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G. XIMENIS / E. P. / M. F. A.
LONDRES.
Jueves, 23 de mayo 2019, 02:22
Sonriente, agradecida, feliz. Siri Hustvedt tomó asiento en la sede del Instituto Cervantes de Londres convertida en flamente Premio Princesa de Asturias de las Letras y habló largo y tendido de su vida y obra, de los porqués que la han llevado a un palmarés al que se unió en 2006 su marido, el escritor y cineasta Paul Auster. «Yo ya estaba encantada cuando él recibió su premio y estoy segura de que él lo está con el mío», dijo la escritora, quien confesó «sorpresa y felicidad» al saberse ganadora.
Dijo Siri Hustvedt que la sociedad actual «sigue necesitando» al feminismo porque «la historia no ha terminado». Porque aún queda mucho por pelear: «Es una manera de librarnos de cadenas impuestas al ser humano», anotó. Y no olvidó que el premio llega de España, un país que conoce bien, y también la fuerza que la lucha de las mujeres ha tomado en los últimos años. «Es difícil dirigirme a generaciones específicas, como a las de España, porque el feminismo es algo que lleva siglos», señaló, si bien recordando que en ocasiones surgen 'olas' feministas al mismo tiempo que «emergen populismos».
Hustvedt reinvidicó su obra en este contexto feminista. Y no le quedó más remedio que reír ante ante la pregunta obvia: ¿Cómo se siente cuando alguien la identifica como 'la mujer de Paul Auster?'. «No te lo puedes tomar como algo personal, sino como un asunto que afecta a hombres y mujeres», defendió. «Para alguien como yo, el reconocimiento supone derrotar a estos convencionalismos», explicó, tras poner ejemplos en la historia de otras parejas en las que a la mujer le costó alcanzar reconocimiento, como Sartre y Simone de Beauvoir.
También en Londres habló de forma más calmada para la agencia Efe. Su obra es pura reflexión, sobre estos y sobre otros muchos aspctos. «Desde el principio, he escrito lo que algunas personas han llamado novelas de ideas, aunque nunca hay novelas sin ideas. Mi ficción y mi no ficción están íntimamente relacionadas. Ambas preguntan lo que creo que son cuestiones importantes. Qué somos, qué significa ser humano. Qué está fijado en nosotros y qué es fluido. Cómo nos habita la cultura. Todo esto es parte de mi búsqueda sobre la persona», afirma. Y añade: «Estoy todo el tiempo leyendo, y esa lectura penetra tanto en mis novelas como en mis ensayos y trabajos académicos».
Para la escritora es importante que las mujeres sigan avanzando. «Cada vez que una mujer gana un premio importante, en literatura, en ciencia o en sociología, es algo positivo. Quizás lo más importante es que es una buena señal para las niñas», afirmó. Pero no niega que aún hoy hay dificultades. «Vienen a mi mente muchas mujeres, algunas de las grandes artistas que realmente admiro. Louise Bourgeois dijo que una mujer no tiene espacio como artista hasta que demuestra una y otra vez que no será eliminada. Creo que es cierto que ser una mujer artista requiere en muchas ocasiones una mayor persistencia». Dicho de otra forma, el trabajo de un hombre se exalta porque concebimos la autoridad en términos masculinos. «Pensamos en las mujeres escritoras como menos serias y menos importantes. A veces incluso consideramos que están contaminadas por la feminidad. Estos son aspectos profundos y, en muchos casos no reconocidos, de nuestra cultura a los que debemos prestar atención».
Defiende la autora un feminismo humamista que elimine las feroces expectativas que van asociadas tanto a la feminidad como a la masculinidad, «porque de esa forma estamos liberando a todo el mundo». Y lo explica así: «Tampoco es fácil encajar en la masculinidad. En sociología existe la noción, creo que cierta a grandes rasgos, de que la masculinidad no es un estado, no es algo a lo que simplemente te adhieres, sino que es algo que tiene que ser demostrado una y otra vez», apunta. Y aclara después que la feminidad, en cambio, es algo más sencillo, porque simplemente por hecho de nacer con unos genitales se te reconoce como mujer. «La masculinidad es más frágil, tiene que ser demostrada. Existe una larga historia de duelos y luchas. Hay hombres que no comen ensaladas porque se puede entender como femenino. Esa presión tampoco es fácil de llevar, incluso si tienen ventajas que las mujeres no tienen, esas categorías, esas feroces cajas que se aplican a las personas en términos de feminidad y masculinidad creo que son muy limitantes», concluye.
Lo de Trump, de quien también habló, es otra cosa bien distinta. La escritora se refirió al presidente de Estados Unidos concalificativos nada complacientes, como tampoco lo fue con los populismos en alza. «El problema no es que exista esa gente, sino que los voten millones de personas», lamentó. Para la escritora, Trump es alguien «abiertamente racista y misógino, un ignorante que no sabe nada de la Constitución», pero que sin embargo recibe el respaldo de numerosas personas en Estados Unidos porque «la gente dice que le ama por su honestidad».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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