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Sin caer en la exageración, puede afirmarse que las Foces del ríu Pendón, en el concejo de Nava, es uno de esos lugares que se llevan la palma del territorio asturiano. Un sitio agreste, virgen y salvaje, en el que las agua cristalinas y los altos despeñaderos se combinan con hondos bosques de ribera plagados de hayas centenarias, robles, acebos, nogales…que dejan pasar los contraluces con maestría, tapando la visión del cielo y creando un efecto de bóveda, de refugio acogedor, donde el silencio se adorna de cánticos pajariles escandalosos e hipnótica música hídrica.
La excursión que aquí se narra recorre una gran parte de este territorio de ribera salvaje antes de remontar por laderas empinadas y adentrarse, de forma discreta, hacia los altos más modestos de la sierra de Peñamayor, culminando la ascensión en los amplios pastos conocidos como «Les Praeres» para, desde allí y con vistas a los techos de la sierra, rematar el paseo descendiendo por una empinada carretera asomada a largas vistas.
Y no, en esta ruta no se corona ninguna cumbre. Aunque –si se quiere-poco antes de llegar a les Praeres existe la opción de virar ligeramente los pasos a la derecha para engolarse sobre el pico Varallonga, muy cercano a la majada, ampliando así ligeramente el desnivel acumulado, la distancia recorrida, las panorámicas y el esfuerzo muscular. De cualquier forma, con cumbre o sin ella, emprender marcha por el resquicio vegetal y acuático de las Foces del Pendón y, después, escalar metros por las laderas hasta conquistar les Praeres ya resulta un plan senderista completo, sin ningún tipo de complicación técnica, plagado de belleza y regalos naturales.
Tipo de ruta: Circular
Distancia: 15 kilómetros (aprox)
Tiempo aproximado: 4-5 horas
Dificultad: Fácil
Altura máxima: 860m (aprox)
Desnivel aproximado: 600m (aprox)
Inicio y llegada: Molin de Pra-Puenterriba-Nava (AS-251)
Para comenzar a andar, debemos acercarnos primero hasta Nava. Concretamente, hasta la zona conocida como Puentearriba, ubicada a kilómetro y medio de la capital del concejo, a la que se llega bien por la carretera que comunica Nava capital con Bimenes (As-251), o bien, tomando la carretera que se dirige a la Cogolla desde Nava y, luego, tomando el desvío hacia Pando.
Aparcamos en Puentearriba, en una zona a la salida del pueblo habilitada con una pequeña área recreativa, en la orilla misma del río Peña y del molino de Pra, una casona resguardada por un enorme tejo que funcionó como molino hasta mediados del siglo pasado. Justo aquí comienza también la ruta señalizada como PR-AS-198 «Ribera del río de la Peña», que recorre 5 kilómetros.
Ignorando los carteles indicativos del PR-AS-198, echamos a andar por la carretera unos pocos metros hasta que encontramos un cruce a la izquierda que señala que ese camino avanza en dirección Bocarral: lo cogemos. A nuestra espalda quedan media docena de bicicletas de colores que señalan de manera original la dirección a tomar para subir a les Praeres.
El cruce nos introduce, de manera lenta, en una zona boscosa de camino revuelto que va pasando junto a numerosas casas y cabañas abandonadas, cruza un bosque por una pista forestal bien marcada y termina en una carretera que se abre arriba y abajo: debemos bajar levemente, virando a la izquierda y caminando un pedazo por una pista que, justo antes de llegar a las puertas de la embotelladora de agua de Fuensanta, gira a la derecha para empezar a subir dirección al collau Los Fornos, puerta de entrada de altura a las Foces del río Pendón que alcanzamos enseguida.
Desde aquí, el camino –bien señalizado- se abre claro ante los ojos, cortando la ladera y dibujando un firme ancho que serpentea atrevido entre el precipicio y la montaña. Este tramo es un paseo agradable, en ligero descenso, que va estrechando el sendero a medida que se adentra hacia abajo en busca de las orillas del río. El rumor del agua y la humedad en aumento se combinan con pequeñas cascadas de agua que, impulsadas por el desnivel del terreno, buscan el camino más corto para llegar al cauce. Al tiempo, los arboles aumentan en número de forma discreta y el bosque abraza lentamente al caminante.
Ya en la orilla misma de las aguas, se llega de repente a una caseta de captación de aguas que juega a cerrar el sendero. Justo a su lado, a mano derecha, unos escalones de piedra nos elevan unos metros para meternos de lleno en el bosque y mostrarnos la continuación del camino, que gira ahora levemente a la izquierda y cruza un puente de madera antes de comenzar a subir, entre enormes ejemplares de árboles, rodeando la montaña rumbo al Mayau Pastor.
Tras recorrer este precioso tramo de bosque antiguo, nuestros pasos nos conducen al puente Pendón, que cruza de nuevo el río y nos deja sobre un sendero ancho que sube, muy pindio y sin tregua. Este trozo de camino es el más duro de la jornada: toca sortear un tramo de desnivel importante serpenteando ladera arriba por un terreno arrugado de piedras y tierra. A medida que se ganan metros, les Foces del Pendón relucen abajo, encajonadas entre montes, muy verdes pero cada vez más pequeñas, silenciadas ahora en sus cantares de agua por la altura y por las enormes paredes blancas que las cercan.
Al final de la larga subida se aterriza en el Mayau Pastor, acogedora majada en medio de la espesura en la que se encuentran claras señales para tomar dirección hacia les Praeres. La marcha, desde aquí, nos interna en un pequeño tramo de bosque y luego comienza a subir por un terreno más libre de arboleda y sembrado de grandes piedras, haciendo zigzag desordenado hacia la cresta del monte.
No hay pérdida: las marcas rojas nos guían a través de un rápido y cómodo ascenso que va escorándose a la izquierda y luego aprovecha una loma pedregosa para salir a la superficie montuna. Desde allí, un cercado ganadero y una cabaña derruida son los adornos de un camino que, siguiendo la estela de una mura de piedra, lleva ya hasta la majada de Les Praeres, antiguo puerto de pastores que se ganó mucha fama tras ser meta de la vuelta ciclista a España y que hoy es una campera enorme con carretera asfaltada y bar restaurante con amplia terraza coronando sus altos, desde los que se contemplan –enormes y cercanas- las principales cumbres de la sierra de Peñamayor.
Desde aquí, para emprender regreso hacia el punto de partida y cerrar la circular, descendemos coleccionando centenares de pasos por la carretera, que se pierde bajando a mano derecha del lugar y dibuja decenas y decenas de curvas por asfalto empinado hasta llegar a aquel cruce adornado por bicicletas de colores que dejamos atrás por la mañana y, pocos pasos más allá, al molin de Pra, fin de este sugerente trayecto circular por el concejo de Nava.
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