Cuando era un niño corría para ir a la escuela. Tres kilómetros diarios. Pero la distancia que le ha coronado como el más grande de la historia es la mítica marca de los 42 kilómetros y 195 metros, tortura y disfrute a partes iguales, ... prueba reina del atletismo de fondo. El keniano Eliud Kipchoge fue galardonado ayer con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes por ser un «referente del atletismo mundial» y el «mejor corredor de maratón de todos los tiempos», así como por la labor social que desarrolla en su país a través de su fundación.
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La frase del acta que leyó Teresa Perales, presidenta del jurado, no es exagerada. Eliud Kipchoge tiene dos oros olímpicos en esta disciplina, es el plusmarquista mundial (2.01.09), ha ganado 17 de las 20 maratones que ha disputado en su carrera y ha sido la primera persona capaz de bajar de las dos horas en esta distancia, una marca sin reconocimiento oficial por tratarse de una carrera en la que contó con ayudas como liebres que entraban y salína de la prueba y un coche que iba marcando el ritmo, pero que él siempre ha defendido como válida.
Kipchoge, que desarrolla una vida espartana en Kenia junto a su familia, una vida de rígidos horarios, múltiples entrenamientos junto a su equipo y comidas frugales con su mujer e hijos, recibió el galardón con una enorme alegría. «Es un auténtico honor recibir el Premio Princesa de Asturias. Formar parte del elenco de galardonados tan extraordinarios, todas personas de distintos ámbitos de la vida, me motiva en mi objetivo de dejar un legado en este mundo a través del deporte de correr, ya que un mundo en el que la gente corre es un mundo más pacífico, más feliz y más sano».
La carrera del mejor maratoniano de la historia, que sigue en activo a los 38 años, comenzó en el medio fondo. A los 16 años conoció a Patrick Sang, antiguo medallista olímpico, que se convirtió en su entrenador y que se mantiene a su lado, lo que dice mucho de la personalidad de este atleta que también ha pasado malos momentos a lo largo de su trayectoria.
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Dominador absoluto de la prueba durante los últimos lustros, ya en el medio fondo entró con pie firme, batiendo a atletas de la talla de El Guerrouj y Bekele. Tras proclamarse campeón mundial de 5.000 metros en 2003, consiguió el podio olímpico en esta misma prueba en los Juegos Olímpicos de Atenas y Pekín. En los juegos de Londres tuvo algunos problemas físicos y decidió abandonar la pista para pasarse a la carretera, seguir los pasos de otros grandes de la especialidad y centrar sus esfuerzos en conseguir ser el más grande. Y lo hizo.
En 2016 consiguió imponerse en el maratón de Londres, antes de lograr ese mismo año el ansiado oro olímpico en Río de Janeiro, la victoria con mayor margen sobre el segundo clasificado en 44 años. Cuatro años más tarde, en Tokio, repitió victoria con una facilidad insultante. En cabeza durante la mayor parte de la carrera, le bastó un cambio de ritmo en el último tramo de la prueba para entrar en solitario en la meta.
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Más allá de los récords oficiales, Kipchoge es también el protagonista de una hazaña histórica. En octubre de 2019, en una carrera atípica organizada con el objetivo de que el keniata se enfrentase a la barrera de las dos horas en maratón, logró lo que nadie había conseguido nadie. «He estado en la luna, y he regresado. Los últimos 200 metros, los últimos 30 segundos, han sido el mejor momento de mi vida, estaba haciendo historia. Soy un hombre feliz», afirmó tras completar una prueba que le hizo estar en los libros de historia del deporte para siempre.
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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA
J. L. GONZÁLEZ / J. A. GARCÍA
La prueba fue atípica porque delante de él corrían atletas de primer nivel en formación de 'v' para marcar un ritmo frenético y protegerle del viento. También una conocida marca deportiva puso en sus pies unas zapatillas especiales que mejoraban su rendimiento. Pero solo él, Kipchoge, fue capaz de aguantar un ritmo de 2 minutos y 50 segundos por kilómetro durante los 42 kilómetors y 195 metros de una prueba que recibió atención mundial. Si en un tramo su tiempo era de 2 minutos y 52 segundos por afrontar, por ejemplo, una rotonda, en el siguiente, recta la carretera, su marcha alcanzaba los 2:48. Sin acelerones, sin frenazos, se convirtió en leyenda.
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Ha contado en diversas entrevistas que su técnica de carrera no ha cambiado desde sus inicios. Corre con pasión, con concentración y sin dar pistas a los rivales. Corre para ser mejor, corre «con tanta naturalidad como cuando era un niño».
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