«Para ser científico es muy importante tener la mente siempre abierta»

Eso mismo pensaba Lin Yu, quien aseguraba sentirse «muy feliz y muy contenta» de haberlos visto en persona. «Me dijeron que mi dibujo estaba muy bien», prometía, antes de asegurar que esta actividad de Toma la Palabra la ayudó a aprender «mucho sobre ciencia». Igual que a Nuria Castaño, de Los Pericones, quien ya sabe que «las bacterias se reproducen, se comunican y estos científicos intentan que las bacterias malas no se comuniquen para que no puedan atacarnos».

Con tantas lecciones interiorizadas, seguro que esta actividad despertó alguna vocación científica y, por eso, entre dibujo y dibujo, Bassler aprovechó para recordar a las pequeñas que «las chicas podemos hacer cualquier cosa», de hecho, les contaba que ella se está pasando su vida «viendo microbios». Y Greenberg les recordaba de paso que las pasiones pueden surgir, con el paso de los años. «Cuando yo tenía vuestra edad, no me gustaba ir al cole, pero, con el tiempo, fui aprendiendo más cosas y ahora me encanta la ciencia», les contaba. «Vosotros tenéis suerte de hacer cosas divertidas, mi colegio era muy aburrido», añadía entre risas.

Con esas, los galardonados aprovecharon para preguntar a los escolares si a ellos les gustaba la ciencia y hubo, por supuesto, disparidad de criterios. Entre síes y noes rotundos, Bassler les aseguró que trabajar en un laboratorio es «muy divertido» y mantuvo esa afirmación durante el encuentro que tuvo posteriormente con adolescentes en la Nave Almacén. Allí les prometió que «lo mejor de este Premio es compartirlo con los jóvenes que sois el futuro» y, tras esas palabras, se sumergió en los entresijos de la profesión científica, muy desconocida para muchos.

«Los científicos quieren cambiar la manera en la que se entiende el mundo», les contó, antes de despojar de cualquer misticismo a los investigadores. «Son personas como nosotros. Son gente que se aventura a probar y que consigue cambiar la manera de entender el mundo en los últimos 500 años y eso es muy divertido».

Está claro que lo es y que las cosas han cambiado muchísimo en las últimas décadas y, por eso, los inicios de Bassler fueron muy diferentes a los que tienen ahora las científicas. «Cuando yo era niña, las niñas no teníamos referencias para entrar en la ciencia. A mí, por ejemplo, me gustaban la naturaleza y los animales y decidí que iba a ser veterinaria, pero duré dos semanas en la facultad porque la sangre y las tripas no eran para mí», desvelaba. «En aquel momento, me sentí muy perdida», decía, pero en ese campus también se estudiaban otras carreras y eso la llevó a entrar en un laboratorio, por primera vez, y a enamorarse. «Desde que me pusieron una probeta en la mano, no he mirado atrás», bromeaba.

A partir de ese momento, trabajó sin descanso y siempre con mucha cautela porque, tal y como confesó a los estudiantes, «dedicarse a la ciencia es difícil porque tienes que probar, comprobar y reprobar», les advirtió: «La capacidad más importante para ser científico es tener la mente abierta», ya que el resto de destrezas se pueden adquirir. «Todas las tareas que hacemos en un laboratorio se pueden aprender», concluía.