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Un circo natural de montañas alrededor, enormes y magníficas, y un cerro, verde y achatado, como mirador. Empieza la contemplación, trazando un dibujo de 360 grados que usa el cuerpo como eje: la Peña Santa de Castilla, lo primero, erguida sobre el macizo del Cornión, blanca y reluciente. Girando a la izquierda, la cordalera del Cuera y, a sus pies, la mar cantábrica embravecida. Un poco de giro más y aparece la sierra del Sueve, reluciente, tumbada tranquila mirando olas y mostrando su vertiente sur y sus laderas color aceituna acariciando los valles de Parres y Piloña. Luego, el Vízcares, la zona de Redes, las Ubiñas a lo lejos y, encajonado entre los Picos de Europa y estos valles, el bello territorio de Ponga cubierto de primavera, dejando el protagonismo y los primeros planos a numerosas cimas que dibujan un paisaje serpentino.
Vale, puede que el pico La Muda no sea una gran cota; y es cierto que no presume de afiladísimas pendientes, de paredes verticales, ni de pasos técnicos. Pero nadie puede negarle su privilegiada posición ni la belleza de sus senderos que -enlazando paso por pequeños pueblos piloñeses, colladas y laderas- elevan de manera sencilla al caminante hasta una altura lo suficientemente ambiciosa y noble como para prendar con sus vistas.
Tipo de ruta: Circular
Dificultad: Fácil-Moderada
Distancia: 14,5 km
Tiempo aproximado: 5 horas
Altitud máxima: 943m (aprox)
Desnivel aproximado: 800m
Y aunque la cima de la Muda se vista de 940 metros, pudiendo parecer un paseo, el desnivel a salvar para conquistarla requiere dejar atrás muchas cuestas, ganando más de 800 metros y convirtiendo a esta –en principio-modesta excursión en una circular montañera estupenda por tierras de Piloña con cumbre en un farallón tapizado de pastos desde el que -la verdad- da gusto mirar.
Conocer Espinareu, parroquia piloñesa, es una delicia: un lugar plagado de hórreos y casonas, digno de pasear con calma, a sólo diez minutos en coche de la capital del concejo, Infiesto.
Desde Espinareu se comienza a andar, tomando la carretera que va hacia Porciles para recorrerla durante un pequeño trecho; no es mucho, al cabo de poco tiempo se da con una cabaña y un desvío en forma de camino ancho que se abre a la izquierda y pasa delante de ella. Hay que tomarlo.
Enseguida, el desvío comenzará a estrecharse ligeramente y a bajar, llegando a la altura de la riega de la Vallina para cruzar un pequeño puente y comenzar a subir de forma brusca.
Aunque se puede alcanzar Porciles por carretera, esta ruta alternativa nos adentra en senderos viejos, de esos que antaño unían pueblos y pobladores. Está compuesta de empinadas cuestas y pequeños remansos con casas y barrios llenos de esencias etnográficas asturianas.
Al alcanzar Porciles, se atraviesa el pueblo entero por carretera y el sendero pasa a ser una pista de tierra que, continúa ganando metros –aunque de forma más suave - rumbo al collado Tayada.
Este tramo no tiene pérdida: está bien señalizado ya que coincide con el trecho de una etapa de la ruta de las Peregrinaciones, marcada como GR 105. Así que, dejándose llevar por el camino, simplemente toca avanzar, rodeados de un paisaje que a cada caso amplía los horizontes, pintados de verdes intensos y ondulaciones montañosas.
En el collado Tayada hay un cruce: al frente continúa el GR 105 y a la derecha se abre un sendero. Hay que decir adiós al GR y girar por ese desvío, que va metiéndose hacia las laderas del pico que buscamos, atravesando un tramo empedrado antes de acometer la embestida rumbo hacia la cresta.
Podría seguirse este sendero, alcanzando el collado la Espina y, desde allí, la cumbrera de la Muda. Pero también es factible «atajar» esa vuelta y «tirarse» por diminutos senderos ganaderos, tatuados en las laderas y con tendencia ascendente que, como pequeñas serpientes, conquistan la cima misma. Eso sí, no están señalizados. Son sólo marcas hechas por personas y animales que ya han tomado estos atajos primero.
La cima del pico Muda, coronada por un vértice geodésico, se detecta enseguida: como un balcón colgado en el centro de las sierras orientales, un punto destacado perfecto para otear.
Los orgullosos Picos de Europa, con la Peña Santa reinando. La hermosa sierra del Cuera, esculpida de brisas de mar y Cordillera. El Sueve, reinando sobre sus valles y mirando el Cantábrico bailar. Peñamayor, hermosa y brillante, y –mucho más allá- las Ubiñas. Cerrando la visión el Vízcares, la zona más oriental de Redes e incluso Ponga, en la distancia.
Para regresar, estaría la opción de emprender el mismo trayecto, regresando a Espinaredo desde Porciles por carretera o adentrándose de nuevo en los Barrios de la Llabiada que bajan a la riega de la Vallina.
Pero, para hacer la excursión circular y conocer mucho más de los tesoros de Piloña, el descenso pasa por recorrer la arista de la cima, alcanzando el collado La Espina por el que se evitó pasar (atajando por las laderas) en la subida.
Una vez en el collado, se atraviesa la ladera de una loma para llegar a una zona de cabañas llamada Pendedor. La senda está sin señalizar pero, una vez más, las huellas anteriores hacen evidente el sendero a seguir.
Desde Pendedor, se sigue descendiendo: ahora por la Castañar, un sendero marcado sin señalizar que va cruzando el valle en bajada más compleja y que sale en subida por la derecha, internándose por una extensa ladera cubierta de espeso manto vegetal que lleva a la majada de Pandu l'Osil, adornada de verde,silencio y cabañas. Preciosa.
Se sale de la majada en suave ascenso, pasando ahora por un collado que es puerta de entrada a la profunda hendidura de la riega el Caneyu. Desde ahí, por senda bien señalada, se pasa a la margen derecha de la riega y se avanza por un sendero precioso que, sin prisas, mimetizado con los pliegues de las laderas, el bosque y el arroyo, se va convirtiendo en un ancho camino que dibuja repechos, llaneos y sutiles descensos y que va a parar al apartado lugar de Sobaneu, aldea abandonada con tres casas y algunas cuadras que se cruza por el medio.
En este punto, se enlaza de nuevo con la pista que baja a Espinareu. Se puede seguir o – de nuevo- tomar un sendero alternativo que, a mano derecha, avanza en otra dirección. Siguiéndolo, aunque carece de señales, se alcanza una última aldea, tristemente abandonada: La Escosura, también conocida como La Pena.
Desde aquí, la bajada se hace más intensa, a través de pasos antiguos pero bien claros que nos van llevando sin problema y que aterrizan, primero, en Porciles para desde allí alcanzar Espinareu, poniendo el punto final a esta excursión llena de contrastes y belleza por tierras de Piloña.
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