Ana Blandiana Premio Princesa de las Letras

«La era de la posverdad encierra peligros tan grandes como los de las guerras mundiales»

«El misterio de la poesía se asemeja en su intensidad a los misterios de la religión»

M. F. Antuña

Gijón

Domingo, 6 de octubre 2024, 02:00

La Princesa de las Letras 2024, la escritora rumana Ana Blandiana (seudónimo de Otilia Valeria Coman, Timisoara, 1942), será la primera de los galardonados en llegar a Oviedo. El próximo domingo estará en el Reconquista y empezará a continuación un periplo por distintos lugares para ... hablar de su vida de lucha contra la dictatura y la censura y su obra rebosante de vida y sensibilidad. Su voz se escuchará en un sinfín de actos y en la ceremonia de entrega del día 25 en el Teatro Campoamor.

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-¿Recuerda cómo empezó todo, cuándo sintió el deseo de contar algo y de darle forma escrita?

-Empecé a hablar relativamente tarde, pero no aprendiendo palabras, sino inventándomelas, de modo que a los 3-4 años toda la familia se acostumbró a hablar en mi idioma e incluso ahora, unos primos algo mayores que yo con los que me crié me vacilan recordándome mis palabras de entonces. En ese idioma adquirí la costumbre -que preocupaba a mis padres- de esconderme en un rincón y hablar sola. Nadie lo entendía pero, visto lo que vino después, cuenta la leyenda que eran versos.

-¿Cómo ha cambiado ese deseo de contar, de contarse, de contarnos a todos nosotros de aquella niña a ahora?

-Más tarde, hacia los 5-6 años aprendí a leer y escribir, y durante años intenté imitar a todos los poetas que descubría y de los que me enamoraba y, como en un juego, fui subiendo peldaño tras peldaño hasta llegar a mí misma. Publiqué mis primeros poemas en una revista escolar a los nueve años, mi primer poema firmado Ana Blandiana en una revista literaria a los 17 años. Ana Blandiana es un pseudónimo porque no podía publicar con el nombre de mi padre, que era un preso político.

-¿Ética y poética hasta qué punto deben ir unidas? ¿Cómo deben relacionarse?

-Aunque la historia del siglo pasado ha hecho todo lo posible por separarlas, la memoria del vínculo entre lo bueno y lo bello (kalokagathia) en la antigüedad se conserva en el alma colectiva. No creo que un buen poeta pueda ser una mala persona, ni que el aura de la poesía pueda camuflar crímenes. El misterio de la poesía se asemeja en su intensidad a los misterios de la religión, que siempre reivindican el bien supremo, aunque la definición de este no sea siempre la misma.

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-Su compromiso ético y político, su apuesta por la libertad en su país siempre han estado en su vida y obra. ¿Qué sensación le provoca ahora mirar hacia atrás y observar todo lo vivido, todo lo luchado, todo lo sufrido?

-Mi compromiso político nació de un compromiso moral, no podía estar del lado de quienes ordenaban asesinatos y reprimían libertades, no podía dejar de oponerme a la censura, ni podía aceptar censurarme a mí misma. El hecho de que esta elección no fue el resultado dramático de procesos de conciencia, sino que surgió de forma natural como la única posible, hizo que mi evolución fuera clara y en cierto modo lineal, sin grandes cambios, lo que también hace que mi mirada retrospectiva sea serena; siempre he estado del mismo lado, lo que ha cambiado es solo la intensidad del mal o sus formas de manifestación. La era de la posverdad y las fake news encierra peligros al menos tan grandes como los de las guerras mundiales y los imperios totalitarios, y el hecho de que la censura ya no la inventen los tiranos sino los intelectuales, no solo es aterrador, sino también de una tristeza inconcebible.

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-¿Cómo era la Rumanía en la que creció y se hizo escritora y cómo es la Rumanía de hoy? ¿Es optimista respecto a su país?

-Cuando Europa estaba dividida entre el mundo libre y el lagăr socialista (siempre me he preguntado si esta fórmula que contiene la palabra lagăr, que significa campo de concentración, no fue inventada como autoengaño por la propia Unión Soviética) Rumanía formaba parte de la zona reprimida del continente, mientras que ahora es uno de los miembros de la Unión Europea y de la OTAN. Esto representa un cambio no solo de sistema político, sino también de condición existencial y un enorme salto adelante, aunque el mundo en su conjunto parezca menos seguro y la amenaza de un orden mundial cambiante parezca favorecer a las dictaduras.

-He leído que los rumanos tienen un gran sentido del humor, como usted también lo tiene. ¿Hasta qué punto el humor nos puede salvar?

-Reírse de la desgracia ha sido a lo largo de la historia una forma específicamente rumana de resistir e incluso de escapar de la historia. Pero lo que nos salvaba podía al mismo tiempo degradarnos. Al burlarse del mal, este se hacía más soportable, más aceptable incluso, y la resistencia menos imperativa. Ridiculizando a sus enemigos, burlándose de sus invasores, satirizando a sus verdugos, el humor se convirtió en una válvula por la que fluía la rebelión y nos sacó del tablero llevándonos a las orillas de la historia.

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-La literatura es salvación y sanación para muchas personas. ¿Cómo vive esa faceta usted como escritora?, ¿Cómo es saber que su obra puede aliviar el sufrimiento de otros?

-Siempre he considerado que soy la creación de los escritores que he leído, de los artistas que he admirado, de los filósofos que he comprendido, al menos tanto como soy la creación de mis padres. Solo deseo poder representar para quienes me leen lo que los escritores que amé representaban para mí.

-¿Cuál es la literatura que la salva a usted? ¿Qué le hace feliz?

-Aquella en cuyo centro se halla el sufrimiento como forma de expresión de la humanidad.

-¿Para escribir importa más el talento o la constancia y el empeño? ¿Cómo se relacionan ambas en su caso en concreto?

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-Nunca he pensado en la escritura como el resultado de la voluntad o de la perseverancia, sino como una forma de predestinación que funciona como un 'perpetuum mobile' en el que el trabajo y el talento son sus combustibles y sus instrumentos.

-¿Cuáles son sus rutinas narrativas? ¿Qué pasa entre que surge la idea y se concreta? ¿Hay sufrimiento, disfrute?

-Solo escribo en papel. Solo puedo pensar con el lápiz en la mano. El ordenador sirve solo para pasar a limpio. Me resulta difícil, imposible e incluso indecente hablar del esfuerzo, el sufrimiento, la impotencia, la iluminación e incluso el éxtasis que constituyen el acto de escribir. Pero puedo confesarle que a veces, al final, hay una felicidad que lo compensa todo. Me ha ocurrido que cuando leo una página que acabo de terminar, me entran ganas de bailar de tanta felicidad.

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-Narrativa, ensayo y poesía. Cada una tiene su aquel. ¿Requiere disposiciones diferentes afrontarlos?

-Siempre he escrito poesía. Empecé a escribir ensayos después de publicar mi primer volumen de poesía y cuando empecé, por un lado, a tener a mi disposición las páginas de las revistas literarias y, por otro, a sentir la necesidad de centrarme en mi propio devenir, en mi situación como persona que mira el mundo y es mirada por el mundo. Y aunque a menudo también utilizaba metáforas en mis ensayos, las palabras de la poesía y las de los ensayos tenían colores y propósitos diferentes. Empecé a escribir prosa más tarde, después de haber publicado varios volúmenes de poesía, cuando el mundo, la vida y la historia, en mí y a mi alrededor, se habían vuelto tan oscuros que no podía fingir que no los veía, ni cargar la poesía con su fealdad. Empecé a escribir prosa porque sentía la necesidad de fijar y exponer la realidad sobre el papel. Mi deseo ardiente era describirla con realismo, sin contemplaciones, en toda su aberración. Pero extrañamente, sin mi voluntad, porque la poesía no aceptaba ser abandonada, o porque la monstruosidad de la historia era tan total que se volvía misteriosa, mi prosa se volvió fantástica. Descubrí que lo fantástico no es lo contrario de lo real, sino solo su aspecto más significativo.

-¿En qué disposición está ahora? ¿Qué le apetece escribir? ¿Qué le queda por hacer?

-En los últimos años he publicado unos libros un tanto especiales que mezclan géneros, una especie de ensayos que argumentan sus ideas con memorias escritas en prosa ('Falso tratado de manipulación', 'Hermano, mundo'), pero este verano he vuelto a la poesía y dentro de unas semanas publicaré un nuevo poemario.

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-Supongo que habrá visto el palmarés de este año, también con otra mujer autora de cómic y resistente como usted como es Marjane Satrapi. ¿Cómo vive usted la revolución feminista que estamos viviendo?

-Crecí y viví mi juventud en una sociedad comunista en la que la igualdad de mujeres y hombres se celebraba como una victoria del Estado y del gobierno, y se representaba de forma exagerada, casi caricaturesca: se las mediatizaba, se las condecoraba, se les cantaba en versos proletcultistas, mujeres-de-la-siderurgia, mujeres-mineras, mujeres-tractoristas. Lo específicamente femenino era solo el hecho de que daban a luz (con más de diez hijos se las declaraba madres-heroínas) o morían de septicemia tras abortos ilegales practicados con medios medievales porque los métodos anticonceptivos y los abortos estaban prohibidos. Todo lo demás era común e igual para hombres y mujeres: la pobreza, el trabajo, las colas para conseguir comida, el terror. Con este trasfondo entre la vida y la muerte, los matices sofisticados y sutiles de la lucha feminista, por muy real y justificada que sea, se dibujan en un registro más blando. Por eso, el destino y la obra como los de Marjane Satrapi, que sitúan las cuestiones feministas en el contexto histórico y político de la represión islámica contra las mujeres, adquieren una importancia y una profundidad general humanas, más allá de su significado artístico militante.

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-¿Sintió el peso de ser mujer en el mundo de la literatura en el pasado?

-En cierta medida, porque, al haberme casado muy joven, entré en el mundo literario predominantemente masculino con mi marido, escritor como yo, y nos acogieron como pareja y nos respetaron a los dos como colegas. Además, las circunstancias políticas, el hecho de que se me conociera como escritora prohibida antes de que se me conociera realmente como escritora, le dieron un cariz más grave a mi destino.

-¿Cómo adivina el futuro de la literatura en los tiempos de la cultura de la velocidad absoluta y las redes sociales?

-El hecho de que los jóvenes lean cada vez menos, de que la noción de cultura se confunda cada vez más con la de entretenimiento, es motivo de preocupación. Pero estoy convencida de que en tiempos de crisis, cuando la gente siente que la definición misma de la humanidad está amenazada, recurre a la poesía como medio de salvación. La prueba es la poesía escrita en los muros de las cárceles y los poemas transmitidos a través del samizdat [copia y distribución clandestina de literatura prohibida por la censura en la antigua Unión Soviética y los países del bloque del Este].

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-La poesía, precisamente, vive un buen momento en internet. ¿Le gustan estas nuevas maneras poéticas?

-La poesía en las redes sociales, en internet, que nace en los cursos de escritura es beneficiosa y útil como forma de acercamiento a la poesía, no como sustitución de la poesía. Lo ideal es que produzca lectores, no autores. Hay innumerables pasos en la cultura que no deben confundirse. La palabra música se utiliza para Bach y los Beatles, pero también para Taylor Swift.

-Se viene a Asturias, una ceremonia solemne con los Reyes, la Princesa. ¿Cómo lo afronta?

-Me intimida.

-En España siempre se ha admirado su obra. ¿Cómo se lleva con sus lectores españoles?

-Es evidente que la suerte y el éxito de un poeta en el mundo están en proporción directa con el talento y la calidad de sus traductores. A pesar de todas las desgracias que me han ocurrido a lo largo de mi vida, creo que soy una persona afortunada. En cualquier caso, en España tuve la suerte de conocer de un modo existencial a Viorica Pâtea, profesora de la Universidad de Salamanca, anglista, especialista en Pound y Eliot, que se convirtió no solo en mi traductora, sino también en una especie de alter ego mío, que conoce mis libros mejor que yo misma, y que los ha traducido al español con Natalia Carbajosa y Fernando Sánchez Miret y al inglés con Paul Scott Derrick. Con ella he participado en decenas de debates públicos en España, colaborando tan perfectamente que tenía la sensación de estar hablando español, cosa que desgraciadamente no puedo.

-Y cuéntenos por último cómo ha sido su relación con nuestra literatura.

- Me encanta Machado, me conmueve Lorca, me marcó Unamuno, me sabía a Lope de Vega casi de memoria cuando era adolescente, siempre estoy releyendo a Cervantes... Mientras, El Greco y Zurbarán representan para mí el lugar geométrico donde el arte y la fe se funden en el misterio último.

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