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EUGENIA GARCÍA
OVIEDO.
Sábado, 23 de octubre 2021, 02:42
En la voz suave, pero firme, de Gloria Steinem sonaron los grandes temas de la humanidad. Le bastaron unos minutos a la activista norteamericana, Premio Princesa de Comunicación y Humanidades, para tratar la pandemia, el cambio climático, el racismo y el movimiento Black Lives Matter, ... el feminismo. Para criticar a Donald Trump -«quizás el presidente menos cualificado y que más ha dividido el país en la historia de Estados Unidos- o reinvindicar a los indígenas americanos. Pero ante todo para hablar de esperanza rebelde, para ensalzar la libertad y, como lleva haciendo toda su vida, defender la igualdad.
Comenzó Steinem agradeciendo, con la mano en el pecho, «la mayor aventura de esta vida tan larga»: formar parte de un palmarés con nombres como Susan Sontag, Nelson Mandela, Margaret Atwood y Doris Lessing, «todos escritores y revolucionarios». «Es la primera vez que recibo un premio en honor a una mujer», constató entre aplausos esta activista de 87 años, que preguntó educadamente si podía quitarse la mascarilla antes de continuar sin ella.
Steinem, que se definió a sí mismo como «escritora y organizadora», remarcó cómo, en el último año y pico, la pandemia nos igualó a todos ante el peligro global. «Ustedes y yo, desde lugares distantes del mundo, nos hemos sentido muy conectados, aunque solo fuera por razones espantosas». Ninguna frontera o diferencia cultural pudo retener a un virus que «nos amenazaba a todos», aunque los recursos económicos y sanitarios «crearon diferencias cruciales en la manera en que nos trataron».
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Este tiempo, prosiguió, ha validado una antigua profecía cheroqui que hizo suya así: «No existen los inmigrantes, todos somos pasajeros en esta nave espacial terrestre, con la esperanza de salvar nuestros futuros y nuestros bosques, que son nuestro futuro».
«Este último año nos ha enseñado mucho, y espero que pensemos en valorar las lecciones aprendidas». Ella extrajo conclusiones positivas, como que más hombres «empezaron a conocer a sus propios hijos y a descubrir lo que implicaba el cuidado», y otras trágicas, como el aumento de la violencia de género. Se desdibujaron las definiciones sobre quiénes eran trabajadores esenciales y quiénes no, con cajeros y el personal de primera línea venciendo a los banqueros y los capitales de la industria: -«¡Es algo asombroso!, dijo con media sonrisa»-. El racismo alcanzó «un punto de inflexión tanto en lo negativo como en lo positivo».
Ahora, la mujer que ha visto prácticamente todo observa, con los ojos abiertos de periodista y algo reconfortada, que vuelven las risas. «Y la risa es una prueba de libertad». De nuevo, se llevó la mano al pecho para volver a agradecer «el símbolo de libertad que proporciona este país».
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