El estreno del 'Concierto de Aranjuez' se produjo a finales de 1940 en Barcelona y poco después, en enero del año siguiente, nacía en Madrid Cecilia, hija de Joaquín Rodrigo y Victoria Kamhi, que, aunque decidió ser bailarina, lleva la música con orgullo infinito en ... el nombre y el alma. Fue ella quien, en 1996, recogió el Príncipe de Asturias de las Artes en nombre de su padre, ya muy anciano. Y ella, al frente de la fundación que vela por el legado de sus padres, estará hoy en Oviedo para escuchar a la OSPA dirigida por Josep Vicent y con el guitarrista Pablo Sáinz-Villegas como solista a la guitarra.
-¿Feliz por el concierto homenaje a su padre?
-Sin duda. Es un honor y un privilegio.
-Y ha buscado en los archivos de su padre para escribir las notas del concierto que acompañan los programas de mano.
-Soy yo pero no soy yo quien ha escrito las notas al programa. Yo soy el vehículo para transmitir lo que el compositor escribió.En nuestro archivo de la Fundación Joaquín Rodrigo, probablemente el más rico de España que recoge la documentación de un músico español, tenemos todo lo que mi padre escribió de música y de literatura, porque era un gran escritor también. Hizo sobre todo un enjuiciamiento de su propia obra, si no están sus 200 piezas, sí una gran parte. Son unos textos de lo más originales, personales, llenos de humor, también de conocimiento y de música. Están difundidos, recogidos en un libro de escritos y son brillantísimos. Normalmente las notas a un programa las hace un musicólogo desde su punto de vista y conocimiento personal, pero aquí las notas son lo que el compositor pensaba mientras componía.
-¿Algún apunte que llame su atención?
-¡Tantas cosas! Él escribía de pie en su maquinita de braille y hubo un momento en que cuenta que sintió dentro de sí el segundo movimiento, que lo oyó de pronto, fue como un rayo de inspiración. Después escribió el tercer tiempo, y, finalmente, el primero, el que más le costó.
-Y usted ha sido testigo de muchos momentos de inspiración.
-Sí, pero no era consciente. Siendo niña, él trabajaba en una habitación cercana y le oía probar acordes en el piano y el silencio sepulcral que se producía cuando estaba pensando. Nadie sabe lo que cuesta escribir obras tan populares.
-Pablo Sáinz-Villegas como guitarrista, Josep Vicent dirigiendo a la OSPA. Un gran concierto.
-Sí, Pablo es un gran intérprete, ha tocado esas obras, 'El concierto de Aranjuez' y 'Fantasía para un gentilhombre', cientos de veces, las siente, las conoce, las vive. Lo que siento es que mi padre no le haya podido escuchar, le hubiera encantado. Vicent es un director fantástico y la OSPA una orquesta estupendísima.
-¿Recuerda cómo recibió su padre la noticia del Premio Príncipe de Asturias?
-Inesperadamente. Con un ¿a mí por qué? Era un hombre muy humilde, aunque había recibido innumerables galardones y honores en medio mundo, nunca los esperaba. No pudo ir a Oviedo, hasta el último momento estuvimos barajándolo y sopesándolo, pero es muy pesado para los premiados y él estaba estupendo de la cabeza, pero viejecito y al ser ciego había una carga de emotividad adicional.
-Lo recogió usted. ¿Qué recuerda de la ceremonia?
-Tengo como uno de los recuerdos maravillosos de mi vida la preparación del discurso con él y mi madre. Fue emocionantísimo, recordó Asturias, las obras que escribió allí. Inolvidable.
-¿Tenían mucha relación con Asturias?
-Veraneamos en la Isla, íbamos a la playa de Salinas.
-Hablamos de su padre, pero su madre, Victoria Kamhi, pianista y escritora, tuvo un papel clave en su música.
-Fundamental. Lo primero que me dijo para el discurso fue 'tienes que mencionar lo que le debo a mamá'. Vivieron casados más de 60 años y no se separaron un momento, ella era la luz de sus ojos, su secretaria, su guía, escribieron obras en colaboración, libretos de ballet, zarzuela... Era una mujer brillantísima y excelente pianista y se encargó de la corrección de las obras de Rodrigo, que, como era ciego, tenía un proceso de composición único en el mundo.
-¿Cómo era?
-Escribía en braille y dictaba nota por nota a un copista, y un concierto tiene no miles sino millones de notas. Luego había que repasarlo, entraba mi madre al piano, se sentaban y corregía. Una labor titánica de ambos. No solo es lo que se oye, también está la trastienda de la creación.
-¿A usted nunca le tentó la música?
-Yo desde que nací escuchaba música, y luego me casé con un músico, Agustín León, violinista que ha tocado muchas veces con la OSPA. La música me ha acompañado y eso es un privilegio, pero elegí otro camino. Me gustaba bailar, he sido bailarina clásica, pero llegó un momento en el que comencé a dedicarme a la gestión de las obras de mi padre, y he creado la fundación que lleva el nombre de él y de mi madre y una editorial.
-¿Está muy presente su obra?
-Cada vez más. Cada año es mayor su universalidad, cada vez se toca más y se conoce mejor. Todo eso no viene solo, necesita un trabajo de difusión, de gestión, de valoración, de dar a conocer no solo la música sino también al compositor y su mujer. El conjunto de las obras de Joaquín Rodrigo se toca en el mundo entero, unas más que otras, como el 'Concierto de Aranjuez', que es universalísima y ha entrado en el mundo pop y eso hace que se difunda más. Y la 'Fantasía para un gentilhombre' igual, no hay guitarrista en el mundo que no la toque.
-¿Qué planes de trabajo tienen?
-No se acaba nunca la labor de difusión, que se escriban libros, biografías, nuevas utilizaciones de las obras, en ballet, en películas... Darle un mayor uso a la música, que no solo sea en conciertos, requiere trabajo, contactos, que todas las partituras estén magníficamente editadas y estar en los centros donde se trabaja la música. Ayudamos en todo tipo de proyectos. Ahora en Madrid se va a hacer un concierto para niños que se titula 'El niño que soñó la música'. Se explica cómo un crío, a pesar de la discapacidad, pues se quedó ciego tres años, con trabajo y perseverancia llegó a ser un gran compositor.
-¿Cómo era el ámbito familiar?
-Un hombre jovial, cercano, siempre tenía un momento para hablar, para jugar, para salir. Ahora, al ver su inmensa obra, todo eso lo valoro más.
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