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Niños ocultos

Jaime Clemente

Lunes, 25 de noviembre 2024, 13:51

Se ha ido corriendo la seriedad de los adultos más estrictos. La he visto esconderse en las alcantarillas de la ciudad y solo sale por la noche cuando las farolas alumbran las soledades del alma. He visto a uno de esos hombres entrar en un ... estanco mirando hacia los lados, como si le estuviera persiguiendo el último médico al que acudió y que, igual que el primero, le prohibió el tabaco. O eso pensaba hasta que, después de esperar siete minutos y treinta y cinco segundos de reloj, los castellanos Burdeos y la gabardina color camel que vestía el hombre salieron por la puerta del local con un álbum de la Liga Hypertension bajo el brazo. Ocultaba su sonrisa entre su larga barba gris y su bufanda de Barbour. Le dejé distancia, no quise que se sintiera observado ahora que había bajado la guardia, ahora que era tan vulnerable por culpa del niño que todos llevamos dentro y que a veces retenemos contra su voluntad en nuestras entrañas. Pensé que podría estar feliz por su nieto, que estaría deseando que el guaje llegase a casa cuanto antes para ver su cara de felicidad, para tener una nueva excusa con la que construir recuerdos juntos y pasar más tiempo sobre la alfombra del salón alejado de la pantalla de los videojuegos. Pero mi hipótesis se fue al traste porque, después de mirar de nuevo hacia los lados, empezó a abrir sobres como si en el interior se fuera a encontrar un décimo de Navidad premiado o el ticket dorado que le permitiría visitar la fábrica de chocolate.

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