La matemática Ingrid Daubechies recibió en 2020 el Princesa de Asturias de Investigación Científica, junto a Yves Meyer, Terence Tao y Emmanuel Candès. En esta edición participa en las actividades de la Semana de los Premios y mañana estará en la Fábrica de Armas a ... las 19.30 en un encuentro con el público.
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–En 2020 no pudo recoger su premio por la pandemia. ¿Venir ahora supone en cierto modo sentir físicamente el galardón?
–Fue una verdadera pena no poder acudir, tuve el placer al menos de compartir el mensaje de agradecimiento, pero lamento no haber podido estar en persona. Por eso cuando me preguntaron este año si podría venir, no lo pensé dos veces. Es una oportunidad de conocer esta preciosa región, Asturias, mostrar mi gratitud por un reconocimiento tan importante y hacer algo para devolver este regalo.
–Este galardón y todos los que han venido reconociendo su trabajo ¿son los sueños cumplidos de aquella niña amante de las matemáticas que fue?
–Por supuesto. Por eso creo que son importantes los premios y me encantan, lo mismo que participar en los eventos públicos que suelen organizarse. Un premio es motivo de celebración para una comunidad y para cualquiera. En mi lengua materna, el neerlandés, tenemos una expresión que es «ser el horno de la fiesta». Serlo ya es un buen motivo. Y porque me parece importante tener referentes. De niña he admirado a unos cuantos matemáticos y entre ellos algunas mujeres, fue fabuloso conocerlas. Si ahora soy referente para la siguiente generación estoy encantada. Aunque personalmente lo vivo como alguien distinto a mí, no quiero que se me suba a la cabeza. Es otra Yo.
–Se la considera la madre de la imagen digital que ha mejorado la vida de la gente en los diagnósticos o en el cine y la fotografía que podemos disfrutar. ¿De qué aportación se siente más orgullosa?
–Por lo general me concentro en el proyecto que tenga entre manos pero eso no significa que sea mi favorito. Todo lo que he hecho han sido matemáticas. Veo un problema matemático y trabajo sobre eso, a veces recuerdo la conexión con la aplicación, pero no es mi cometido. Me gusta preguntar a la gente con la que colaboro si voy por buen camino, pero eso no me convierte en experta en sus disciplinas. Claro que es gratificante ver que una aplicación funciona o el vínculo entre la eficiencia de esa aplicación y la originalidad de las matemáticas usadas. Al mismo tiempo admiro las matemáticas puras. A mis alumnos les digo que las que estudien cuanto puedan aunque no les parezca útil, la manera de pensarlo sí lo es.
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–Otra aplicación ha sido en el arte, identificando autorías o el trabajo de los grandes maestros. ¿Ha cambiado su visión de la pintura?
–Mi percepción no ha cambiado. El arte siempre me interesó desde niña. Lo que me gusta de las matemáticas es que pueden ser un atajo a la belleza intelectual. Las cosas que encajan intelectualmente para mí son bellas. A los grandes artistas su obra los ayuda a comunicar emociones, y al admirarlo te vienen sentimientos sobrecogedores, ves la belleza, estás extasiada. Es verdad que en algunas pinturas, sobre todo en las del siglo XIV, hemos intentado ver cómo rejuvenecerlas virtualmente y quizás ahora observamos detalles técnicos que antes no era posible, pero cuando las miro como obra de arte sigue siendo una experiencia emocional.
–Ha hablado de matemáticas y belleza. ¿En qué falla el sistema educativo para que muchos niños las sigan viendo arduas y oscuras?
–Creo que mucha gente las confunde con las fórmulas en sí, con cómo se escriben. Las matemáticas consisten en ver patrones de razonamiento y a partir de ahí asimilar las estructuras de esos patrones para ver que se pueden aplicar en otras cosas. En muchos casos se pueden extraer fórmulas, recetas, y hay quien cree que basta aplicarlas a ciegas, sin razonar. Es como confundir un libro de recetas con la diversión de cocinar. Es cierto que los matemáticos deberíamos mejorar en comunicarnos, pero el razonamiento matemático lo tienen los niños, solo tendríamos que saber cómo mantenerlo a lo largo de la vida.
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–Citaba a sus referentes femeninos. ¿La ciencia aún tiene esa asignatura pendiente con las mujeres?
–Todavía nos queda mucho por hacer pero sí que es verdad que ha mejorado.
–¿Y es optimista?
–Lo soy en general.
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