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Las banderas de España y de Asturias siguen este domingo engalanando las casas de Sotres. El Pueblo Ejemplar amaneció este domingo con una resaca emocional inolvidable tras la visita el sábado de la Familia Real. Muchos vecinos tenían todavía la sensación de estar viviendo una película porque, como decía Ana María Moradiellos, del bar-tienda La Gallega, durante la visita «se alinearon todos los astros, nada salió mal». Incluso la meteorología, muy cruda habitualmente en esta localidad, respetó su gran día: «Salió el sol según llegaron y encima pudieron ver las cumbres nevadas», celebraba, convencida de que si se lo hubiesen «pedido a los Reyes Magos, no hubiera salido mejor».
Estuvieron de suerte los vecinos de Sotres y también los Reyes y sus hijas que, según contaba Moradiellos, «se fueron encantados con el paisaje, la naturalidad de la gente y el buen hacer». Todo el mundo remó a favor en la localidad para conseguir este galardón que incluso emocionó a Don Felipe. «Le enseñé la foto de mi bisabuelo con su abuelo, Alfonso XIII, y se la mostró a la Princesa, le gustó verla», afirmaba, al tiempo que ensalzaba «su naturalidad, no fingen nada y son muy afectuosos».
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Lo corroboraba Marisa López, otra de las vecinas que, entre lágrimas, confesaba que se pudieron hacer fotos con ellos e incluso el Rey charló con el pequeño Fran, de once años. «Le dijo que si no tenía frío sin chaqueta y el niño le contestó que era para estar más elegante», comentaba entre risas su abuelo, Miguel Hernández. A su lado, Manuel López celebraba «la visibilidad» que el Premio Pueblo Ejemplar da a la zona, aunque animaba a «gestionarlo bien» para no morir de éxito. «Este verano ya tuvimos problemas con el turismo masivo», se lamentaba, deseando poner freno a la masificación.
Este domingo, desde luego, no la hubo porque la lluvia constante y las bajas temperaturas hicieron que apenas hubiera gente por sus caminos. Una de las pocas que se atrevió a salir a pasear fue Estrella González, quien se confesaba «muy ilusionada» por el reconocimiento. «Si mis antepasados levantaran la cabeza, no se lo podrían creer», comentaba, feliz de que su pueblín se haya dado a conocer «al mundo». A su lado varias cabras pastaban bajo la niebla que cubría las imponentes montañas que rodean Sotres.
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