![Omar Sampedro se retira: «Subir a Segunda con el Real Avilés lo hubiese cambiado todo»](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2025/02/12/Omar%20Sampedro%20Ucha-U1908382062604xB-U2308296570584oE-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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No tantos futbolistas avilesinos han conseguido debutar en Primera División. Uno de ellos es Omar Sampedro (Avilés, 1985), que cuelga las botas después de veinte años jugando, casi todos ellos a nivel profesional, con 634 partidos y 118 goles entre Primera, Segunda, Segunda B, Segunda RFEF y Tercera División a sus espaldas. Todo comenzó en el patio del colegio de Luisa Marillac, donde su madre daba clase en Miranda, para ser reclutado por el Real Avilés primero y muy pronto, en alevines, por el Real Oviedo, donde se mantuvo ocho años, hasta juvenil de segundo. «Ahí se fue todo al garete y firmé por el Sporting, que me había llamado todos los años pero yo siempre había priorizado seguir en El Requexón con mis amigos».
Además del Sporting, también le llamaron equipos de fuera de Asturias, sobre todo cuando fue a entrenar con la Selección Española sub 15. Antes, en alevines, había sido nombrado mejor jugador del prestigioso Torneo de Brunete. Sin embargo, «nunca quise salir de Asturias. Siempre he sido muy de mis padres, de mi hermano Juan, al que también fichó el Oviedo cuando estábamos en el Avilés, y de mis amigos. Me costó mucho salir y en cuanto pude volví a casa», recuerda.
Su llegada al fútbol sénior se produjo un año antes de lo previsto. Fichó por el Sporting de División de Honor como juvenil de último año, pero ese mismo curso ya jugaría 9 partidos con el filial en Tercera División.
Al año siguiente, ya como sénior en toda regla, comenzó la temporada con el filial, pero marcar 14 goles en 26 partidos le sirvió para dar el salto al primer equipo de la mano de Marcelino, el entrenador «más exigente que he tenido. Analizaba muy bien a los rivales y exprimía mucho al jugador. No se casaba con nadie: le daba igual un veterano que un chaval de la cantera. Y así se ve cómo le ha ido en el mundo del fútbol, dónde está ahora y los equipos que ha entrenado».
Tras marcar un gol en doce partidos en Segunda, la temporada siguiente, la 2005-06, le tocó hacer la 'mili' en Zamora, debutando en Segunda B. «Tenía varias ofertas para ir cedido pero me decanté por la llamada de Raúl –González, entrenador avilesino que le conocía–». Allí marcó 6 goles en 23 partidos y comenzó a variar su posición:de delantero a extremo.
Su buen hacer en el Ruta de la Plata le valió regresar al Sporting, conjunto con el que había firmado por cinco temporadas tras su debut en Segunda, algo que «me dio tranquilidad, aunque yo seguía sin creerme que iba a vivir del fútbol. Yo estaba centrado en disfrutar y en hacer bien las cosas y no le daba muchas vueltas a eso», reflexiona.
Esas dos campañas, entre 2006 y 2008, serían las mejores de su carrera. Sin ser titular, sumó minutos y goles y, sobre todo, coincidió con Manolo Preciado, una persona que le marcaría para siempre. «Fue importantísimo, tanto para el club como para los jugadores. El Molinón pasó de ser un lugar triste, de cánticos feos hacia los jugadores a una fiesta cada quince días. Revitalizó al club, a la ciudad, y con nosotros en el segundo año hizo un grupo espectacular y de ahí llegó el ascenso, porque era algo que nadie imaginaba».
Tras un ascenso «espectacular» que Omar nunca olvidará, pues «fue el mejor momento de mi carrera», el avilesino pudo disfrutar durante media temporada de la Primera División. «Era el segundo capitán del equipo por detrás de Sastre y me di cuenta de la diferencia que hay entre Primera y el resto de las categorías. El nivel de los jugadores, la calidad, los medios, la televisión... Es otro mundo».
Jugó poco y en invierno decidió salir al Castellón tras rescindir en el Sporting. «Quizá si volviese atrás me quedaría. Manolo quería que me quedase, pero yo era joven, quería jugar y al final me fui a Castellón con la opción de un año más otro, y a la vista está que me salió cruz».
No en vano, tras medio año en Castalia, donde marcó un gol en 16 partidos, abandonaría el fútbol profesional para nunca volver. «Estuve cerca varias veces. Con la Ponferradina subí pero no me pude quedar, Con el Huracán de Valencia, con el Real Avilés... con el Alcoyano firmé en Segunda en marzo y descendieron...».
Estuvo jugando fuera de Asturias entre los 24 y los 28 años: Ponferradina, Pontevedra, Teruel, Alcoyano y Huracán de Valencia, donde no ascendió a Segunda «porque nos sacaron un gol de la línea en el último minuto». Con 28, aunque tenía ofertas por el levante español, incluida una del Llagostera, regresaría a casa para jugar en el Real Avilés. «Ya tenía ganas de volver, me gustaba el proyecto y sobre todo volver a estar con mi gente».
Y en el Suárez Puerta vivió de todo. El 'Llagosterazo' que evitó un ascenso a Segunda del que «estábamos convencidos, el equipo iba como un tiro pero nos ocurrió todo lo malo posible en un mismo partido» a un descenso a Tercera tras 'play out' con el Eldense que «fue mi peor momento». De haber subido a Segunda con el Real Avilés «todo habría cambiado. Tanto el proyecto del club como mi carrera. Fue un palo durísimo que demostró lo que digo siempre: que el fútbol da alegrías pero también muchas tristezas».
Fueron dos años muy distintos. «En el primero formamos un grupo espectacular, un grupo de amigos que aún mantenemos contacto con Geni, Álex Arias, Gonzalo, Dani López, Nacho López... Me acuerdo que antes del partido de Llagostera estábamos viendo en la tele el partido de la otra semifinal y veías a la gente cansada, subiéndoseles los gemelos... y nosotros estábamos mucho mejor. Lo tuvimos muy cerca».
Y en el segundo, «lo peor que nos pudo pasar. Un año para olvidar, en el que como uno de los capitanes junto a Geni me tocó estar todo el día de reuniones, con problemas. Los de Valencia, luego Clarkson... Y acabamos con un descenso en mi casa tras un 'play out' que fue un despropósito que me dolió mucho», recuerda con amargura.
De ahí pasó al Marino «buscando tranquilidad» y el fútbol fue pasando a un segundo plano en detrimento del trabajo. Aun así, le dio tiempo a ascender con el Langreo a Segunda B y con el Llanera a Segunda RFEF. Su último baile, marcado por el trabajo y las lesiones, fue en el Praviano. «Por mí, seguiría jugando. Me encanta competir y sobre todo el día a día en el vestuario, pero ya era imposible».
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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