El Rey: «Había ganas de volver a encontrarnos»

Era la vuelta a casa de la Princesa de Asturias después de casi dos meses en el internado de Gales donde cursa Bachillerato, que no abandonó siquiera con motivo de las celebraciones del Día de la Hispanidad. Y era también el debut de Leonor y su hermana, la infanta Sofía, en el Concierto de los Premios Princesa de Asturias, que el año pasado no pudo celebrarse a causa de la pandemia, la vuelta a la música sanadora tras tanto silencio y a algo parecido a la vieja normalidad. Así que el ambiente ayer en el Auditorio Príncipe era, por muchos motivos, el de las grandes ocasiones, y así lo certificaba la presencia de decenas de personas que se apostaron para dar la bienvenida a los Reyes y sus hijas desde primera hora de la tarde, cuando los invitados al recital empezaban a formar largas colas enfundados en sus mejores galas.

Era, por ejemplo, el caso de Pilar Menéndez, Teresa Varela, Maripaz Castañón y Belén Rodrigo -prima del compositor a quien estaba dedicado el concierto-, integrantes del grupo Marcha Nórdica Asturias, que lucieron manicura rojigualda y desplegaron una pancarta que resumía el sentir general en la que se podía leer: «Felices de teneros con nosotros».

Porque, como explicaron estas amigas -alguna de ellas con dieciocho años asistiendo al concierto y a las puertas del Reconquista de bagaje monárquico- «no es que cenemos y comamos con ellos, pero estamos con todo lo que sea bueno para Oviedo, para Asturias y para nuestro país y ellos, sin duda, lo son».

Así que, cuando los cerca de 700 elegidos llamados a la cita ocuparon unas cotizadas butacas de un auditorio con el aforo aún restringido y los Reyes y sus hijas descendieron del coche oficial, las notas de la Banda de Gaitas Ciudad de Oviedo -en formación con sus dos directores al frente- se fundieron con vivas al Rey y a España, banderas, bravos y gritos de «guapas, guapas, guapas».

Fue el mejor preludio, en una preciosa tarde otoñal, a la belleza indiscutible de las composiciones del maestro Joaquín Rodrigo, porque el concierto quiso ser un homenaje a él con motivo del 25º aniversario de la concesión al compositor del Príncipe de las Artes y del 120º aniversario de su nacimiento. Una velada musical organizada por la Fundación Princesa en colaboración con la Fundación Cajastur en la que la OSPA interpretó con maestría la 'Fantasía para un gentilhombre' y el arrebatador 'Concierto de Aranjuez' bajo la dirección de Josep Vicent y con el buen hacer del guitarrista Pablo Sáinz-Villegas. Antes, don Felipe, doña Letizia y sus dos hijas fueron recibidos por la autoridades a las puertas del Auditorio, con el presidente del Principado, Adrián Barbón, al frente, flanqueado por la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa, y el presidente de la Junta, Marcelino Marcos Líndez, además de por el presidente de la Fundación Princesa, Luis Fernández-Vega, y su directora, Teresa Sanjurjo.

Ya en el interior, donde aguardaban el resto de autoridades, fue su padre, el Rey, el encargado de ir explicándoles a sus hijas quién era quién, en un ambiente de lo más distendido en el que el presidente Barbón incluso bromeó con la Princesa y la Infanta sobre su altura. Un cálido arranque de la agenda real en los Premios, en el que -según una liturgia férreamente trazada- la Familia Real hizo su aparición pocos minutos después en el palco presidencial en medio de una cerrada ovación del público puesto en pie para escuchar el 'Himno nacional' como marca el protocolo: Leonor a la derecha de su padre, Sofía a la izquierda de su madre.

Y otro himno, esta vez el de Asturias, deliciosamente interpretado por la OSPA, sirvió de broche a una velada que se cerró con varios minutos de aplausos y de nuevo con el público en pie y la emoción en los ojos de doña Letizia, que no quiso disimular su asturianía y rompió a aplaudir cuando sonaban las notas finales del 'Asturias, patria querida'. Una Reina que, pese a intentar cederles todo el protagonismo a sus hijas en su gran estreno en el auditorio eligiendo un elegante vestido midi verde apagado con el que recuperó las plumas, un diseño más sobrio que en otras ocasiones, tampoco pudo evitar sentirse como en casa y se mostró más natural que nunca, haciendo confidencias al Rey, saludando a viejos conocidos en la distancia o animando a Luis Fernández-Vega hijo a «ir a por la niña» tras encontrárselo junto a su mujer, embarazada de un niño. También Leonor y Sofía -complementarias incluso en la gama cromática de sus vestidos, rosa fucsia y azul 'deep teal'- derrocharon sonrisas y espontaneidad y, cuando los focos de las decenas de fotógrafos acreditados se alejaban, buscaban espacios para acercarse y agarrarse por la cintura como solo pueden hacerlo dos hermanas que se han echado de menos. Lo dijo el Rey, también fuera de foco, cuando estaban a punto de enfilar de salida, donde seguían los vítores: «Había ganas de volver a encontrarnos».

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