«En el arte lo difícil es transmitir»

Pagés estará el jueves próximo en el Centro Cultural Óscar Niemeyer de Avilés con 'Paraíso de los negros' y el jueves siguiente, la víspera de la ceremonia de entrega, ambas se subirán juntas al escenario del Auditorio de Oviedo para ofrecer un espectáculo muy especial en que exhibirán su amor compartido por la poesía española. Carmen cerrará la Semana de los Premios al día siguiente del acto en el Campoamor con los Reyes ofreciendo en la Fábrica de Armas un concierto que hace balance de sus cuarenta años en los escenarios

Su actividad será intensa. También estarán en el Teatro Jovellanos de Gijón el martes día 25 en un encuentro con el público. La agenda se anuncia apretada, pero ambas aguardan con ganas. «Estoy deseando estar en esa tierra maravillosa que tenéis», zanja Carmen.

A Carmen Linares (Pacheco en el DNI) el pueblo jienense en que nació en 1951 le dio el apellido artístico y el Madrid de las peñas y los tablaos flamencos, el aprendizaje y la necesidad de ser cantaora. Siempre con su padre, Antonio, guitarrista aficionado, empujando y alentado.

-¿Ha pensando qué diría su padre al verla en el Campoamor?

-Mi padre y mi madre, los dos, porque los dos han vivido mi carrera, pero mi padre me acompañaba en más ocasiones. Y luego mi marido, Miguel Espín, porque a mi profesión le ha dado mucha importancia, la ha valorado y se ha sacrificado en muchas cosas para que yo pudiera seguir adelante. Tenemos tres hijos, así que imagínate. Es muy entendido, está metido en mi mundo y siempre ha estado a mi lado.

-¿Recuerda el día que se sacó el carné de artista?

-Me lo saqué porque lo exigían. Iba a trabajar con un ballet y Paco Romero me dijo: «Nos piden que tengáis el carné». Me apunté, me presenté y me aprobaron. Todo el mundo cantaba sus temas y, cuando ya me bajé del escenario, se me acercó un miembro del jurado y me dijo: «Mira, yo soy tal, tengo un trío de danza y necesito una cantaora». O sea, que me contrataba directamente. Y pensé: «Pues he debido aprobar».

-Menudo cambio hasta hoy...

-Muchísimo. Te estoy hablando de hace 50 años. En unas cosas hemos mejorado y en otras hemos perdido, como siempre.

-Concrete.

-A mí me gustaba el paso que llevábamos en ese tiempo, no había tanta prisa por todo. Nosotros estábamos más pensando en aprender y vivir de este arte, vivir aprendiendo y, poco a poco, vas cogiendo sitio. Creo que es un arte en el que hay que ir paso a paso, se necesita un tiempo para estar en el escenario. Ahora hay menos relación entre los artistas, porque uno canta y se va corriendo, pero también tenemos más información. El tiempo que yo he vivido ha sido maravilloso, con artistas de primerísima línea, y hemos sido valientes, hemos intentado ser nosotros mismos, aportar cosas al flamenco y evolucionar, y me he sentido junto a mis compañeros protagonista.

-Dicen que la constancia es su mejor arma. ¿Cuáles más?

-Constancia en el sentido de que un artista debe saber sobre su arte. Tienes que conocer la parte musical pero también las letras, la historia del flamenco y, cuanto más sepas, más llena estás de ese arte que tú estás representando. A mí me ha interesado todo eso y no limitarme a hacer dos o tres estilos de flamenco. ¿Que puedo vivir con cuatro? Sí, pero es que hay muchos palos, como dice la gente, que se pierden si no los haces. Es más redondo tener un buen repertorio y eso siempre me ha preocupado, pero sobre todo he querido hacerlo bien, sentirlo yo y hacerlo mío, darle mi propia personalidad y llegar al corazón de la gente. Eso es lo más importante.

-Y lo más difícil.

-Lo más difícil es transmitir. Puedes educar la voz, pero que cuando tú cantas la gente sienta es lo más importante en el flamenco y en el arte en general.

-¿Y eso cómo se hace?

-Yo no sé cómo se hace, yo sé lo que siento, y cuando canto para mí es como si me vaciara. Me gusta tanto lo que hago que intento transmitirlo y darlo todo en el escenario.

-¿Le ha pesado ser mujer?

-En el mundo del flamenco, realmente no. Yo he tenido mucha suerte, cuando empecé tenía el apoyo de mi padre. Entonces las mujeres no estaba bien visto que fueran artistas de cualquier tipo, y de flamenco, menos, porque se vivía de noche. Yo creo que los vetos siempre venían de las propias familias, de tu padre o tu hermano o tu novio. Siempre había alguien que te decía eso de «es peligroso», y yo no he tenido censura ninguna. Y cuando conocí a mí marido, todo lo contrario. Hay vetos para las mujeres, pero yo en mi profesión no los he sentido, y en mi vida personal no he dejado que me los pongan. De hecho, todo lo que yo haya podido aportar con mi antología de la mujer en el cante y mi posición ante la vida y el flamenco para que esos tabúes desaparezcan, estoy muy contenta. Hay que seguir reivindicando.

-El flamenco es una forma de ser y vivir. ¿Cómo lo ve usted?

-Es un arte y cada uno se lo toma a su forma. Hay gente que lo vive de una manera y yo de otra. Cuando me subo al escenario soy una artista y cuando bajo soy yo. Arriba estoy dando mi arte, y cuando bajo soy la persona que soy y me interesa mucho la forma de ser, la actitud ante la vida, los valores, la generosidad, la empatía. Intento ser la mejor persona posible.

-¿Siente que ha sido una flamenca poco usual?

-Es lo que hay, yo he actuado como creía que tenía que hacerlo. Y si he roto tópicos, pues estupendo.

-Antes hablaba del aprendizaje. Usted trabajó con grandes como Camarón y Morente. ¿Qué recuerdos guarda?

-Muchísimos y muy bonitos que se quedan en la memoria y en el corazón. Ya no están, han dejado una huella y me han dejado algo dentro que no se va nunca. Tengo muchos recuerdos de Camarón, y con Morente, más todavía, éramos como familia, somos padrinos de su hija Soleá. No me olvido tampoco de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar y otros muchos.

-¿Qué otras músicas escucha?

-Me gustan el pop, la música brasileña, Alejandro Sanz, Niña Pastori... La música es muy sana.

-¿Siente el jazz más cercano?

-El jazz es una música muy personal, con unos códigos muy parecidos al flamenco. Hay una base y es muy libre. Me gusta mucho.

-¿No le tienta salir de lo suyo?

-He hecho otras cosas, pero siempre desde el prisma del flamenco, lo llevo de la mano siempre porque es mi raíz, es lo que llevo dentro y lo que sé hacer.

-¿Qué me dice del reguetón?

-Que está muy bien para estar metida en un sitio bailando y moviendo el cuerpo, ya está. A mí no me inspira, pero respeto todas las músicas.

-¿Y Rosalía?

-Rosalía es una artista estupenda, le ha gustado mucho el flamenco pero lo que está haciendo no es flamenco, no la veo una cantaora.

-¿El flamenquito?

-Tiene que haber de todo. Todo no puede ser cante jondo y cante bueno, el flamenquito se usa para bailar y la fiesta y el flamenco es un arte, es otra cosa, nace en otro ámbito y otros espacios.

-Usted es de mente abierta y eso no gusta a los puristas.

-Yo respeto absolutamente el purismo, tiene que haber gente que esté aferrada a la tradición, a la que yo me aferro también, la tengo en mi ADN, pero yo soy una artista a la que le gusta tener otras miras. No me quiero perder el abanico de posibilidades.

-¿Qué necesita el flamenco?

-Los artistas tenemos que seguir dignificándolo y haciéndolo más grande. Pero luego lo tiene que valorar otra gente y se le tiene que dar el sitio que todavía no tiene. Espero que, poco a poco, con premios como este y otras muchas cosas, se vaya consiguiendo.