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Suele contar Jeffrey Gordon que de niño soñaba con ser astronauta y encontrar vida en Marte, pero no tuvo en realidad que desplazarse a años luz de la Tierra para dar con formas de vida apasionantes y reveladoras de quiénes somos y que pueden ... ser y son una fuente de salud. Las distancias se acortaron en la vida científica del flamante Princesa de Investigación Científica y Técnica, que se quedó en casa, en el propio cuerpo que todos habitamos, para encontrar las vidas, ínfimas, minúsculas, en la que adentrarse. «Al final me quedé investigando este vasto mundo de microbios que tenemos dentro de nosotros», afirmaba este médico y biólogo experto en la microbiota en una entrevista tras recibir un galardón previo al que nos ocupa.
Cambió de rumbo y halló dentro el mejor de los caminos y una manera de cambiar el paradigma y la manera de enfocar hacia la salud. Y es mucho decir. «El viaje de reconocer las necesidades desconocidas es el viaje en el que todos estamos embarcados», dice de forma poética el pionero en descubrir que todos esos microorganismos que habitan nuestro intestino tienen un poder inmenso, que afectan a nuestra nutrición, al propio metabolismo y a males como la diabetes o la obesidad, pera también a los sistemas neurológicos e inmunes.
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Descubrió Gordon que, sin duda, esa expedición tan próxima iba a ser apasionante. Y en ello sigue este hombre nacido en 1947 en Nueva Orleans en su laboratorio en San Luis, en el estado de Misuri, pero que tiene también la mirada puesta en los países más pobres, como Bangladesh, con el fin de mejorar la salud de esas poblaciones afectadas por la desnutrición. Porque no basta con la comida, las calorías no son suficientes cuando la situación de la flora intestinal no es buena. Es esa una de las investigaciones que le ocupan a este pionero.
Conociendo la microbiota se abren un sinfín de puertas que se investigan en todo el mundo, también en Asturias, y desde una perspectiva inédita. «Se pueden identificar una gran cantidad de objetivos terapéuticos que se relacionan con el microbioma», ha dejado dicho el investigador de la Universidad de Washington, que emplea un tono muy didáctico a la hora de explicar sus porqués y que tiene, además, sentido del humor hasta a la hora de elegir sus corbatas, alguna de ellas adornada con bacterias. «Tenemos que convivir en armonía con los microbios porque ellos llegaron primero», señala este hombre que sabe, a ciencia cierta, que las personas no dejamos de ser «una espléndida colección de partes humanas y microbianas». Y ahí está él, buscando ese equilibrio. «La mayoría de las personas piensan en los microbios en términos de guerra, como si fueran los enemigos, pero nosotros, que hemos estudiado la flora del tracto intestinal, los consideramos amigos y colegas», ha dicho. Sabe que lo mejor está por llegar. No solo ha demostrado cómo el microbioma afecta a enfermedades como la diabetes o la obesidad y la malnutrición infantil, sino que ha comenzado a trabajar en trasplantes de microbiota. Las puertas están abiertas de par en par. Él no duda: «Vivimos en la era de la medicina personalizada y el microbioma es un componente muy importante», asegura. Advierte de que en el futuro habrá un gran «arsenal de tratamientos» que incluyan probióticos para mejorar nuestra salud. Será, a su juicio, todo lo que tiene que ver con la microbiota una parte fundamental de la medicina regenerativa. Pero que nadie se llame a engaños, no todos esos probióticos que tanto se publicitan hoy en día se nutren, y nunca mejor dicho, de estos trabajos desarrollados. Sostiene el investigador que los probióticos del futuro serán microbios derivados del intestino humano, es decir, «bacterias que han evolucionado en el tracto digestivo y tienen funciones especializadas», ha dicho Gordon. En la actualidad, a su juicio, son microorganismos procedentes de fermentos lácteos, con una dudosa capacidad para «instalarse y persistir en las paredes del tracto digestivo». Eso sí, el científico no cree que tomarlos tenga ningún riesgo para la salud, pero sí teme que no tengan las propiedades que se les atribuyen y desconfía de su proceso de producción. Pero no tardarán en llegar seguramente muy buenas noticias. Ya se trabaja en probióticos de última generación a partir de microorganismos que se hallan, por ejemplo, en la microbiota de los bebés.
Un mundo minúsculo, muy lejos de Marte, pero con toda una o varias galaxias de posibilidades es el que el traerá a Oviedo a Jeffrey I. Gordon el 20 de octubre. No estará solo. Le acompañarán Peter Greenberg y Bonnie L. Bassler, que conocen tan a fondo a las bacterias que hasta han revelado la forma en que se comunican entre ellas.
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