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AZAHARA VILLACORTA
OVIEDO.
Jueves, 14 de junio 2018, 04:37
«La dama de las profundidades». «La heredera de Cousteau». «La reina de los océanos». Todos esos títulos se ha ganado a pulso y por derecho propio, después de 7.000 horas bajo el mar, la oceanógrafa, investigadora, gestora y docente estadounidense Sylvia A. Earle ... , una mujer cuyo elemento natural es el agua salada y que, a sus 82 años, acaba de ser distinguida con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018, el último de los galardones de esta edición y el más disputado, porque a él concurrían nada menos que 37 candidaturas llegadas desde 23 países.
Al filo del mediodía de ayer, el presidente del jurado y jefe del Ejecutivo autonómico, Javier Fernández, leía el fallo, en el que se reconocía «su dedicación, durante más de seis décadas, a la exploración e investigación de los océanos, el conocimiento de los fondos marinos y la conservación integral de los mares, que se ha convertido en uno de los desafíos medioambientales de nuestro tiempo». Toda una vida.
Y, con la playa de San Lorenzo teñida de marrón, añadía que la «amplia labor» de Earle «ha sido fundamental para la toma de conciencia de la importancia de los océanos como una riqueza común, en grave riesgo por la acumulación de plásticos y vertidos contaminantes, que amenazan la salud humana y la biodiversidad en todo el planeta».
Poco más tarde, llegaba la respuesta de la propia investigadora desde Washington, todo un ofrecimiento para seguir liderando esta batalla: «Me siento profundamente honrada de recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia y acepto con gusto la responsabilidad que el premio transmite de ser una voz para el océano, para la naturaleza y para ayudar a lograr la paz entre la humanidad y los sistemas naturales que nos sustentan».
Esa ha sido la lucha titánica de Earle (Gibbstown, Nueva Jersey, 1935), que realizó su primera inmersión submarina con diecisiete años, que aún sigue en activo y que espera «con ilusión estar en España para la ceremonia» de los Premios en octubre. «Cualquier oportunidad para celebrar este maravilloso honor será bien recibida», añadió.
Licenciada por la Universidad de Florida y doctorada en la de Duke, la galardonada más veterana de esta edición desarrolló su labor investigadora en la Academia de Ciencias de California y en universidades tan prestigiosas como Harvard.
Miembro, entre 1980 y 1984, del Comité Asesor sobre Océanos y Atmósfera, un año más tarde, esta pionera se lanzó también a emprender y fundó la empresa Deep Ocean Engineering para diseñar, dirigir, apoyar y asesorar sobre sistemas submarinos robóticos y, ya en la década de los noventa, Deep Ocean Exploration and Research.
Un currículum al que también se suman más de un centenar de expediciones realizadas a lo largo y ancho del planeta y más de 7.000 horas de buceo destinadas a la investigación de primera línea, además de liderar, entre 1998 y 2002, Mares Sostenibles, un programa para estudiar el Sistema Nacional de Santuarios Marinos de Estados Unidos.
Pero es que, además, como destacó el investigador y divulgador Amador Menéndez, impulsor de su candidatura, Sylvia A. Earle «es científica, pero también una gran divulgadora, al mejor estilo Cousteau o Carl Sagan, voces respetadas y con un gran eco. Una persona mediática que puede concienciarnos del grave problema de los océanos».
Así lo hizo en 1990, desde una atalaya privilegiada, cuando fue designada científica jefe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, cargo que desempeñó durante dos años. Y así continúa haciéndolo en la actualidad, como exploradora residente de la National Geographic Society, entre otros cargos de quien forma parte de varios consejos, fundaciones y comités relacionados con la conservación marina, además deser presidenta y fundadora de The Sylvia Earle Alliance/Mission Blue.
Esa alianza global es uno de sus últimos empeños y con ella ha conseguido aunar los esfuerzos de más de doscientos grupos e instituciones, empresas privadas y equipos de investigación, volcados en la expansión de las áreas marinas protegidas y la catalogación de otras que necesitan protección urgente, además de en intentar reducir el impacto de la actividad pesquera.
Uno de los miembros del jurado, el armador asturmexicano Antonio Suárez, valoró especialmente esa última dimensión de su trabajo: «Como hombre de mar, empresario de mar, todo lo que sea cuidar de los mares y los recursos marinos me parece estupendo. Los que nos dedicamos a ello, somos conscientes y tenemos una mínima capacidad de hacer sostenibles los mares debemos hacerlo».
Entre tanto, Javier Fernández se refirió a la premiada como «una mujer con una dilatadísima experiencia, muy reconocida en todo el mundo. Además, en una cuestión crucial como es la defensa de los mares, de los océanos». Y es que, dijo, «muchas veces hablamos de la atmósfera, del problema del calentamiento global, que está ahí y es muy importante, y, aunque este es un asunto menos público, del que se habla menos, tiene una relevancia evidente y, por tanto, creemos que el premio es muy merecido».
No es el único que ha sabido reconocer el trabajo de una mujer con más de veinticinco doctorados honorarios, designada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como una 'Leyenda Viva' y como «héroina del planeta» por la revista 'Time' en 1998, entre otros muchos reconocimientos al que ahora se suma este Premio Princesa de Asturias de la Concordia para la legendaria reina de los océanos, esos grandes desconocidos que aún nos deparan fascinantes sorpresas si sabemos protegerlos.
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