Todo el mundo quería ayer una foto, un saludo o un autógrafo en la Fábrica de Armas de La Vega. ÁLEX PIÑA

José Andrés: «La empatía es la única forma de cambiar el mundo»

«No hagáis caso a quienes os digan que cuidado con el que es diferente, con el que viene de fuera», instó el cocinero a los escolares

A. VILLACORTA / M. RIVERO

OVIEDO.

Miércoles, 20 de octubre 2021, 01:42

El premiado más mediático de esta edición de los Princesa, el chef José Andrés, un mierense del mundo y una fuerza de la naturaleza como esas tras las que combate mil desastres a lo largo y ancho del planeta al frente de su ONG World ... Central Kitchen, lleva una semana disfrutando de Asturias junto a su mujer y sus tres hijas y grabando una serie que constará de seis capítulos y que se podrá ver en 172 países en Discovery+ a partir de mayo. Pero ayer fue el día marcado en rojo para su aterrizaje oficial en los galardones. Y lo hizo como la estrella en la que se ha convertido tras llegar a las diez de la mañana al Hotel de la Reconquista: rodeándose en La Vega de estudiantes de ESO con los que no escatimó en bromas, fotos, autógrafos y choques de manos. Porque si hay algo en lo que cree este quijote contemporáneo capaz de transmitir una energía desbordante es en la empatía, «la única forma de cambiar el mundo».

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Eso les dijo ayer -alto, claro, vehemente, incontenible- a los chavales que participaron en la FPAbrica en un encuentro con el asturiano más universal después de haber trabajado duro en el programa cultural para centros educativos 'Toma la palabra', un reto que los puso a trabajar sobre su trayectoria haciendo una representación gráfica en forma de viñeta o cómic que el cocinero pudo ver al fin ayer en el Almacén de la Fábrica de Armas y por el que les dio las gracias una y otra vez mientras capturaba los dibujos con su móvil.

Después, llegaría el turno de responder a las preguntas del alumnado de los dos centros allí presentes (el colegio Dulce Nombre de Jesús-Dominicas y el IES La Fresneda) y de los que se conectaron a la sesión telemáticamente desde todos los rincones de la región. Y a todos les ofreció una clase magistral que difícilmente olvidarán, en las que les llamó a actuar («siempre que veáis un problema, cogedlo y hacedlo propio») en lo local para transformar lo global, a salir de su zona de confort y de su «tribu» y a «respetar al prójimo como quieres que te respeten a ti».

Un mensaje en el que puso el acento en la inmigración y les recordó que, «en el mundo, hay unos pocos que nos quieren hacer ver que los diferentes, aquellos que no son como nosotros o que vienen de fuera, son nuestros enemigos». Así que les pidió: «No hagáis caso a aquellos que os dicen que cuidado, porque esas personas te aportarán riqueza y te harán ver la vida de una forma más redonda».

Un mensaje que volvería a repetir durante una jornada maratoniana este «emigrante por vocación»: «Si no fuera por ellos, ¿quién recogería la manzana para hacer sidra?, ¿o quién recogería la basura? Trabajos que parece que nunca quieren hacer los locales. ¿Cómo puede ser que en un país en el que tenemos un índice de desempleo tan grande los pequeños empresarios no puedan conseguir trabajadores? Necesitamos una inmigración con puertas giratorias en la que la gente venga y pueda volver a sus países con dinero para ayudar a los que siguen allí. Porque, si los países ricos no invierten en que a los pobres les vaya mejor, no va a haber ejército ni muro capaz de parar a esas madres hambrientas con hijos en brazos llevándolos a un mundo mejor. Seamos inteligentes: vamos a dejar de invertir tanto en países lejanos, en Asia, y vamos a generar esa riqueza en países cercanos porque, creando ese círculo de riqueza próximo, todo el mundo gana. Ese es el tipo de políticas que tenemos que hacer y no decir: 'Yo no tengo trabajo porque un inmigrante me lo ha quitado'. Falso. Mentira. No es cierto».

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Y quizá por eso ayer José Andrés se acordaba de las croquetas con sobras que hacía su madre, enfermera como su padre, «cuando la nevera estaba vacía a finales de mes» para él y sus tres hermanos y de todas esas mujeres -de Haití a Perú o Camboya- que «son las que alimentan al mundo».

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