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A lo largo de los más de 10.500 km² de territorio que configuran Asturias, existen cientos de caminos y de rutas para recorrer. Cada uno de ellos es especial y tiene sus peculiaridades, una época perfecta para recorrerlo o un trozo de paisaje singular.
De todos ellos, hoy vamos a reseñar ocho, repartidos del occidente al oriente asturiano -pasando también por el centro- y caracterizados –principalmente- por ser caminos frescos, accesibles y de poco esfuerzo, ideales para disfrutar de un paseo por la naturaleza asturiana los días que el sol y la buena temperatura brillan en el Principado.
La senda que conduce a la Cascada de Nonaya es un precioso paseo con banda sonora acuática y mucha historia prendida de él: antiguas minas, puentes de piedra, densa y verde vegetación… y un inicio que pasa junto a la Colegiata de Salas y la Torre, paso de millares de peregrinos desde tiempos remotos.
Se inicia a la sombra de la Torre y la Colegiata de Salas (lugar de paso de millares de peregrinos desde tiempos remotos) y la ruta va siguiendo, tranquila y cargada de belleza, el curso del río Nonaya desde el pueblo de Salas y a lo largo de menos de 5 kilómetros que se recorren en un par de horas.
Justo al final del paseo, tras poco más de una hora de caminata y en medio del bosque, encontraremos la cascada del Nonaya, pequeña pero preciosa, con abundantes chorros que parecen surgir de la nada y salpican el aire de arcoíris y brillos caleidoscópicos.
Una excursión sencilla, perfecta para hacer con niños o para disfrutar de un paseo tranquilo antes de comer.
La cascada de Seimeira es un impresionante salto de agua de más de 30 metros que se encuentra, muy accesible, al final de una senda lineal y de baja dificultad. Su trazado discurre, precioso, junto al río Agüera, cruzando bosques que parecen sacados de cuento.
Así, durante poco más de 7 kilómetros, este camino de ida y vuelta nos lleva a cruzar un paisaje repleto de castaños y robles, rodeado de praderías y cargado de muestras muy representativas de la etnografía asturiana (los restos tristes de molinos, las construcciones típicas del paisaje de los Oscos, el pequeño pueblo de Pumares o la aldea abandonada de La Ancadeira). El precioso recorrido termina en espectáculo: la cascada de Seimeira se derrama desde una roca de más de 20 metros de altura, creando un ambiente húmedo y mágico del que nadie escapa sin admirarse.
Otra ruta perfecta, sin complicaciones, bien señalizada y apta para todo tipo de público, que se puede disfrutar durante una mañana sin hacer enormes esfuerzos y que regala preciosas instantáneas de un paisaje verde y acuático, muy asturiano, que merece mucho la pena conocer.
Esta preciosa senda, ubicada en el concejo de Valdés, también es una ruta senderista cargada de bosque, agua y paisaje: discurre atravesando una masa forestal, considerada el mejor bosque de ribera de la Península Ibérica, siguiendo el curso del río Esva.
Se trata de un lugar que es hogar de nutrias, mirlos y otras muchas especies acuáticas y ribereñas que, con su presencia, dan buena muestra de la calidad ambiental del lugar. La densa vegetación y los preciosos ejemplares de alisos y castaños que dan sombra al camino, unidos al murmullo del río y al baile de trinos y hojas que rodea el ambiente, hacen el camino fresco y agradable, ideal para caminar en días de sol o calor intenso.
La ruta, de tipo circular, se inicia en San Pedro (Valdés) cruzando el Esva por un puente y en dirección ascendente. En el kilómetro 2,6 se encuentra el punto más alto de la excursión que, desde ahí, comienza a descender por la ladera del monte para 8, 2 kilómetros más adelante, tomar una bifurcación que nos acerca a las Foces del Esva y a la antigua presa.
El regreso se inicia reandando el camino y, después, -pasando a través de numerosas bifurcaciones- por localidades como Bustiellu o Llongréi, hasta volver a San Pedro, punto de inicio y final de esta propuesta senderista.
De la cascada de Xurbeo se dice que es una de las cascadas más bonitas de Asturias. Y, desde luego, razones para este adjetivo le sobran ya que, este precioso salto de agua, está metido en un hueco de piedra oscura, en un rincón de la ladera excavado por el río, y es abierta, con pequeños saltos laterales que la ensanchan y embellecen.
Para llegar a ella partimos del pueblo de Murias (Aller) y debemos caminar muy poco: apenas un kilómetro, por un precioso y verde valle en el que destaca la presencia del bosque autóctono de Asturias.
La ruta transcurre durante todo su trayecto por una especie de galería formada por robles y castaños, amén de otras especies. Su trazado es cómodo, apto para todo tipo de público, ancho y bien señalizado con postes, y avanza siguiendo el río y el bosque
Una excursión sencilla, genial para conocer los territorios montañosos del territorio central de Asturias y disfrutar de una mañana (o una tarde) de paseo sencillo en plena naturaleza.
Esta preciosa y popular ruta por el curso del río Profundo es perfecta para conocer, un poco más de cerca, los restos y la historia de los molinos asturianos, unos ingenios hidráulicos que, en una época no muy lejana, constituían un importante sustento para la zona rural y que, con los nuevos tiempos, han idodesapareciendo y perdiéndose, dejando para el olvido la cultura y la tradición que durante siglos los rodeó.
El camino que nos lleva por los restos de estos molinos discurre, cómodo aunque con tendencia a embarrarse en muchos tramos, por un entorno natural perfecto para la desconexión, en pleno concejo de Villaviciosa.
Para realizarla hay que acercarse hasta Amandi: de aquí parte, desde el barrio conocido como Valbúcar, bien señalizada y subiendo constantemente hasta alcanzar Buslaz. Durante su recorrido, nos encontraremos con los restos de un total de 18 molinos de agua, muchos de ellos con las tripas fuera y una importante capa de vegetación devorándolos.
El trayecto, que va y vuelve por el mismo sendero, ocupa unos 7,5 kilómetros. Para ir, sube de manera constante pero de forma liviana y, al regresar, lo mismo pero bajando. Únicamente, precisa llevar un buen calzado y tener cuidado con los resbalones que puede ocasionar el terreno húmedo en que se asienta el Profundo.
Puede afirmarse sin género de duda que el Tabayón de Mongayu es un imprescindible para conocer, en pleno parque Natural de Redes. Declarada desde 2003 monumento natural, a esta impresionante cascada se llega caminando por hayedos, túneles de árboles y un sendero bien marcado ,ancho y fácil de seguir, que comienza en Tarna (Caso).
Saliendo del pueblo, la pista (hormigonada en este tramo) discurre durante poco más de un kilometro hasta encontrar un desvío hacia el Llanu¨l Toru. Luego, sólo queda seguir senda, con un ligero desnivel ascendente alternado con tramos de bajadas que llegan hasta un puente de madera, un pequeño área recreativa y, finalmente, la cascada del Tabayón, todo un espectáculo para la vista y las emociones.
Una senda perfecta, sencilla y muy bella, para adentrarse sin filtros en la esencia de los bosques, cautivadora, que caracterizan el parque Natural de Redes
El inigualable río Dobra, con sus aguas heladas y turquesas, es el protagonista de esta preciosa excursión, que termina en una redonda y mágica poza, enclavada entre montañas, donde los pequeños saltos de agua, la redondez de su forma y el paisaje circundante configuran un paisaje perfecto, como dibujado, ideal para darse un baño refrescante y sentirse en mitad de un mundo nuevo.
El camino que nos lleva hasta la olla (como popularmente se conoce esta gran poza) comienza justo en la zona donde el río dobra se mezcla con el sella, un poco más arriba del pueblo de Tornin (Cangas de Onís).
Tenemos que seguirlo ascendiendo en la dirección contraria del río. Y esto no nos será difícil puesto que se inicia por una pista ancha, llana y cómoda que discurre siempre por la orilla de las cristalinas aguas del Dobra. Tras pasar una zona de cabañas, la pista muere en el mismo río y se convierte en un estrecho camino que va sorteando las orillas y asomándose a pequeñas y seductoras pozas, siempre entre árboles y con un ruido acuático constante.
En poco más de una hora de recorrido podemos alcanzar la Olla de San Vicente, una pequeña playa fluvial en una poza de aguas profundas en medio del bosque y el monte que enamora a todo aquel que se asoma a su belleza.
Una ruta muy recomendable para hacer con niños y disfrutar el trayecto parando a bañarse, a bucear, a meter los pies o a tirar piedras desde la orilla.
Esta preciosa ruta se inicia en el área recreativa de la Pesanca, lugar al que se llega desde Riofabar (Piloña) en coche.
El camino que recorreremos se ubica en el parque Natural de Redes y transcurre todo el tiempo por una pista de piedra ancha, en suave pendiente, desde la que no dejamos de ver el río y sus numerosos saltos de agua.
En nuestro caminar, encontraremos la bifurcación que lleva al pico Vízcares (otra buena alternativa senderista para hacer en esta zona). Pero si lo que queremos es adentrarnos en las impresionantes foces del río infierno, sólo tenemos que seguir las marcas amarillas que van guiando el trayecto, metiendo al caminante en una zona natural de belleza única, cargada de cascadas y una enorme cantidad de árboles con intrincadas formas.
Lo bueno de este trayecto es que puede hacerse tan largo como se quiera: dando la vuelta sobre nuestros pasos cuando ya estemos satisfechos.
La mayoría de la ruta discurre a la sombra y siempre a la vera del río, lo que la hace perfecta para caminarla en días de calor. Por lo demás, ascensiones y descensos por un terreno cómodo nos van conduciendo, entre bosque puro y música de agua, hasta la Foz de Muñacos, un paisaje entre piedras que impresiona y agrada y que resulta el punto perfecto para ser final de excursión e inicio de la vuelta, por el mismo sendero junto al río y de nuevo hasta la Pesanca.
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