M. SUÁREZ
VILLARREAL.
Jueves, 3 de noviembre 2022, 02:29
Jugar de miércoles y en la otra punta del país no es impedimento para ver aficionados del Real Oviedo arengando a su equipo. Tampoco lo fue ayer en el Mini Estadi, donde solo unos días después de buscarla en Vitoria había casi un centenar ... de oviedistas esperando una alegría con la que volver a casa. Y donde, de nuevo, vieron la cara más amarga del fútbol: la derrota en el último momento. Desde un principio la afición carbayona hizo más ruido que la local y, tras el paso por vestuarios, los ánimos fueron a más. También durante los casi diez minutos que tardó en reanudarse la segunda mitad, ya con los jugadores en el campo. «¡O-vie-do!», empezó a vociferar uno de los oviedistas que esperaba a que De la Fuente Ramos resolviese los problemas técnicos de su pinganillo.
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Ese ánimo tuvo su premio solo cinco minutos después con el tanto de Obeng, que ponía a los oviedistas por delante. La grada lo celebró con el mismo ímpetu que el equipo, que se fundió en un abrazo con los suplentes que calentaban en la banda. Esa rabia, ese pensamiento de que «por fin, esta vez sí» duró de nuevo un suspiro. Sin embargo, el tanto de Arana no iba a ser lo peor para un equipo en chasis por las lesiones que no bajó los brazos. El golpe definitivo iba a darlo Mbacke, marcando de nuevo en el último suspiro para condenar al oviedismo. La desolación apareció entonces sobre el verde en los jugadores tirados sobre el campo -como Obeng y Rama- y en la grada, donde la afición no se lo creía. Otra vez a levantarse.
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