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Quedan exactamente cuatro fines de semana para recibir al señor invierno, que a nuestro hemisferio llegará el próximo 22 de diciembre, casi a la vez que la navidad. Será en ese momento que los días empiecen de nuevo a alargarse tímidamente, sin dejar de hacerlo ya hasta el mes de junio.
Es justo ahora, cuando el clima se enfría severamente y los días se oscurecen en torno a las seis de la tarde, cuando parece que la afición senderista o montañera más se resiente, oprimida por estos encorsetados tiempos de luz disponible y por las temperaturas bajas. Sin embargo, armados de ropa de abrigo y con un calzado adecuado, es posible trazar planes de ruta a medida, escogiendo itinerarios de media jornada y baja dificultad que nos permitan disfrutar la naturaleza y los paisajes otoñales asturianos.
Estas letras tienen como objetivo proponer cuatro rutas para esta época pre-invernal en Asturias: todas ellas sencillas, con poco desnivel, ideales para caminar unas 4-5 horas. Todas ellas asequibles, perfectas para hacer en familia, pandilla, pareja o soledad, combinándolas –quizás- con un paseo por los pueblos del concejo, una visita a las capillas gastronómicas o una vuelta al hogar temprana con tarde de sofá, manta y película.
Las cuatro propuestas aquí apuntadas discurren por Ponga, Nava, Sobrescobio y Llanes, y tienen en común varias cosas interesantes: ninguna supera los 14 kilómetros de distancia a andar, no acumulan excesivo desnivel (la que más, 700 metros), pueden hacerse en media jornada y todas ellas conducen a rincones especiales y altos de vistas magnificas que demuestran que, hasta con días cortos y con frío, un plan de montaña siempre es un buen plan.
No todos los caminos por la montaña tienen que acabar en una cima. Y este es el caso de esta ruta, que transita de forma cómoda por un amplio y marcado sendero con carácter de pista forestal para alcanzar el Roblón de Bustiellos, un ejemplar de roble albar de enormes dimensiones que es todo un tesoro natural.
El vetusto árbol, además, no habita en un bosque cualquiera sino que vive en Peloñu, un recoveco exuberante del Parque Natural de Ponga en el que habitan unas 200.000 hayas y que, en pocos pasos, devora al caminante, introduciéndolo en un ecosistema arbóreo espeso de enorme belleza y acogedor silencio.
La ruta hasta el Roblón comienza en Les Bedules, precioso mirador a los Picos de Europa al que se llega rápidamente en coche desde la capital del concejo, San Juan de Beleño. Desde ahí, el paseo entre árboles se alarga unos 13 kilómetros (ida y vuelta), sin posibilidad ninguna de pérdida y por un paraje que es encrucijada para muchas otras rutas señeras de la zona.
De regalos, las preciosas vistas a los tres macizos de Picos de Europa, que acompañan todo el recorrido, así como la posibilidad de alargar la jornada visitando pueblos del concejo como Sobrefoz o San Juan de Beleñu, famosos por su buena comida, sus amables gentes y su ubicación montaraz en medio de un paisaje protegido y mágico que siempre conquista.
Preciosas vistas que abarcan desde el mar a los Picos de Europa y un recorrido circular sencillo que asciende sin esfuerzo a una atalaya perfecta, muy poco conocida: este podría ser un resumen escueto de esta ruta, que transita por el concejo de Llanes.
El destino, la peña Llabres, un pequeño altozano de menos de 700 metros de altitud que, a pesar de asentarse en un macizo discreto, sin grandes renombres ni fama excesiva, resulta una atalaya estupenda muy generosa, asomada a grandes vistas dignas de postal.
Los Picos de Europa, los altos ponguetos, los límites verdes y frondosos de Casu o las siluetas imponentes y alargadas del Cuera y del Sueve son algunos de los puntos fuertes paisajísticos de la jornada, a los que pone la guinda el mar, con toda la rasa costera llanisca luciendo violentos bufones, playas, puertos, pueblos pesqueros y ariscos precipicios del color de las algas norteñas.
Y, por si todo esto no fuera suficiente, el paseo que conduce al cerru Llabres es sencillo, muy bello y muy cómodo, y se desliza por senderos no demasiado inclinados, entre cabañas y praderías que conducen, casi sin esfuerzo, a una cima humilde pero con mucho que enseñar
Muy cerca del mítico pico La Xamoca, a poco más de 1100 metros de altura, existe un monte discreto, de esos que no destacan ni aparecen en las grandes guías senderistas, que supone una excursión privilegiada: la Colladina.
Como su propio nombre indica, el pico la Colladina parece más collada que montaña y, como tal, no puede presumir de enormes verticalidades, grandes desafíos para el caminante ni tramos asomados a precipicios cabreros. A cambio, su ubicación es privilegiada, y su discreta altura no necesita de más metros para observar, sin obstáculos visuales, míticos territorios montañosos (desde los Picos de Europa a las Ubiñas) que adornan aún de más belleza el recorrido que conduce a su cima.
El bosque, un sendero junto a un barranco con música de aguas, las majadas vestidas de otoño y las laderas entornadas con buenas vistas son los «puertos» de este recorrido circular (bien marcado, sencillo y para todos los públicos) que nos acerca, en un agradable paseo, a los bellos parajes que se esconden en la zona de Sobrescobio.
Un panorama de vistas que conquista el alma y abarca enorme amplitud: ese es el regalo que encontraremos en esta ruta, una excursión sencilla por el concejo de Nava que asciende laderas hasta una pica para observar las Ubiñas, los Picos de Europa, el cordal de Ponga, la sierra del Sueve, el Cuera, el mar…
Por si fuera poco con una, este paseo abarca varias cimas, todas seguidas y sencillas de conquistar. Y aunque las alturas que se pisan son modestas, el espectáculo visual propiciado por la privilegiada ubicación de la sierra de Peñamayor hace el trayecto perfecto, avanzando de manera cómoda a través de majadas, bosques de tejos y cuestas tatuadas sobre praderías empinadas hasta alcanzar el techo de la zona.
Una vez en los altos, la senda continúa por una cresta pedregosa y salpicada de vegetación autóctona, superando relieves amables que juegan a disfrazarse de altas atalayas, todas seguidas, sobre un mar ondulante de tierra, montañas y valles que se extiende hasta la orilla misma del Cantábrico.
Una excursión más que recomendada para el otoño, aunque la verdad es que en cualquier época del año merece la pena auparse por los altos de la Sierra de Peñamayor y caminarlos de un tajo, sin apenas esfuerzos y con panorámica estupenda para contemplar.
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