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RAMÓN JULIO GARCÍA
OVIEDO.
Lunes, 23 de diciembre 2019, 03:35
Alcanzada ya la mitad de competición, el Real Oviedo confirma su irregularidad, pero, sobre todo, que es un equipo al que le cuesta cerrar los partidos. El último ejemplo claro de ello se produjo el pasado sábado en El Sardinero. Los hombres de ... Javi Rozada entraron mejor que su rival en el partido, lograron adelantarse en el marcador, pero no fueron capaces de rematar la faena y, al final, vieron cómo se les escapaban dos puntos que hubieran dejado al conjunto en una situación mucho más tranquila que la que tienen ahora antes de iniciar la segunda vuelta.
No es hecho nuevo, ni una cuestión particular de la etapa de Javi Rozada. Al contrario. De hecho, fue mucho más patente en los cinco encuentros en los que Sergio Egea estuvo en el banquillo azul. En cuatro de ellos, los cuatro primeros, el Oviedo dejó escapar los partidos en los minutos finales. Eso hizo que el Oviedo entrara en una especie de pánico que le ha ido condicionando a lo largo de otros encuentros. La falta de confianza se ha dejado sentir en muchas ocasiones y se tradujo en dudas que, al final, acabaron llevando al equipo oviedista a estar en una situación que dista mucho de la que se esperaba al inicio de temporada.
A eso se suma la psicosis de los errores de bulto que se comenten en el área propia y que se repiten jornada tras jornada. El equipo duda atrás y eso se acaba pagando. Una colección de errores de todo tipo que hacen que los rivales con poco saquen provecho. El pasado sábado en Santander, por ejemplo, el Racing apenas creó peligro en juego. Le bastó el balón parado para inquietar y hacer el gol. Un saque de esquina, concedido de forma innecesaria y luego mal defendido, dio vida a un conjunto cántabro que se encontraba contra las cuerdas y que, por juego, estaba más cerca de encajar el segundo que del empate que al final logró.
El propio técnico del Oviedo reconoció que había faltado talento en los metros finales, algo que ya había sucedido en el encuentro anterior ante el Cádiz, en el que el equipo llegó bien hasta el área, pero luego no fue capaz de acertar en el último pase. Ahí es donde se está echando de menos a Saúl Berjón, que lleva fuera del equipo las siete últimas jornadas.
El ovetense, cuando está en forma como estaba antes de la lesión, es un jugador que marca las diferencias. Es el futbolista que quiere el balón y que sabe qué hacer con él y al que buscan siempre los compañeros. Ahora, el equipo aguarda por él como principal refuerzo del mercado de invierno, ya que se espera que pueda volver a finales de enero y entrar en el grupo.
Sin Saúl Berjón, esa responsabilidad está recayendo en Borja Sánchez, que está siendo el jugador en que se depositan todas las esperanzas del equipo para atacar. Sin embargo, vive su estreno en el fútbol profesional y, a veces, le pesa ese exceso de responsabilidad.
También el conjunto azul cambia de un partido a otro por la concentración e intensidad. El Oviedo es fácil de adivinar por los inicios de los partidos y en algunos, como ante el Alcorcón, queda claro desde el pitido inicial que está metido, pero en otros, como ante Las Palmas y Málaga, se sabe que no es su día y que no va a estar cómodo.
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