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EUGENIA GARCÍA
OVIEDO.
Sábado, 29 de octubre 2022, 01:26
Subió al atril entre aplausos y, tras saludar, bebió un sorbo de agua. Y, a partir de ahí, el dramaturgo Juan Mayorga, Premio Princesa de las Letras, no leyó una palabra de su discurso, que era más bien un recital teatral, un bello homenaje a ... las letras y, sobre todo, al teatro. Por unos minutos, sobre las tablas del Campoamor, se convirtió en un personaje «para el que en esta ocasión no encontré otro intérprete dispuesto a representarlo» y que no estaba seguro «de no estar soñando». Un personaje que, «después de verse acogido por gentes tan afectuosas como solo suele haber en los cuentos, ahora comparte escena con personas admirables en sus importantes empeños. Acercarse a ellas sería, sueño o no, un gran premio».
El autor español vivo más representado, humilde, emocionado, contó al auditorio un gran descubrimiento: el de las letras. Narró cómo su hija Raquel, cuando aún no sabía leer, encontró que una hoja blanca con un puñado de signos puede ser un «lugar mágico», o cómo sus otros hijos, Beatriz y Miguel, también participaron del hallazgo del lenguaje escrito, pues «los niños todavía saben que hay un vínculo entre las letras, el juego y el milagro».
Como los niños, Mayorga evocó su relación «íntima y apasionada» con las letras y otro encuentro, el suyo con el escenario, «que se me apareció como un lugar no menos mágico que a la pequeña Raquel aquella hoja marcada» gracias a una visita organizada por una profesora del instituto en la que 'Doña Rosita, la soltera', de Lorca, le descubrió que «también el escenario, tuviese el tamaño que tuviese, era un espacio infinito. En un escenario cabía el mundo. En un escenario cabíamos todos». En el teatro, el Mayorga que no era más que un asombrado muchacho encontró «el respeto», y entendió que «la forma mayor del respeto es esperar algo bueno del otro». «He escrito siempre para personas de las que espero mucho: espectadores que me acompañen con su pensamiento, con su memoria, con su imaginación», dijo, señalando al público. «Ustedes, espectadores, están siempre a mi lado», pues, dijo, lo que distingue a los autores teatrales es «la voluntad de reunión», de compartir con otros «un tiempo, un espacio, una vocación de examinar la vida y, cuando lo hay, un pan».
Porque «el teatro es compañía» compartió con todos aquellos que lo conforman, además de con su mujer, el Premio de las Letras. «Quizá recuerde todo esto como sueño cuando, mañana, busque en una hoja blanca letras que acaso una noche unos actores quieran pronunciar en un escenario en el que quepa el mundo».
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