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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Jueves, 8 de junio 2023, 01:02
Premio de Investigación Científica y Técnica para quienes estudian los microorganismos que habitan la Tierra y que nos habitan a los seres humanos, aplauso e impulso para quienes con sus trabajos abren puertas a nuevas terapias, tratamientos y formas de mejorar la salud. El jurado del Princesa de Asturias otorgó ayer su galardón a los biólogos estadounidenses Jeffrey Gordon y Everett Peter Greenberg y a la bioquímica también norteamericana Bonnie Lynn Bassler, «por sus contribuciones a nuevos enfoques que reconocen el papel imprescindible de las comunidades de microorganismos» en todo lo que nos atañe y circunda. Son dos ámbitos de trabajo distintos pero que confluyen los que aquí se distinguen: por un lado, el microbioma humano y, por otro, la forma en la que se comunican y, por tanto, evolucionan las bacterias. «Ambos descubrimientos están permitiendo aplicaciones terapéuticas innovadoras y la búsqueda de nuevos tratamientos efectivos contra bacterias resistentes a antibióticos», ha dejo escrito para la historia el jurado.
Tres nombres mayúsculos de la ciencia con nacionalidad estadounidense que viven la una en la costa Este, otro en el Medio Oeste y el último, en la costa Oeste. De New Jersey, donde se halla la exclusiva Universidad de Princeton en la que trabaja Bonnie Lynn Bassler, a la Washington de Misuri, en la que investiga Jeffrey Gordon, a la del Estado de Washington, en Seattle, donde se halla el laboratorio de Greenberg, viajó el galardón que el 20 de octubre les acercará al Teatro Campoamor de Oviedo. Philip L. Felgner, premiado de Investigación 2021, fue quien propuso su candidatura.
Puede que su nombre no le diga nada a mucha gente, pero Jeffrey I. Gordon (Nueva Orleans, 1947) está detrás de ese producto tan en boga que son los probióticos. Está considerado el pionero del estudio del microbioma humana, que no es otra cosa que las decenas de billones de microorganismos que habitan nuestro intestino y su influencia en la salud es total. Lo curioso es que no solo afecta a males vinculados con la nutrición o al metabolismo, como pueden ser la diabetes y la obesidad, sino también en el desarrollo neurológico e inmunitario de niños y jóvenes. Gordon ha sido el impulsor del Proyecto Microbioma Humano, que ha permitido cifrar en unas 10.000 las especies que forman la microbiota y secuenciar el genoma de más de un centenar. Ha ofrecido un nuevos enfoques basados en contar con una microbiota sana e incluso propone trasplantes de microbiota. Es desde Misuri desde donde afronta un reto con decenas de discípulos en todo el mundo. De hecho, aquí en Asturias, se lleva años trabajando en el IPLA de Villaviciosa.
Bonnie Bassler (Chicago, 1962) y Everett Peter Greenberg (Nueva York, 1948), por su parte, son pioneros en el estudio de la comunicación entre bacterias. Tal cual lo de la comunicación. Porque han descubierto que las bacterias hablan entre ellas. Bassler es autora de una charla Ted en la que explica cómo, mediante la emisión de ciertas sustancias, se producen esas conversaciones que llevan a la formación de grupos y, por lo tanto, a un comportamiento distinto de esos microorganismos que cuando se gestionan de forma aislada. Fue Greenberg quien acuñó en 1994 el término 'quorum sensing', pero fueron ambos quienes, por separado, han puesto luz sobre este mecanismo. Sucede más o menos lo siguiente: cada especie bacteriana tiene una molécula propia, lo que se podría entender como un idioma, que secretan y que reconocen solo las de su especie, de manera que saben cuándo hay otras y se forman comunidades o quorum que regula la expresión de algunos genes. Todo eso es complejísimo, pero no es en absoluto baladí en este hoy en el que las infecciones nos siguen acosando y la resistencia a los antibióticos se multiplica peligrosamente. Ellos han descubierto que la comunicación bacteriana es importante como parte de la microbiota de nuestro organismo y por su papel en las infecciones, que comienza con una actividad baja que acaba multiplicándose y transformándose en un ataque al organismo. De aquí han partido para desarrollar moléculas antagonistas de esas sustancias que puedan interferir en la comunicación como una posible vía antimicrobiana para bacterias resistentes a los antibióticos. Los tres tienen una trayectoria trufada de reconocimientos y continúan trabajando en sus respectivos laboratorios de costa a costa y en el Medio Oeste, buscando la manera de encontrar terapias que, simplemente, mejoren nuestras vidas. Lo hacen sabedores de que, como decía ayer la bióloga y Premio de Investigación Sandra Myrna Díaz, que formó parte del jurado, sus trabajos marcan un antes y un después, significan un cambio de paradigma al hacernos entender que los microorganismos son parte de nosotros mismos, conforman con nosotros un ecosistema que hay que saber cuidar y gestionar. Son esenciales para nuestra salud en general, para nuestra inmunidad y para nuestro bienestar psicológico.
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