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Cuando eres alcalde de Oviedo te acompaña un sentimiento permanente de orgullo, pero he de reconocer que esa sensación aumenta, más si cabe, estos días. Los Premios Princesa de Asturias son un regalo para nuestra ciudad, pero también son una responsabilidad: la que otorga ser, ... por unos días, la capital mundial de la excelencia, la Cultura y el conocimiento.
Está mal que yo lo diga, dada mi escasa objetividad en este asunto, pero lo cierto es que a los ovetenses nos sienta fenomenal el traje de anfitriones. Recibimos con cariño y hospitalidad a Sus Majestades los Reyes, a la Princesa de Asturias y a su hermana, a la Reina Sofía, a los premiados, a los patronos, a los periodistas, a los invitados y a todos aquellos que nos visitan. Y también nosotros participamos y disfrutamos de esta atalaya de concordia y cultura que son los Premios.
Son muchos los detalles a tener en cuenta, pero –un año más– la capital de Asturias vuelve a estar lista para ser ese escenario del que todos se van encantados. En las calles, el ambiente ya es distinto; casi festivo. Y el Campoamor luce más entrañable que nunca para acoger un acto que ya forma parte de las mejores jornadas de este centenario teatro que atesora el espíritu de Oviedo.
Y me hace muy feliz que vuelva a acogerlo tras un año de angustiosa ausencia. No sólo porque la ceremonia vaya a ser lo más parecida posible a lo que estábamos acostumbrados, sino también por todo lo que implica su regreso al escenario del Campoamor. Es, sin duda alguna, un paso más hacia la recuperación total de nuestra ansiada normalidad.
Y, por eso, quiero expresar públicamente mi más sincero agradecimiento a la Fundación Princesa de Asturias. Su inquebrantable tesón ha permitido mantener viva la llama de los Premios, incluso en los peores momentos de esta trágica pandemia.
Ahora, cuando vislumbramos la luz al final del túnel, estoy seguro de que los ovetenses volveremos a disfrutar de los Premios Princesa de Asturias como siempre lo hemos hecho, aunque debamos seguir manteniendo la prudencia que todavía marca el sentido común para no dar ni un solo paso atrás.
Como alcalde de Oviedo, quiero expresar mi más sincera enhorabuena a los distinguidos premiados de esta edición, pues son todos grandes ejemplos de compromiso, esfuerzo, solidaridad y talento.
Qué puedo decir yo, un humilde alcalde, que no se haya dicho ya de algunas de las mentes más brillantes de nuestro planeta. Sin duda, tenemos mucho que aprender de ellos y todavía mucho más que agradecerles. Por su enorme contribución a la sociedad y también por representar los mejores valores de la humanidad.
La profunda reflexión y la capacidad de análisis de Emmanuel Carrère y de Amartya Sen, el activismo empoderado de Gloria Steinem, el esfuerzo y la convicción de Teresa Perales, la espiritualidad y la vanguardia de Marina Abramovic, la dedicación de Camfed, la solidaridad de José Andrés y la desmesurada excelencia de los siete científicos que abrieron el camino hacia la vacuna de la covid-19 han conseguido que nuestro mundo sea un lugar mejor para todos.
Y, en el caso concreto de Oviedo, han contribuido, al igual que lo hicieron sus predecesores en estos cuarenta años que llevan celebrándose los Premios, a que nuestra ciudad sea una ventana de cultura y de conocimiento universal que, cada año, se abre al mundo como una llamada a la concordia y a la esperanza.
Por todo ello, gracias.
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