Su trabajo titánico en favor de la «promoción de la salud» en «un continente olvidado» ha resultado clave a la hora de conceder el Premio Princesa de Asturias de Cooperación 2018 a Amref Health Africa (Global) y Amref Salud África (España), como explicó el exministro ... Josep Borrell poco después de conocerse el fallo, al filo de este mediodía en el ovetense Hotel de la Reconquista tras intensas deliberaciones. «Pero también a promoción de la educación», porque este organismo «tiene una universidad que analiza todos los problemas sanitarios y forma agentes sanitarios en un continente muy necesitado de ello».
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Y es que la ONG Amref (siglas en inglés de Fundación Africana para la Medicina y la Investigación) Health Africa, con sede central en Kenia, y su división española, Amref Salud África, organización internacional sanitaria de origen y gestión completamente africanos, tiene como objetivo dar acceso a una sanidad básica de calidad a todas las comunidades de ese continente. Y, para ello, trabaja en una treintena de países. Sesenta años de existencia en los que ha atendido a unos 110 millones de personas y formado a doce millones de trabajadores de la salud.
La candidatura fue propuesta por Enrique Iglesias, Premio Príncipe en 1982, y Sicily K. Kariuki, secretario del gabinete del ministro de Salud de la República de Kenia, contó con más de ochenta apoyos y su trabajo, según destacó el jurado, ha permitido «llegar a las poblaciones más vulnerables y remotas que no tendrían acceso regular a servicios sanitarios» gracias a la puesta en marcha de un servicio de avionetas-ambulancias y de lo que se conoce como 'flying doctors' o 'médicos voladores'.
Esta ONG que desde 1957 se centra en proyectos de salud materna e infantil, a luchar contra el VIH, la tuberculosis o la malaria, a la formación de personal sanitario local (también a distancia, a través de dispositivos móviles) y a promover la investigación, se impuso así, finalmente, entre las 26 candidaturas de 17 nacionalidades que optaban a este galardón, el tercero que falla la Fundación Princesa de Asturias en esta XXXVIII edición.
La organización nació a raíz de que, en 1956, los doctores Michael Woood (Reino Unido), Archibald Mclndoe (Nueva Zelanda) y Tom Rees (Estados Unidos) se planteasen la posibilidad de crear una organización capaz de crear atención quirúrgica a las poblaciones más remotas y desatendidas del este de África.
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Un año después, esta fundación tomaba forma e iniciaba su actividad para tratar de paliar las carencias sanitarias de esa parte del continente africano, donde había un médico por cada 30.000 habitantes, escasas infraestructuras médicas y caminos casi impracticables que impedían que muchos enfermos pudiesen acceder a cuidados básicos.
Tras poner en marcha un servicio de avionetas-ambulancias, esta sociedad pasó con los años de ser una pequeña organización de acción local a convertirse en la actualidad en la mayor organización internacional sanitaria de origen africano.
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En la actualidad cuenta con un equipo de un millar de profesionales sobre el terreno, de los que el 97% son africanos, y que dirigen, analizan y ejecutan los proyectos de la organización desde sus centros de Kenia, Uganda, Etiopía, Sudáfrica, Zambia, Sudán del Sur, Malaui y Senegal.
Su principal misión pasa por aumentar el acceso a una sanidad de calidad para las comunidades en África a través del fortalecimiento de los recursos humanos sanitarios, la prestación de los servicios de salud y la inversión sanitaria siguiendo los principios del «ubuntu», una filosofía africana que consiste en asumir las relaciones entre las personas con respeto, humildad y empatía.
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Asimismo, cabe destacar su trabajo en favor de la erradicación de la mutilación genital femenina, con cuyos programas de sensibilización han llegado a más de cinco millones de personas tan solo en Kenia y Tanzania, contribuyendo a que las tasas de esta práctica se hayan reducido del 45 al 14% en pocos años y consiguiendo que, desde 2011, alrededor de 15.000 chicas se hayan librado de esa práctica sustituyéndola por los conocidos como ritos de paso alternativos, de carácter simbólico.
«Es una gran noticia que el Premio Princesa de Asturias concentre su atención en la mejora de la calidad de vida y la asistencia sanitaria en África. África es el futuro y la combinación de desarrollo, calidad de vida, protección de colectivos vulnerables, incremento de las tensiones como consecuencia del cambio climático (y, por lo tanto, el triángulo seguridad, clima, desarrollo) es fundamental y España no puede mirar hacia otro lado», aseguró otras de las integrantes del jurado, Teresa Ribera, exsecretaria de Estado de Cambio Climático.
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«La Fundación Princesa ha querido subrayar el compromiso con un continente del que nos hemos olvidado durante muchísimo tiempo y que está a catorce kilómetros de nuestra frontera, que nos es próximo y querido y que representa el futuro de la humanidad en un momento extraordinariamente interdependiente. Una mirada sobre África es importantísima y una mirada sobre la mujer, sobre la infancia, sobre la necesidad de erradicar prácticas salvajes como la mutilación genital y el acompañamiento a través de personal sanitario y de sensibilización. Esa apuesta por la mujer es absolutamente crítica. Mujer, África y prestación sanitaria están detrás del reconocimiento», añadió.
Paula Farias, de Médicos Sin Fronteras, otra de las mujeres del jurado, abundó en que «el premio reconoce dos cosas: por un lado, la realidad que vive el continente africano, con sus tremendas carencias y necesidades, y, por otro, la labor de las organizaciones no gubernamentales que, muchas veces, tratan de paliar esas necesidades ocupando espacios que muchas veces deberían ocupar instituciones y gobierno, pero que, sin embargo, no son capaces. Reconocemos a una organización no gubernamental y, en su nombre, a todas las organizaciones que se dejan el pellejo todos los días en primera línea. Todo el jurado está muy satisfecho con el resultado».
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El exministro Gustavo Suárez Pertierra defendió, asimismo, que esta candidatura elegida entre cerca de una treintena de nombres de mujeres y hombres e instituciones de todo el mundo «pone de manifiesto valores que, para la sociedad de hoy, son valores importantísimos como la solidaridad, el hecho de poner el foco sobre África, el destacar los valores propios de la sociedad civil que tiene que sustituir, lamentablemente, la falta de acción de los gobiernos locales».
Y el único africano del jurado, el investigador congoleño Mbuyi Kabunda, tampoco podía ocultar su enorme alegría: «Estoy muy satisfecho porque para mí se ha hecho justicia con un continente tan maltratado al otorgarle el premio a una organización que lucha contra las enfermedades olvidadas como el paludismo o la tuberculosis y la mutilación genital de las mujeres. El premio supone gran esperanza de dar a conocer los problemas de África y de movilizar a la comunidad internacional en general y a la española en particular. Que, por fin, empecemos a trabajar en África y para los africanos». Así sea.
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