Haruki Murakami. Fotos: Damián Arienza | Vídeo: Diego Abejón

Haruki Murakami. Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023

«Yo no tengo maestros ni discípulos, yo tengo mi propio estilo, que es el 'murakaísmo'»

El Premio Princesa de las Letras, Haruki Murakami, participó en el Jovellanos en un encuentro con clubes de lectura

Ana Ranera

Gijón

Miércoles, 18 de octubre 2023, 21:19

Haruki Murakami nació en Kioto, pero siempre ha huido de la literatura japonesa. Este escritor, Premio Princesa de las Letras, es hijo de dos profesores de letras niponas, así que él «procuró estar siempre lejos de ellas», según confesaba ayer en el Teatro Jovellanos. Ante ... él y ante su sentido del humor, se repartían un millar de integrantes de clubes de lectura de Asturias, Cantabria, Galicia y Castilla y León. También estaba la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, quien no se quiso perder a este hombre que está convencido de que las novelas de su país no le influyeron mucho. «Cuando empecé a escribir mis libros, lo hacía desde un lugar que no tenía nada que ver con la literatura japonesa», lanzaba y reivindicaba: «Yo soy japonés, vivo en Japón y escribo en japonés, así que, aunque me digan que lo que hago no es literatura japonesa, yo he creado mi propio estilo y es japonés».

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Igualmente, Murakami huye de influjos y aseguraba que no le gustan nada «los ismos». Por eso, defendía que él no tiene «ni maestros ni discípulos. Yo tengo mi propio estilo que es el 'murakaísmo'», sentenciaba. Y ese estilo solo sale a la luz cuando a él le da la gana porque, según decía, solo escribe cuando le apetece escribir. «Si tuviera que hacerlo por obligación, no sería feliz».

Probablemente, si sentarse frente al papel en blanco fuera una condena, no conseguiría conectar con sus lectores. «Yo tengo 74 años y ya estoy bastante mayor, pero los jóvenes disfrutan leyéndome y disfrutan, además, tanto hombres como mujeres», contaba. Y, ante tanta variedad de público, Murakami pensaba que «la mente de las personas mayores, en el fondo, conserva la parte juvenil», sobre todo, cuando el escritor «profundiza hasta el final de la conciencia». «Nuestra conciencia es como una casa, tiene planta baja y sótano y los escritores tenemos que llegar al segundo sótano», añadía.

Tienen que bajar hasta las profundidades y estar también pendientes de las alturas porque el nipón siempre está esperando a que la inspiración se descuelgue de las nubes. «Nuestra tarea como escritores es crear algo, pero antes que nada hay que esperar a ver si cae algo del cielo», bromeaba. «Cuando yo tenía 29 años, un día de primavera, fui a ver un partido de béisbol y se me ocurrió pensar qué podía escribir. Esa idea se me cayó del cielo, fue una especie de epifanía y, desde entonces, sigo esperando a que otra cosa me caiga del cielo».

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Tras esas palabras, el pianista Martín García puso con su talento pausa al encuentro, que siguió con el recuerdo de la primera novela occidental que cayó en manos del japonés. «La leí a los doce años y fue 'Rojo y negro', de Stendhal. Fue algo prematuro», se reía. Tanta prisa vital estuvo empujada porque él no tiene hermanos, solo tiene «gatos y libros» y ambos se cuelan constantemente en esa cabeza que nunca frena porque, según confesaba, «estoy todo el día en casa pensando». Solo cuando sale a correr encuentra algo de calma: «Procuro vaciar la mente, pero es una tarea bastante difícil». Es complicado porque escribe de todo, hasta de lo más violento y más cruel. «Eso me hace sufrir, pero esas cosas también hay que escribirlas», prometía ayer, antes de que Edgar Plans le regalara una camiseta diseñada por él mismo, que agrandará la colección de un japonés que huye de la literatura japonesa.

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