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Sábado, 5 de agosto 2006, 04:03
JOSÉ DAVID VIGIL-ESCALERA BALBONA DEL CÍRCULO AERONÁUTICO JESÚS FERNÁNDEZ DURO
De la primera exhibición aérea en Gijón quedan diversos registros en los libros y en las hemerotecas de la aeronáutica española. De la literalidad de sus relatos podemos extraer los perfiles de heroicidad de unos hombres que ni siquiera se explicaban con certeza las razones de que aparatos más pesados que el aire pudieran volar, pues las teorías de la aerodinámica aún no se habían desarrollado. No hay más que contemplar alguna de las fotografías de aquellos aparatos, aeroplanos, que volaron en 1911 sobre Gijón para darnos cuenta de que si era cierto que volaban, más cierto era que lo hacían casi de milagro.
Si nos fijamos con un poco más de detalle, vemos, con los conocimientos de hoy, lo primitivo de la construcción de aquellos aparatos, donde las alas planas y de igual espesor en toda su superficie no respondían a la necesaria diferencia de presión que facilita la sostenibilidad de la máquina en el aire. Y las alas sujetas a multitud de tensores o tirantes para evitar sus flexiones, dada la falta de fijación suficiente a su estructura, que por otra parte era la justa, muy justa, para sostener al piloto y fijar el motor, y evitar con su sencillez y ligereza de chasis un peso que por excesivo impidiera despegar. Desgraciadamente, para cientos de pilotos los milagros no se producían y ellos pasaban a la historia de la valentía y atrevimiento entre los retorcidos restos de sus 'monturas'.
De aquellos milagros voladores es claro ejemplo el propio primer avión en vuelo, el 'Flyer' de los hermanos Wright, que diversas universidades americanas han reproducido milimétricamente sin que ninguna de ellas haya logrado hacerlo volar.
Uno de aquellos ambiciosos pilotos que no llegó a saborear el éxito fue un gijonés, que quizás picado en el amor propio de haber visto fracasar el intento de volar un aeroplano en Gijón, en septiembre de 1910, se propuso convertirse en el primer piloto asturiano de avión y también el primero en sobrevolar su ciudad natal en un aeroplano. Se llamaba Mariano S. Pola y residía por grandes temporadas en París.
Al igual que Fernández Duro era socio del Automóvil Club de Francia, club que a su vez promovía la enseñanza y práctica de la aviación a través de su apéndice el Aeroclub de Francia. Mariano Pola era propietario con su familia de una fábrica de loza y en Gijón era conocida su afición a toda clase de deportes, además de su simpatía, detalles éstos que comentaba la prensa al recoger la triste noticia de su fallecimiento, en compañía de otro aviador llamado Alfredo Laffont (según qué fuentes, Laffond).
El suceso tuvo lugar el 28 de diciembre de 1910. A las ocho y media de la mañana iniciaban su vuelo en un avión monoplano y biplaza, modelo Antoinette con motor de 50 HP desde el aeródromo del Aeroclub de París en Issy-les-Moulineaux. Laffont era todo un veterano y el gijonés, que iba al mando, acababa de obtener el 'brevet' de piloto y adquirir aquel avión.
«Debido al frío de aquella temprana hora el carburador no funcionó correctamente y se vieron obligados a tomar tierra y verificar su funcionamiento. Terminada que fue su reparación, realizada por el mismo Mariano Pola, se elevaron de nuevo sin apreciarse funcionamiento anormal alguno».
Su destino era Bruselas. Pretendían optar al importante premio establecido por el club francés para quienes realizaran en el menor tiempo posible el 'raid' París-Bruselas-París, dotado con 100.000 francos. Aunque la cifra era importante, no era la cuantía económica lo que empujaba a Pola a realizar la competición con tan escasa experiencia, sino una innata intrepidez y valentía de la que, al igual que Fernández Duro, había dado pruebas en muchas ocasiones.
Pero sucedió lo peor. 'El Diario Universal' de la época describió el suceso con esta singular crudeza: «Hallábanse a unos sesenta metros de altura, cuando al dar un viraje rápido, se desprendió el ala izquierda, dando en el acto una voltereta el aeroplano y cayendo con gran rapidez al suelo, contra el que se aplastó con gran estrépito. El piloto M. Laffont fue despedido de su asiento unos tres metros, resultando con el cráneo fracturado y el brazo izquierdo roto, y metidos los huesos del mismo muy adentro del tronco. La muerte fue instantánea. El señor Pola quedó sepultado bajo el motor y un trozo del armazón. Tenía el rostro hecho una horrorosa llaga, colgando carnes, rotos los dientes, desencajado un maxilar y atravesada la garganta con una astilla de grandes dimensiones. Cuando lograron quitarle de encima el pesado motor respiraba todavía, pero falleció al ser conducido al hospital».
El fallecimiento de Mariano Suárez Pola y Collar, su nombre completo, fue un acontecimiento con amplia repercusión en la sociedad gijonesa y sus exequias fúnebres sirvieron para mostrar la general condolencia. El sepelio constituyó una manifestación de duelo concurridísima y le llevó en «una carroza a la Gran D'Aumont, tirada por seis caballos con penachos y gualdrapas negros» al cementerio de Ceares.
Tras el suceso, lo lógico sería que nunca más alguien hubiera vuelto a subirse a un avión y que el invento quedase aparcado, pero la historia está llena de héroes y aventureros, que empujaron la ciencia y la técnica hasta hoy. Mariano Pola hacía el número 35 de la lista de aviadores muertos en accidente que se había iniciado el 17 de setiembre de 1908 con el teniente Selfridge por 'capotage' de su aparato. El otro español fallecido anteriormente, en un accidente similar al de Pola, había sido Antonio Fernández, con un aparato de su invención, el 6 de diciembre de 1909.
Pero hoy día, los aviones no suelen tener fallos de carburadores, ni las alas suelen desprenderse, ni es normal que se produzcan accidentes aéreos. En ese marco de seguridad se desarrollará mañana en el Muro la exhibición aérea del Día de Asturias en Gijón. La Patrulla Águila y la patrulla Jacobs 52 realizarán los ejercicios técnicamente más difíciles y preciosistas de cuantos se acometen en el mundo. El festival aéreo, impulsado por el Ejército del Aire, será además un homenaje al aeronauta Jesús Fernández Duro en su centenario. Toda una fiesta en el aire.
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