-¿Esperaba que su etapa en el Oviedo finalizase ya?
-Era relativamente esperado, porque no contaba con que me ofreciesen seguir. Solo me descolocó un poco la convocatoria de Zaragoza: no sabía si era un premio al trabajo diario o que el club estuviese valorando contar conmigo.
-Acabó siendo una plantilla de tres porteros...
-Quien ha estado en el día a día de El Requexón sabe que disfruto entrenando, y nadie puede poner en tela de juicio que no haya tenido ambición por ganarme el puesto. Lunin es un portero muy muy bueno, pero aún había un segundo puesto que ganar si a Andrey le pasaba algo. Nereo y yo no luchábamos por la titularidad, pero sí por ese lugar y yo soy competitivo, no me costaba entrenar.
-¿Se planteó salir en invierno?
-Cuando llegó Lunin sí que pensé en salir, tuve varias opciones bastante buenas pero no cuajaron. Desde que llegué al Oviedo mi idea siempre fue jugar aquí y, aunque con Lunin las puertas supe que se cerraban mucho, preferí quedarme -donde realmente estaba cómodo- y pelear por el segundo puesto, a irme a algún sitio sin garantías de jugar.
-Llegó a Oviedo con 22 años, ¿qué supuso dar ese paso entonces?
-Era la primera vez que me iba tan lejos de casa, y me ayudaron mucho los compañeros y la confianza que depositó en mí Fernando Hierro. No me arrepiento para nada de haber venido, fue una decisión muy acertada fichar por el Real Oviedo. Este club me ha dado la oportunidad de avanzar y crecer personal y deportivamente.
-¿Qué aprendizaje se lleva?
-Ya al llegar aprendí lo que era un vestuario profesional, cómo se maneja todo, y más en el año de Hierro, que se hizo cuesta arriba por los resultados a domicilio y fue bastante complicado. A nivel deportivo he conseguido experiencia para afrontar las situaciones que vengan. Los altibajos te enseñan y me voy de Oviedo con una rutina de trabajo, asentado y tratando de ser cada día más profesional si cabe. Los porteros necesitamos esa pizca de suerte, pero si no hay trabajo detrás no sirve de nada. Ese trabajo me lo llevo por bandera adonde vaya.
-¿Qué le faltó para poder asentarse bajo palos en Oviedo?
-Cada temporada ha sido diferente, e influyen bastantes factores. La primera con Anquela empezó jugando Juan Carlos pero luego conseguí jugar, tuve la suerte de firmar el récord de partidos imbatido y el equipo estuvo 10 seguidos sin perder. Debo mucho a esa época, entré con buen pie y fue en la que más continuidad tuve.
-Luego llegó Champagne...
-Nereo era un portero con experiencia, que entrena muy bien y que, además de ser buen compañero, tiene voz en el vestuario. Eso es algo que los entrenadores tienen en cuenta, el fútbol son circunstancias y hubo un nuevo cambio en portería. No tuve oportunidad hasta el final, con Egea. De todas, esta campaña es la que más rabia me dio no lograr esa continuidad: empecé jugando por decisión técnica -Nereo ya estaba bien- y a los cuatro partidos de Liga se volvió a cambiar de guardameta. El fútbol son circunstancias, y aunque era uno de los porteros con más paradas en ese momento, lo cierto es que estábamos envueltos en una mala racha.
-¿Sintió el cariño de la afición en esos momentos más duros?
-Sí, siempre. El tiempo que jugué, sobre todo el primer año, las cosas me salieron bien aunque no lográramos play off al final, y notaba que la gente me apoyaba. Me voy muy orgulloso, porque la afición aquí es muy cercana, he recibido mucho cariño y siempre diré lo bien que me ha tratado el oviedismo.
-¿El balance es positivo?
-Me voy contento y con la cabeza alta porque ningún entrenador o compañero puede decir que he entrenado mal o puesto una mala cara. Saliesen mejor o peor las cosas, siempre estaba preparado para jugar. Jugar 45 partidos con el Oviedo no es poco y es injusto quedarse con la sensación de este último año porque no es la realidad de los tres anteriores.
-Llegó joven a un club en plena reconstrucción, ¿ha cambiado mucho en estos años?
-El Oviedo cada año va dando pasos pequeños pero efectivos para acercarse a Primera y para hacerlo siendo cada vez más profesional. En un año como este se da más valor aún al respaldo del Grupo CARSO: la puntualidad en los pagos y no haber sufrido un ERTE es importantísimo y de agradecer enormemente.
-¿Cuál es su recuerdo más bonito como carbayón?
-Sin ninguna duda, la victoria ante el Sporting en el Tartiere. Me gustaría que la gente me recordarse por ese encuentro, por haber jugado el primer derbi tras trantos años y que, gracias a los dos goles de Mossa, tanta alegría supuso para nuestra afición. Fue muy especial por cómo se volcó la ciudad con el fútbol y con nosotros.
-¿Y el más complicado?
-Este año, en general. A nivel personal ha sido muy difícil, pero a nivel colectivo ha sido mucho peor. Éramos conscientes de que teníamos nivel más que de sobra para hacer más de lo que estábamos haciendo, pero no éramos capaces de conseguirlo. Esa impotencia, que hemos arrastrado meses, ha sido lo peor que he vivido en el Oviedo. No estaba jugando pero iba a muerte con el equipo y era uno más sufriéndola.
-¿Qué le diría a la afición ahora que deja El Requexón?
-Lo primero que gracias, muchas y por todo este tiempo. Aunque no saliese, siempre intenté dar lo mejor de mí para lograr lo que merecían. Creo que este último año ha sido un mal necesario que le ha de valer al club para afrontar lo que viene de otra manera. Siempre intentamos dejar al Oviedo cerca de donde merece, pero este año, que no ha sido así, puede servir para hacernos ver que costará mucho trabajo volver volver a Primera y que se va a acabar logrando con mucho esfuerzo.
-¿Qué quiere para su futuro?
-Soy joven y mi primera idea es ser importante en un equipo. Llevo un año complicado y lo que me gustaría es poder currar como uno más para ganarme un puesto en la portería e intentar tener los máximos minutos posibles: volver a las buenas sensaciones.
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