El político y pensador francés de origen argelino Sami Naïr (Tremecén, 1946) –que ha destacado como uno de los más brillantes especialistas europeos en cuestiones de inmigración, en las que ha asesorado al Gobierno galo– deseaba este miércoles, minutos antes de que comenzasen las deliberaciones ... del Premio Princesa de Cooperación Internacional, que, entre las candidaturas, hubiese «una organización internacional que actúe seriamente a favor de la paz y la justicia. El problema es que no hay ninguna que tenga un consenso universal para poder existir como algo totalmente respetable y sin implicaciones políticas. Incluso la misma ONU funciona de manera bastante discutible a veces», apostillaba. Yhoy resulta más necesaria que nunca –defiende–, porque la situación mundial «es gravísima».
–El tablero geopolítico está cambiando. ¿Cuál es su análisis de lo que está ocurriendo?
–Estamos en un mundo caótico, que premia fundamentalmente la relación de fuerza. Un mundo en el que la injusticia y la desigualdad en todos los sentidos –no solamente entre naciones desarrolladas y en vías de desarrollo, sino también entre las personas– crecen cada vez más. Nunca hemos estado, al margen de los periodos de guerra mundial, en una situación tan caótica. Y lo que pasa en Ucrania lo demuestra. El derecho internacional no existe, la violación sistemática de los derechos de los pueblos, de las personas, se ha vuelto algo prácticamente normal y todo el mundo lo acepta. Y, en medio de todo ello, está el juego de las grandes potencias para defender sus intereses.
–¿Esa desigualdad creciente explica el avance de la extrema derecha en Europa?
–Efectivamente, se trata de una situación no solo característica de España, sino de todos los países europeos. Algo que tiene que ver también con el malestar, con las relaciones de fuerza. Ahora hay partidos que abogan claramente por el odio, la exclusión, la marginación, la desigualdad entre hombres y mujeres como si fuera algo normal. Es una regresión enorme desde el punto de vista de la civilización, comparable a la de los años 30. Lo que se puede escuchar en los mítines de la extrema derecha es dramático. Pensábamos haberlo superado con el desastre de la Segunda Guerra Mundial y vuelve otra vez. Estamos en un momento histórico gravísimo en el que el odio se ha transformado en un valor político para ciertos grupos. Es terrible.
–¿Qué margen de maniobra real tiene la ciudadanía ante un diagnóstico tan pesimista?
–Tenemos mucho margen de maniobra. Y el más importante es, precisamente, organizarse para luchar contra esto, nunca renunciar. Frente a la barbarie, hay que oponer la civilización y movilizarse. Y hacerlo no solamente dentro del marco de los partidos y movimientos sociales, sino hacerlo diariamente, cada día, cada ciudadano. Cuando escuches una palabra de odio contra un extranjero, contra una mujer, contra alguien que no tenga el mismo color de piel, hay que decir claramente: «No. Esto no lo aceptamos». Porque eso no es civilizado, no es humano. Tenemos que resistir cotidianamente.
–Francia nos lleva ventaja en eso. ¿España está dormida?
–Por supuesto. En Francia hay una gran movilización porque ha sido un país ocupado tres veces en su historia y tuvo que pagar mucho frente a la extrema derecha, así que la gente ahora tiene conciencia, se está movilizando en todas partes. Aquí la situación es diferente porque la historia es distinta, pero hay que estar vigilantes. Hay que vigilar a los partidarios de la guerra civil cultural, porque el partido de extrema derecha aquí –Vox, por qué no nombrarlo– es un partido de guerra civil cultural. En cada uno de sus discursos incita al odio. Odio en contra del otro, odio en contra de la mujer... Y considera que todos los acervos civilizados que hemos conquistado en los últimos años no valen para nada.
–También ha sido muy crítico con la Unión Europea.
–Sí. La UE, hasta la fecha, no ha tenido verdaderamente una política muy solidaria salvo en palabras, en algunas medidas mediáticas. En el terreno, no mucho. Sí ha cambiado de posición con la llegada de los refugiados ucranianos. Espero que eso vaya a alentar a los Estados, dentro del Consejo Europeo, a tomar una posición mucho más solidaria con los inmigrantes y los refugiados.
–También PedroSánchez ha virado su rumbo y se acerca a Marruecos en el conflicto del Sáhara para alejarse de Argelia...
–Es una decisión histórica, pero supongo que no la ha tomado abstractamente. Supongo que ha analizado la situación y ha considerado que es la posición más conveniente para los intereses del Estado español. Yo no tengo nada que decir, porque es un conflicto muy complejo. Un conflicto que puede provocar una guerra en el sur del Mediterráneo, una guerra entre estos dos pueblos hermanos que son los argelinos y los marroquíes, y eso sería tremendo. Todo lo que contribuya a apagar la tensión me parece bueno. Temo un accidente dramático entre los dos países. Eso sería una tragedia histórica como la que existió entre Francia y Alemania. Hay que evitarlo.