PACHÉ MERAYO
Miércoles, 21 de octubre 2015, 23:07
Hay que decir lectores. El idioma obliga, pero en realidad, la inmensa mayoría de las 1.500 personas que escucharon, aplaudieron y rieron ayer a Padura eran mujeres. Lectoras de clubes de toda España, que una hora antes de la cita ya hacían afición por cientos a las puertas del Palacio de Congresos y Exposiciones de Oviedo. Querían saberlo todo del escritor cubano que recibirá pasado mañana el Premio Princesa de Asturias de las Letras y para saciar su curiosidad se sentaron frente a un escenario que parecía el de un crimen. Dos figuras enmarcadas en blanco, varias señas numéricas de pruebas y en el centro una leyenda: 'Padura, coartada perfecta'. Precisamente entre sus letras se sentó el autor de 'El hombre que amaba los perros' y allí confesó que cada vez que se acerca el final de una novela siente que le llega su propio final. Que el «vacío» ante el último punto es tan grande que advierte: «Creo que si termino me muero».
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Con el guionista y editor Felipe Hernández Cava sentado a su lado haciendo de intermediario de las preguntas trasladadas desde todos los rincones del país -porque de todos llegaron ayer sus lectores y lectoras-, Padura habló también de ser no solo escritor, sino escritor cubano. De trabajar con «paciencia y delicadeza», en una labor «llena de riesgos y dudas, como toda creación». De «afrontar con responsabilidad» el hecho añadido de su cuna habanera, que «durante demasiados años ha ofrecido una imagen en blanco y negro». Para librarla de esa distorsión trata «de ser objetivo». Pero sabe que «nadie» -tampoco él- «tiene la verdad».
Emocionado hasta las lágrimas al observar a quienes disfrutan con sus palabras, expresó «lo fuerte» que era para él, que «escribe solo y no tiene nunca enfrente al destinatario de sus escritos», encontrarse cara a cara con sus seguidores. Pero sobre todo habló de su personaje estrella y de lo mucho que tienen en común. Mario Conde, El Conde seguramente ya para sus lectoras y lectores, nació como Leonardo Padura un nueve de octubre, aunque no de 1955 como el escritor, sino dos años más tarde. De hecho en la novela que ahora está escribiendo y que le recupera como protagonista, «observa el calendario de 2017 y piensa en sus 60 años como quien piensa en su cuarta edad. Con todo lo que ha bebido y fumado, cree que no le queda mucho más». Su padre literario también gusta de «tomar alguna copa», pero ya no tantas como su policía de novela. Eso sí, fuman la misma marca de cigarrillos y tienen el mismo amor por la literatura. «También las mismas esperanzas y hasta las mismas experiencias». Seguramente a los dos les gustan los «personajes que se han confundido en la vida. Los que viven en el margen de la sociedad».
Conde marca para la crítica la raya entre las novelas negras, como las cuatro que componen su afamada tetralogía 'Las cuatro estaciones' y que salieron ayer al paso en varias ocasiones, y las obras no de género o «mayores», en palabras de Hernández Cava. Pero para él no hay distancia estilística ni valorativa. «Mis novelas no consideradas policiales son las más policiales que he escrito», sentenció, asegurando que «no hay mejores recursos que los que otorga la estructura interna de una novela con crimen y enigma». Y dijo más. «Cada una es la mejor que he podido escribir en cada momento».
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