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La calle de Alejandro Casona se llenó de aficionados azules a la espera del autocar que llevaba al equipo hacia el Carlos Tartiere.

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La calle de Alejandro Casona se llenó de aficionados azules a la espera del autocar que llevaba al equipo hacia el Carlos Tartiere. MARIO ROJAS

El oviedismo sigue más vivo que nunca

La ciudad se vuelca con su equipo desde primera hora de la mañana y crea una atmósfera vista en muy pocas ocasiones

Domingo, 9 de junio 2024, 02:00

Madrugó ayer Oviedo, sabiendo que el día iba a deparar emociones fuertes. El orbayu que presidió la jornada no aplacó para nada el ánimo oviedista. Desde primera hora mandó el color azul en la capital. La plaza de Pedro Miñor se preparó para ir acogiendo a los oviedistas que la iban a llenar. Los aficionados más madrugadores aterrizaron en torno al mediodía y fueron los encargados de ir dando la bienvenida al grueso de una afición que tenía claro que el partido comenzaba mucho antes de las 18.30 horas.

Los peregrinos azules iban buscando los aledaños del Carlos Tartiere y el tono de los cánticos crecía con el paso de las horas. La afición oviedista sabía que debían jugar un papel importante ayer y estaban dispuesta a llevarlo al máximo extremo. Los aficionados interiorizaron el momento histórico y muchos estaban preparando lo que se anunciaba como el momento álgido del día con la llegada del autobús del equipo en su camino hacia el estadio.

No había rincón en la capital del Principado que no respirase fútbol ayer. Las ventanas de muchas casas lucían banderas y bufandas del equipo para demostrar que todos querían poner su parte en un envite para la historia. El ambiente era de fiesta y a la vez de temor por dejar pasar una oportunidad que no se presentaba desde 1988, pero la ilusión podía a los nervios.

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En cada grupo de aficionados se sentía el ánimo de la ocasión. Las quinielas pedían un buen resultado para el partido de vuelta. Los más optimistas hablaban de una renta de dos goles y otros muchos apelaban a la historia y al último 'play off' jugado por los azules y que se resolvió en el viejo Ramón de Carranza después de un empate en el municipal ovetense. Ahora, la historia se repite y el sueño es que también se dé el mismo resultado para la vuelta en Ipurúa.

Cuando el reloj avanzaba hacia las 16.40 horas, el momento previsto para acompañar al autobús del equipo hasta el Carlos Tartiere, los locales de la plaza de Pedro Miñor se iban vaciando y la gente se agolpaba en la calle de Alejandro Casona. Las furgonetas de la Policía Nacional intentaban abrir hueco para el paso del autobús, que se intuía en media de una cortina de humo y bengalas.

El objetivo de los aficionados era tocar el autobús para que los futbolistas les sintiesen cerca. Los golpes eran respondidos desde dentro y en la parte posterior del autocar, Santi Cazorla disfrutaba viendo todo lo que rodeaba al equipo pese a la pena de saber que no podía jugar. En su fuero interno está la tranquilidad de pensar en que su regreso al Oviedo está cumpliendo con las expectativas que se había creado y que el equipo sigue vivo en la carrera por un acenso que sería su mejor premio.

Igual que los miles de oviedistas que acompañaban al equipo, Saúl Berjón estaba apostado en la calle para apoyar a los que fueron sus compañeros y sobre todo a su equipo del alma. Cada aficionado que le reconocía le daba un abrazo y festejaba sentirse cerca de uno de los que defendió la camiseta azul y que no tuvo la fortuna de poder disputar un 'play off' de ascenso.

El autobús siguió su camino y la estela de humo y bengalas dibujaban una silueta que llevaba dentro los sueños de los más de 28.000 oviedistas que luego entraron al estadio para dejarse la voz y las palmas en apoyo de los suyos. El ambiente anunciado se convirtió en una realidad y el oviedismo dio una nueva muestra de que sigue más vivo que nunca y que quiere soñar.

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