Hará unos treinta años, a la entrada del pueblo por la carretera nacional hacia Valdés, viniendo de Gijón, había un cartel que recordaba que Cadavedo fue en 1954 el pueblo más guapo de Asturias. El premio lo otorgaba la entonces Diputación Provincial de Oviedo y ... era una forma de gratificar el arreglo de los caminos, los adornos florales y la belleza del entorno. Cincuenta y ocho años después, Cadavéu recibe, de la Fundación Princesa de Asturias, otro galardón que trasciende lo «bonito» -este, y no «guapo», que es más apropiado, era el adjetivo de aquellos premios de la Diputación- para erigirse como modelo rural y pueblo ejemplar. Desde el viernes, la aldea del Padre Galo vive en una nube de felicidad por el reconocimiento a esa ejemplaridad que posee muchas vertientes.

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La belleza de los pueblos es, en principio, gratuita, pero conservarla, mimarla y proyectarla es una labor que los cadavedanos y otros pueblos de los alrededores han sabido hacer de forma admirable. Pongo como ejemplo la senda de 'Entrecabos', que bordea los escarpados acantilados en dirección hacia el faro de Busto y que se ve en toda su dramática hermosura en el Coro de Querúas y en La Garita de La Regalina. También es ejemplar la manera viva de cuidar y transmitir las tradiciones poéticas y folclóricas, con autenticidad y delicadeza, que tienen su punto culminante en la fiesta de La Regalina y las actividades que se realizan en torno a la casa natal del Padre Galo.

Junto a estas formas ejemplares de protección paisajística y de sensibilidad con las tradiciones populares, hay otra cualidad que, probablemente, hizo que el jurado del Pueblo Ejemplar apoyará la candidatura cadavedana. Esta cualidad es la intención del pueblo de seguir siendo pueblo, y no solo un bellísimo decorado paisajístico y folclórico. Por el acta del premio y también por recientes declaraciones a los medios de comunicación de algunos miembros del jurado, parece muy probable que el gran mérito de Cadavedo como Pueblo Ejemplar sea que ha sabido defender la continuidad de un modo de vida rural, sin reconvertirse en un pueblo exclusivamente de veraneo o un barrio dormitorio. En este sentido, resulta modélica la voluntad de mantener y crear actividades económicas, tanto en industrias forestales como ganaderas; tanto en empresas hosteleras como en iniciativas educativas y culturales. Esa voluntad antes aludida de seguir siendo pueblo se complementa con la belleza de un paisaje en el que se combina el verde de los prados, el pardo de los montes y los azules del mar y el cielo.

Para Cadavedo, el galardón de Pueblo Ejemplar era una vieja aspiración. Lo intentó en 1997, siendo finalista con Castropol, la villa que, al final, obtuvo el premio. Lo volvió a intentar el año pasado, en el que también llegó a las decisiones finales y, a la tercera, lo consiguió este año. Al pueblo no le faltan ni motivos ni razones para ser ejemplar. El reto es, una vez pasados los festejos de octubre, seguir siendo lo que siempre fue: un pueblo modélico que quiere seguir siendo pueblo.

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