del mundo en ascender los 14 ochomiles y todo, en una carrera de superación personal que para ella duró 10 años. Un periodo de tiempo en el que vivió dedicada a esas «seis horas diarias de entrenamientos» que como ella misma dice «no le quitada nadie». Un logro con muchas exigencias físicas, pero también mentales, y en el que se le presentaba un desafío extra: ser la primera mujer en superar una hazaña que incluso muy pocos hombres han logrado conseguir.

Edurne Pasaban subiendo a la cumbre del Shisha Pangma, el último de los 14 ochomiles.

Para esta montañera nacida en Tolosa en 1973, el monte siempre ha formado parte de su vida, un terreno al que sus padres la llevaban desde pequeña y en el que pronto comenzó a dar sus primeros pasos. Es esa debilidad por la montaña la que le lleva años más tarde a plantearse ese gran reto deportivo de ascender las cumbres más altas del mundo.

Este desafío supuso para Edurne una dedicación plena durante años: «Cuando esto pasó de ser un hobby a una profesión con un objetivo tan grande, implicó que tuviera que dejar pasar cosas como la vida social y que pasase a centrarme solo en la montaña y los entrenos». Asegura que no le resultó difícil en ese momento porque «solo tenía que dedicarme a lo que realmente me gustaba». Edurne recuerda que por aquel entonces muchas de sus amigas comenzaban a ser madres pero era «muy consciente de que, aunque hubiese cosas que pudiesen ser paralelas, para una mujer en aquel momento no eran viables». Al igual que tampoco era compatible su pasión por la montaña con su trabajo como ingeniera: «Llegó un momento en mi vida en el que tuve que decidir lo que quería hacer y elegí dedicarme a lo que realmente me gustaba».

Camino al campo base del Everest.

Otro de los momentos claves en su vida y que Pasabán siempre ha reconocido, es la fuerte depresión a la que tuvo que enfrentarse durante año y medio, en plena lucha por su objetivo ochomilista y en la que el alpinismo acabó siendo su mejor terapia: «Al principio culpaba a la montaña de la situación que estaba viviendo, me sentía diferente a todo el mundo, pero acabó siendo la misma montaña la que me sacó de esa enfermedad» confiesa.

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Edurne junto a uno de sus compañeros de expedición en la cima del G1 en 2003.

Lo que tampoco fue fácil para Edurne Pasaban fue destacar en un mundo de hombres: «El ser mujer en un mundo tan masculino, no fue sencillo, porque personas que en ese momento crean en ti no hay muchas, pero no me quejo porque he tenido la suerte de tener los mejores compañeros de expedición que podría haber imaginado», afirma. Aún así, de lo que no se ha librado por su género, ha sido de las críticas: «Hay gente que critica, te compara y que acaba diciendo que has llegado a la cumbre por ir en una expedición de hombres, un tipo de comentario sin sentido. Estos son el tipo de comentarios que me parecen machistas y sexistas en este o en cualquier otro deporte», asegura la guipuzcoana.

Aún así, tiene claro que «cada vez hay más presencia femenina en la montaña y cada vez con un nivel deportivo más alto. Al final los cambios tienen que ir poco a poco y la sociedad tiene que ir adaptándose a ellos y en este caso, a la igualdad de la mujer en todos los aspectos», afirma.

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Edurne Pasaban en la cumbre del Nanga Parbat en 2005.

Pero Edurne Pasaban también está muy concienciada con las causas sociales, algo que no duda en demostrar a través de proyectos tan especiales como 'Montañas de Ilusión'. Un reto destinado a fomentar la educación y la igualdad de las mujeres en un lugar remoto de Nepal, el Far West nepalí. «Allí las mujeres sufren el 'Chhaupadi' y que viene a ser que cuando tienen la menstruación son expulsadas de sus hogares durante días, viviendo en condiciones muy difíciles», explica. «Era importante que estas niñas tuviesen una educación de la que partir», pero confiesa que este es un proceso lento en el que «serán necesarias varias generaciones para lograr un cambio real». Un increíble proyecto con el que Edurne Pasaban espera seguir «al menos cinco años más» y con el que continúa adelante en su lucha por la igualdad.

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