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AZAHARA VILLACORTA
Domingo, 11 de octubre 2020, 02:31
Desde hace varios días, Mario Vigil, electricista, no puede parar de escuchar en bucle las composiciones de Ennio Morricone. «Esti hombre siempre me encantó, pero ahora, si cabe, más. En general, la música clásica gústame mucho. La pongo cuando voy en coche y la muyer dizme: '¿Tú cómo escuches eso?'. Pero a mí parez que me relaja». Y justamente un poco de relajación es lo que necesita este hombre que dirige junto a su hermano Instalaciones Eléctricas Vigil (con seis décadas de vida y veinte empleados en nómina, pero que antes de la crisis llegó a tener sesenta) y que, hace solo unos días, recibió la llamada de la gente de la Fundación Princesa de Asturias con una instrucción rotunda: «Hay que empezar ya». Era la señal. Un imperativo que significaba que, tras manejar distintos escenarios impuestos por la covid (hasta seis se pusieron encima de la mesa), la edición más extraña y austera de los Premios Princesa de Asturiasseguía adelante y todo tenía que estar listo «para ayer»: «Todo fue a última hora, porque yo creo que ni ellos mismos sabían lo que iban a hacer. ¿Pero quién lo sabe con la pandemia? Por eso hay que reconocerles la valentía y el mérito», aplaude sin reservas.
Así que, con la pericia que da «toda una vida trabajando» en lo suyo, Mario Vigil desembarcó en el Salón Covadonga del Hotel de la Reconquista, donde, por primera vez en la Historia, tendrá lugar la entrega de los galardones que llevan el título de la heredera de la Corona por nombre.
Allí, si nada en Madrid vuelve a torcerse, los Reyes presidirán el próximo viernes, 16 de octubre, una ceremonia en la que estarán acompañados por sus hijas. Uno de los grandes acontecimientos del año para la Familia Real, en el que todos los oídos estarán puestos en las palabras que pronuncie la Princesa de Asturias, a las que los oráculos especializados en leer mensajes reales buscarán significado, mientras que a Mario Vigil lo que le preocupa es que, ese día D, a la hora H, «a Leonor se la vea bien».
Eso, y que «la seguridad esté garantizada, porque en la Fundación son muy estrictos con lo que hay que hacer. Casi no hay margen para los fallos y, además, sabes que cobras». Así que los desvelos del electricista pasan en las últimas horas por «colocar luces de emergencia y extintores» en el regio salón que antes fuera capilla, mientras que en el otro epicentro de los Premios, uno de sus grandes éxitos, la Fábrica de Armas, la faena tampoco escasea.
«En La Vega no hay instalación. Todo funciona con grupos electrógenos y somos los encargados de que haya gasóleo en todo momento», ejemplifica Vigil, que, durante el programa de actividades orquestado en La FPAbrica, mantendrá en todo momento a «una persona de guardia». Solo «por si acaso». Quién sabe «si se funde una bombilla y salta el diferencial».
Es la trastienda de los Premios Princesa de Asturias, que, según un informe de Deloitte, en 2015 generaron un impacto de 5,1 millones de euros en el PIB regional. Un engranaje en el que todo está milimetrado y que proporciona empleo directo a más de doscientas personas, además de contratar los servicios de alrededor de trescientas empresas asturianas, como recuerda la directora de la entidad que da vida a los Premios, Teresa Sanjurjo, que, inasequible a los signos de agotamiento, ultima detalles de varios de los 39 actos organizados hasta el próximo sábado junto a su núcleo duro. Más de medio centenar de trabajadores que el pasado mes de marzo vieron cómo sus tareas, ingentes ya en esas fechas, quedaban interrumpidas por el confinamiento.
«Los primeros momentos fueron un poco caóticos», asegura Antonio Carmelo de Gaetano, miembro del Departamento de Informática y Sistemas de la Fundación, quien, con su colega José María Valdés, fue el encargado de ponerse a reiniciar toda la maquinaria. Los hombres clave.
«Todo sucedía muy rápido. Pasar de estar trabajando en la oficina a estar en nuestras casas fue todo un reto», confirma Valdés, que se enfrentó entonces a algunos de los momentos más intensos de su carrera profesional: «Era casi un trabajo de 24 horas porque no conseguías quitártelo de la cabeza». Pero que, al final, consiguió salvar los muebles «gracias a la paciencia que tuvo la gente. Desde los empleados hasta los jurados».
«Por ejemplo, las reuniones de estos últimos salieron bastante bien. Había mucha tensión y algo de miedo, porque dependían de nosotros y era mucha responsabilidad, pero reinó la buena voluntad e incluso algunos de sus integrantes de más edad pidieron ayuda a sus familiares para poder conectarse», apunta De Gaetano, que, como su compañero, tiró de Zoom y de «aplicaciones que también iban cambiando sobre la marcha».
De esa capacidad de adaptación, del «por nosotros que no sea» que Sanjurjo repite como un mantra, están especialmente orgullosos en la Fundación en estas jornadas frenéticas en las que «hay muchos nervios y todo son carreras», relata Josefa González, 'Pepi', una de las encargadas de que todo luzca impoluto en las dos sedes de la entidad. Porque, a la ubicada en la calle General Yagüe, han sumado nuevas oficinas de alquiler para salvaguardar las distancias de seguridad.
«Y, con el coronavirus, a mí me toca esmerarme todavía más con la limpieza», advierte Pepi, que, en ediciones anteriores, cada vez que podía escaparse de sus labores, se dejaba caer por el Reconquista para ver si había suerte y se cruzaba con algún premiado. Otra cosa que ya no será posible. Al menos, de momento. Aunque -eso sí- este año tampoco se perderá la retransmisión de la ceremonia por la tele. «Y menos, a Carlos Sainz. Porque en casa nos gusta mucho el deporte y por lo famoso que es», sentencia sobre su favorito con mucho de este 2020 quien se declara todavía impresionada por la dicción de Nuria Espert sobre las tablas del Campoamor. «Un espectáculo».
También Raúl Sánchez tiene en el piloto a su predilecto y para este tapicero autónomo será «una alegría» ver al campeón pisar esa alfombra azul que «pesa una tonelada», que él almacena y coloca con mimo año tras año y que se ha convertido en todo un símbolo de los galardones.
Más de dos décadas lleva haciéndolo y solo una vez tuvo un percance: «En una edición, hubo que entrar y recortar la moqueta pasillera que también se colocaba en el Campoamor y hacerlo delante de todo el mundo, porque, al juntarse con la alfombra, se formaba una arruga en la que se podía tropezar».
Hasta ahí llega la supervisión de un equipo humano que ya tiene el mecanismo de los Premios Princesa más que engrasado.
«Al principio había más estrés, pero ahora ya sabemos todos por dónde van los tiros», dice Sánchez, uno de los veteranos (empezó en el mundo de la tapicería cuando tenía dieciséis años y hoy ya ha cumplido los 65), que es también de los que se quedan «cerca durante toda la ceremonia por si pasa algo». Memoria viva de unos galardones que aún recuerda «como si fuese hoy cuando estaba viendo a una periodista de televisión ensayando los directos 'paquí' y 'pallá'. Y resulta que a la semana siguiente pongo la tele y anuncian que se casa con el Príncipe. No podía creérmelo».
Otra de las que estuvieron en los orígenes pergeñados por Graciano García es Gema Insunza, azafata de la primera entrega y que hoy coordina el equipo de «auxiliares o personal de apoyo», como se llaman ahora. «Porque el término azafata ya ha pasado a la historia y porque, en todo caso, habría que hablar de azafatas y azafatos, ya que son mitad y mitad».
«Llevo coordinándolos desde el 99», cuenta Gema, quien añade que, en los momentos críticos, «se pueden llegar a necesitar hasta un centenar de ellos el mismo día». Un número que ha crecido exponencialmente «desde que los Premios se reducían a una ceremonia hasta ahora, cuando se han abierto a la calle y puede haber un montón de actos programados a la vez».
«Nada que ver con aquel 1981 en el que éramos seis azafatas», hace memoria Insunza: «Me acuerdo de cuando llegaban los Reyes al hotel y yo intentaba ponerme cerca para verlos bien. Don Juan Carlos, muy simpático, y doña Sofía, espléndida, como siempre. Y me acuerdo del niño, entonces Príncipe, guapísimo, muy rico. Tenía una de esas caras que no te cansas nunca de mirar».
Hoy, dirigiendo su propia empresa, Eurolang Congresos, Gema Insunza narra que las chicas y chicos que aspiran «a facilitar la vida a todas las personas que acuden a Oviedo», profesionales de entre 21 y 50 años en los que «no se valora la imagen, sino la cultura general y los idiomas», están deseando participar del universo de los galardones: «La gente se siente muy orgullosa de trabajar en los Premios y para una Fundación que está llegando a la perfección. Una organización que es increíble porque en ella se piensa absolutamente en todos los detalles. De hecho, todos los años hay mucha gente que tengo que dejar fuera, porque no hay sitio para todos. Y que, además, en estos tiempos de pandemia en los que todos estamos de capa caída, supone un auténtico balón de oxígeno para muchas empresas».
Una de ellas es la imprenta Cízero Digital, especializada en grandes formatos y con sede en el llanerense polígono de Silvota, que es la encargada de dar la bienvenida a La Vega a los visitantes con el gran rótulo de led neón amarillo que anuncia que llegan a La FPAbrica.
Vinilos, lonas, rotulación, folletos... Nada se le resiste a Sergio González, quien lleva ocho años sirviendo a la Fundación todo tipo de elementos gráficos y que no alberga ninguna duda: «Aparte de la inyección económica que suponen, los Premios son una inyección cultural brutal. Y más, entre toda la mediocridad que nos rodea».
«Ten en cuenta que esta gente trae a los mejores del mundo en sus terrenos y se los ponen delante a los chavales asturianos», dice «desde el punto de vista de cualquier persona, no ya como proveedor de la Fundación».
Y pone solo un ejemplo: el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2016. «¿Tú sabes el lujo que es poner a Hugh Herr frente a los estudiantes de ingeniería?».
En palabras de Caroline Le Lanchon, traductora e intérprete nacida en Normandía y radicada en Asturias desde hace décadas y acostumbrada a salir al mundo a ofrecer sus trabajos, cada octubre «es como si el mundo viniera a Asturias» y no al revés. «Y eso presta mucho», subraya esta asturiana de adopción.
Ella es la responsable de traducir al francés actas y comunicados para toda la prensa acreditada (cerca de novecientos profesionales en 2019), además de interpretar en ese idioma ruedas de prensa y discursos pronunciados durante la ceremonia. Intervenciones que prepara, en ocasiones, durante días. «Especialmente, si el premiado es un científico, porque es necesario familiarizarse con su vocabulario, y también con los Premios de las Letras, porque suelen tener un léxico rico y poco cotidiano». Un escaparate mediático internacional de primer orden. Referencias que, según los datos que maneja la Fundación Princesa, solo el pasado año, en los medios nacionales, ascendieron a 6.419, con una audiencia acumulada de 1.293.456.000 personas y una valoración de 63.528.856 euros. Cifras que solo son posibles gracias a un trabajo «minucioso y riguroso de todos los equipos» que, tantos años después, a ella le sigue sorprendiendo: «Cuando llegué a la Fundación y vi que el conductor del coche número tres, por poner un ejemplo, tenía que salir del Reconquista rumbo al Campoamor a las 17 y 32 minutos y comprobé que llegaba exactamente a esa hora, aluciné».
Pero, si tiene que quedarse con algo, Caroline se queda con algunas presencias imponentes: «Simone Veil me impresionó muchísimo. Era una gran figura de la política francesa y para mí fue muy fuerte estar tan cerca de ella. Y ver a Arafat por los pasillos resultaba fascinante».
Igual que le resulta ya fascinante, incluso sin haber leído nada suyo, a Samuel Jiménez, de JQ Aislamientos, la canadiense Anne Carson, considerada por muchos como el nombre mayor de la poesía en lengua inglesa contemporánea. Porque la Princesa de las Letras es la protagonista del trabajo firmado por este instalador de pladur en La Vega, «un collage» a medio camino «entre la construcción y la decoración».
«Hicimos unos revestimientos sobre los que insertamos en el pladur los libros de Carson», explica Samuel, al frente de una empresa con cuatro empleados (todos jóvenes, como él) que nunca habían abordado nada parecido: «La experiencia de trabajar con la Fundación es buenísima. Estamos rodeados también de gente muy joven, pero con las ideas muy claras. Que saben bien lo que quieren y que resuelven», cuenta Samuel, que tiene un propósito «para cuando toda esta vorágine termine»: «Leer a Anne Carson. Es algo que voy a hacer en cuanto saque algo de tiempo».
A escasos metros de él, tiene programados tres recitales (mañana, pasado y el miércoles) el Enol Ensemble, con un repertorio que incluirá piezas musicales compuestas por los galardonados con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020 -el añorado Morricone y John Williams- adaptadas a un formato de cámara.
Tres conciertos cuyas entradas «se agotaron en cinco minutos, lo que demuestra que la gente quiere cultura, que la cultura es necesaria», defiende una de las integrantes del cuarteto de cuerda, la violista Cristina Gestido, que estará acompañada por Tatevík Khachatryan (violín), Blanca Fernández (violín) y Teresa Valiente (violonchelo), además de por el oboísta Juan Ferriol y por el pianista Mario Bernardo, para hacer felices a más de medio millar de melómanos. Así que la Fundación insta a «todas aquellas personas que hayan conseguido una entrada y que finalmente no puedan acudir a los actos de La Vega a llamar y avisar a la organización para que su puesto pueda ser ocupado por alguien y no quede vacío. Porque, con las listas de espera tan tremendas que hay, sería un dolor».
«Es un honor que la Fundación haya pensado en nosotros», afirma Bernardo, quien, además de «agradecerles que apuesten por gente de aquí», al igual que sus compañeros, espera «con mucha ilusión» el momento de poder hacer disfrutar a su público «con una experiencia muy diferente» a las que suelen ofrecer: por el tipo de repertorio, por la pandemia, por el lugar...».
Y si hay un lugar en el que no se pueden creer lo que les está pasando, ese es Somao, porque el Pueblo Ejemplar de Asturias está patas arriba para recibir a los Reyes, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía el próximo sábado, día 17, según revela desde la localidad praviana el presidente de la parroquia rural, Francisco González: «Nunca pensé que la organización de todo esto fuese tan complicada. Creí que iba a ser todo mucho más sencillo».
González, empleado en Arcelor, explica que ha tenido que coger vacaciones «para trabajar de ocho a ocho durante la próxima semana», porque la tarea es monumental: «Estamos hasta arriba. Para empezar, hicimos un listado con los empadronados, que son trescientos, a los que queremos que se sumen otros doscientos vecinos que pasan mucho tiempo aquí y creemos que tienen que estar en la entrega del Premio». Y, mientras trabajan a uña de caballo en esa lista de invitados, que ya sabe «que no va a contentar a todo el mundo» (y menos a los que se queden fuera, por lo que pide disculpas anticipadas), pintan las escuelas, ponen una balaustrada en el parque, reforman el acceso al despacho de la parroquia rural, dan la bienvenida a la fibra óptica...
Vicente Prado 'El Pravianu', gaitero de la Real Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo, que tendrá el «orgullo» de interpretar el 'Asturias, patria querida' ante la Familia Real apenas unas horas antes como ya ha hecho tantas veces, sabe que valdrá la pena: «Nadie pensaba vivir algo así, pero, con pandemia y todo, serán momentos de los que no se olvidan».
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