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Alta y con una elegancia natural inmensa, Siri Hustvedt vuelve a Oviedo, la ciudad que la premió con un Princesa de las Letras en 2019 a ella y en 2006 a su marido, el añorado Paul Auster. Lo hace con un par de libros ... en proceso de gestación y el recuerdo del escritor aún muy presente.
–Lo primero, ¿cómo está después de la muerte de Paul Auster?
–No se llega a saber, no se imagina uno cómo va a ser. Estaba preparada, sabíamos que iba a fallecer, pero nunca te haces idea. Ahora puedo decir que no he pasado por una depresión, aunque sí he pasado por el duelo. Me levanto, trabajo... Estoy escribiendo una memoria de su enfermedad, el duelo y nuestro matrimonio, que fue muy largo, 43 años estuvimos casados. Escribir me ayuda a mantenerme estable. Sé que Paul estaría feliz viéndolo. Empecé a escribir el libro a la semana de morir y espero acabarlo en unos pocos meses. Esa es la respuesta larga. La breve es: aquí estoy, aguantando.
–Vuelve a Oviedo, donde seguro que guarda buenos recuerdos con él. ¿Qué premio le hizo más ilusión a él el suyo propio o el que le otorgaron a usted?
–Yo creo que él estaba encantado de su premio. Recuerdo lo que disfrutamos Sophie y yo al verle en el escenario, se me caían las lágrimas. ¡Estaba guapísimo! Cuando gané yo, él estaba encantadísimo. Estábamos hechos el uno para el uno... Creo que ambos galardones nos hicieron ilusión a los dos.
–¿Y después de esa memoria qué?
–Tengo una novela en la que llevo tiempo trabajando y cuando acabe este libro volveré a ella.
–Háblenos de esa obra.
–Es una novela que tiene tres protagonistas, es un 'menage a trois' complicado. Una de estas personas desaparece, es un protagonista muy misterioso. Y luego hay un libro dentro del libro escrito por el padre de uno de los protagonistas que muere antes de poder acabar el libro. Esta es la parte más difícil intelectualmente. El reto para mí es que después de acabar el libro con el que estoy ahora, tengo que dar un salto y darle un final a esa novela. Pienso que sí puedo redondearla, pero antes tengo que escribir estas memorias, lo necesito, y además me han ayudado a reposar un poco la otra historia.
–¿Cómo alivia la realidad a la hora de contarse, cómo alivia la ficción? ¿Cómo juegan en su cabeza ambas?
–En términos prácticos y emocionales, por motivos humanos, ha sido difícil trabajar en la novela mientras Paul estaba en tratamiento oncológico, que fue durante año y medio, porque empezó ya a presentar fiebre alta antes de comenzar. También he visto que al sentarme con estos personajes ficticios me costaba concentrarme, no podía... Más allá de tomar nota, era muy difícil. Pero quizá la pregunta sería sobre cómo se relacionan la imaginación y la memoria, porque si no son lo mismo poco les falta. Escribí una novela que se llamaba 'Recuerdos del futuro', en la que una narradora mayor le habla a la joven, y ahora tengo entre manos un libro en el que es todo cierto lo que escribo y he encontrado cartas, material real, de cuando nos conocimos Paul y yo en 1981, y todo eso va a estar en él. Recuerdo las cartas pero no lo que ponían y es curioso que este libro se vuelve una versión real de 'Recuerdos del futuro'. Estoy descubriendo material del matrimonio y lo que ocurre es que mis recuerdos no siempre quedan confirmados con el material. Lo mismo sucede con cómo recordábamos Paul y yo juntos muchas cosas, no es que nos equivocásemos del todo, pero sí un poquillo. Cuando tienes las fechas, las cartas, toda la documentación para reconstruir, resulta que no siempre lo que recuerdas fue así. La ficción al final siempre nos emborrona los recuerdos. Esto forma parte de este trabajo. Para mí todos los libros tienen que ser un acto de exploración y autodescubrimiento, han de ser una aventura y un esfuerzo emocionante. También es cierto que trabajar en unas memorias como estas me hace sentirme viva. Se titulará 'Ghost Stories', porque al final es eso, historias de fantasmas.
–Ficción parece a veces lo que pasa en su país. ¿Veremos una presidenta de EE UU? ¿Cómo vive estas vísperas electorales?
–Soy una fan absoluta de Kamala Harris. Sé que hay críticas por cómo está haciendo la campaña y porque quiere que se pasen algunos republicanos a su bando, pero es sincera, me parece que es encantadora, me chifla ver sus fotos. Si pasa, que espero que sí, nos daremos cuenta de lo importante que es, no solo porque es una mujer, sino porque además es de ascendencia negra y asiática. Sería fantástico. Pero el riesgo de que Trump sea presidente es tan grande, me da tanto miedo. El hecho de que este psicópata básicamente pueda hacer lo que le dé la gana en público, ser incoherente hablando de detenciones masivas que son en realidad campos de concentración, y que haya millones de personas a las que no les importa... ¿Pero de qué estamos hablando? No somos tontos, sabemos cómo es la historia del mundo, e incluyo a España. No podemos ser ingenuos, pero es que me maravilla lo fácil que los autoritaristas pueden hacerse con el poder. Y la gente les vota. Hitler llegó a través de unas elecciones, vosotros pasastéis por la guerra civil. Los precedentes históricos son muchos. Ojalá los medios de comunicación prestasen atención. Parece como si Donald Trump y Kamala Harris fueran ambos candidatos legítimos. Pero ¿cómo un monstruo autoritario puede compararse con alguien que quiere una república democrática? ¡No lo entiendo!
–¿Cómo ve la situación de la lucha feminista en el mundo?
–Es importante reconocer de nuevo lo que son los precedentes históricos. Cuando las mujeres adquieren mayores libertades, al final acaba habiendo resistencia, porque es una amenaza a las más profundas estructuras de poder. Muchas veces se aprueban leyes, como en EE UU, que eliminan derechos reproductivos. De hecho, durante el fascismo europeo los derechos de los mujeres se recortaron en Italia, Alemania y España. Movimientos como el 'me too' han ido cambiando el pensamiento social colectivo sobre el acoso y espacio personal. Cuando yo era joven, el acoso era constante, a veces cosas graves y a el típico manoseo o los hombres invadiendo tu espacio y nadie se planteaba que pudieras protestar. Las mujeres tenían que aguantarlo. Si le diéramos la vuelta al a tortilla, no habría un hombre que quisiera sentarse en un metro. Ese discurso en torno al acoso ha calado y las mujeres pueden hablar ahora como nunca. Eso es un gran logro.
–¿Es optimista entonces?
–Sí, pero hay hacer que la lucha no decaiga. No podemos darnos por contentas porque siempre va a haber resistencia.
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