«Ya no necesitamos grandes ciudades»

Las viviendas temporales que él levanta a contrarreloj, allá donde haya alguna situación extrema, son el mejor salvavidas para quienes sufren y, por eso, este japonés merecía este reconocimiento de la sociedad. «Después de un desastre, la agilidad de respuesta es importante», asegura. «Las autoridades necesitan discutir y yo, sin embargo, decido sin hablar con nadie», se reía.

Así gana tiempo para ponerse manos a la obra y acortar las desgracias a las víctimas. «Después de un desastre, si empezamos a hablar, la acción se ralentiza», se lamentaba. «Yo acudo solo, me reúno con los locales para ver cuáles son los problemas y busco socios de allí para trabajar rápidamente». Y, además, a él le vale casi cualquier material como «plástico, bambú y tubos de papel» para hacer realidad sus viviendas.

Porque, a veces parece que las únicas víctimas son los fallecidos, pero «los terremotos no solo matan, también desmoronan los edificios», recuerda. «Hay mucha gente que tiene unas condiciones de vida muy malas en los refugios y nuestra responsabilidad es mejorar esa situación», apunta. La mejor manera de hacerlo es empezando por un techo que los cobije. «Eso es lo primero», señala.

Y eso fue siempre así porque «el desarrollo tecnológico no mejora la arquitectura», opina. «No la hace más cómoda, simplemente la agiliza». Eso sí: lo que ha cambiado en los últimos tiempos es la manera de concebirla. «No diría que tuvimos la suerte de tener la pandemia, pero creo que después de la crisis del covid, nos dimos cuenta de que no necesitábamos trabajar en grandes ciudades y que podíamos vivir en cualquier sitio», lanza e insiste: «La pandemia nos ha mostrado el futuro, ya no necesitamos grandes ciudades».

Y eso a pesar de que «los promotores inmobiliarios quieren mostrar su ego a través de grandes rascacielos, pero nosotros podemos vivir en cualquier sitio, de hecho, gracias a esta desafortunada pandemia, se ha encontrado una nueva forma de vivir», sentencia.

Y, en ella, no se puede dejar a nadie atrás. «Yo me decepcioné mucho con mi profesión porque, trabajando siempre para privilegiados, no trabajas para la sociedad», apunta. «Como arquitecto quiero usar también mis conocimientos para quienes han perdido su casa por desastres naturales». Aunque, por supuesto, a Ban también le gusta «construir edificios monumentales», pero no quiere que todo sea eso en su día a día. «Busco un equilibrio y trabajar también para los que padecen», concluía ayer, con el recuerdo de José Andrés, premio de la Concordia el año pasado. «La comida es importante después de un desastre, así que confío en que tengamos una buena relación», le lanzaba el guante.