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AZAHARA VILLACORTA
OVIEDO.
Sábado, 10 de octubre 2020, 02:29
«Una herida despide su propia luz/ dicen los cirujanos./ Si todas las lámparas de la casa se apagaran/ podrías vendar esta herida/ con el resplandor que de ella surge». Con esos versos como arranque y el amargo quejido de un bandoneón, como el lamento de un matrimonio en el que el divorcio llega por correo, amante mediante, la poesía de Anne Carson se hizo carne en los cuerpos de Aitana Sánchez-Gijón y José Luis García-Pérez durante la segunda jornada de La Fábrica. Segundo lleno dentro de los límites que impone la covid a los actos organizados por la Fundación Princesa de Asturias en su Semana de los Premios, que únicamente permitieron a 175 personas deleitarse con el recital poético protagonizado por esos dos grandes de la escena que regresaron a las tablas «con una emoción inmensa» tras ensayar varios meses de forma virtual la lectura dramatizada de una de las obras más feroces de Carson, 'La belleza del marido', subtitulada 'Un ensayo narrativo en 29 tangos'. Una delicia con proyecciones de imágenes creadas por Cristina Busto, Nicolás Córdoba al bandoneón y una puesta en escena de Francisco Pardo que hoy repite.
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Este libro inclasificable firmado por la Princesa de las Letras cuenta la historia de una pareja en torno a la idea de Keats «beauty is truth» («belleza es verdad»). «La belleza hace posible el sexo», recita Sánchez-Gijón. Y, a lo largo de esos 29 tangos («un tango, como el matrimonio, es algo que uno tiene que bailar hasta el final»), Carson nos introduce en la historia íntima de una relación que se desmorona. Un relato iluminador, a menudo brutal, conmovedor, pero también oscuramente divertido, en el que los dos intérpretes abordaron con maestría diálogos que ahondan en la más antigua preocupación poética: el amor. «Un texto increíble que te permite crecer como persona», según García-Pérez, y que invitó al público a transitar «por el desamor, la traición, el pasado, el presente y el futuro, siempre con lo femenino muy presente».
Y todo, desde un punto de vista que huye de maniqueísmos, «porque en las rupturas, como en la vida en general, no hay un solo culpable ni un único inocente» y en un «espacio espectacular como la Fábrica de Armas, cuya propia imagen es una metáfora de los tiempos tan complicados que atraviesa la cultura», defendió el actor poco antes de cederle el testigo al otro plato fuerte de la noche: el concierto 'Morricone Pop'.
El recital, dirigido por el músico y productor Miguel Herrero, con el aforo limitado a los 185 ocupantes del Almacén, hizo un repaso por la obra del maestro italiano, desde el spaghetti western a algunos de los temas compuestos y arreglados por el Princesa de las Artes para artistas de la música popular en los 60.
Un tributo a «un creador enorme», explicó Herrero, que estuvo acompañado por Javi Rubio (teclados), Tino Cuesta (teclados, saxo y flauta), Jorge Cambareli (batería), Toño Gómez (trombón), Kike Lusquiños (guitarra), Javi Méndez (bajo) y la prodigiosa voz de Sandra Lusquiños.
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Así que la noche de La Vega viró a los sones de 'Por un puñado de dólares' o 'La muerte tenía un precio', porque «el western forma parte de nuestra influencia más pop. Y, de hecho, Tarantino y muchos otros se han inspirado en ese sonido fronterizo que solo podía crear un genio como él». Una velada intensa en emociones que concluyó en el autocine con el pavor atávico que siguen desatando 'Tiburón' y una banda sonora con el sello John Williams.
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