Cristina de Middel (Alicante, 1975) preside la Agencia Magnum Photos desde 2022, un cargo al que accedió cinco años después de entrar en la prestigiosa institución que ha recibido el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Formada en artes y fotoperiodismo, su fotolibro 'Afronautas' ( ... 2012) la proyectó internacionalmente y en 2017 fue Premio Nacional de Fotografía. En el Hotel Reconquista de Oviedo nos habla del galardón que recogerá el próximo viernes en el Teatro Campoamor.
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–¿Qué ha supuesto este premio para ustedes?
–Soy plenamente consciente de su magnitud y del honor de recibirlo. Para Magnum ha sido una sorpresa. Es un orgullo por el apoyo institucional tan importante en un momento en que la profesión está tan maltrecha y cuestionada muchas veces. De modo que lo recibimos con mucho cariño y también su parte de responsabilidad, en cuanto a personificar el buen hacer del oficio cuando hay tantísima gente que lo hace bien.
–Alude al momento crítico actual del fotoperiodismo. El jurado subraya que Magnum sigue siendo ejemplo de «libertad de prensa y asunción de riesgos». ¿Qué significa eso hoy?
–El jurado, al que estamos eternamente agradecidos, ha identificado el problema que existe ahora y lo grave que potencialmente puede llegar a ser: el cómo está en peligro la propia confianza en las imágenes por parte de la sociedad. Si dejamos de creer en los registros visuales ¿los libros de historia de dentro de 30 años van a ser cuestionados por la que se está registrando ahora? ¿Qué tipo de sociedad vamos a ser? Por eso dar reconocimiento a una agencia que siempre ha ido a contracorriente de las tendencias del mercado, que apuesta por seguir haciendo las cosas despacio, sin caer en el ritmo frenético del clickbait, en definitiva tener unos principios que están por delante de nuestro presupuesto anual es un sacrificio duro para todos los socios. Esos son los riesgos que asumimos y valora el Premio.
–¿Cuáles serían los principios de ese código ético marcado por sus fundadores?
–El rigor y un compromiso con la audiencia. Magnum es un negocio pero tiene una dimensión institucional, muchas personas miran a la agencia para saber hacia dónde van las cosas o para encontrar un ancla en todo este mar de imágenes en el que navegamos ahora. Hay una responsabilidad continua y un respeto hacia la audiencia, de no poder vender cualquier cosa o contar una historia de cualquier manera. Caben todos los lenguajes pero hay un compromiso con no engañar ni utilizar los momentos convulsos para llevar a la audiencia hacia un lugar que te interese más o menos. Somos una agencia, no una plataforma o un medio politizado, podemos permitirnos el pequeño lujo de ir hacia donde queremos ir.
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–¿El prestigio sirve como salvoconducto para poder disfrutar de esa libertad en situaciones de conflicto?
–Por ser Magnum sobre el terreno no se te abren más puertas, quizás al contrario porque saben que vamos a hacer lo que nos dé la gana. Si hablamos de conflictos, hay muy pocas cosas que puedas hacer ahora sin estar empotrado en las tropas, con lo cual te dirigen: «Mira para acá y haz la foto para acá». Y si es así Magnum no va, no se tiene esa obligación de generar imágenes siempre, hay conflictos en los que consideramos que no podemos hacer un trabajo riguroso y preferimos no cubrirlos. Sí hay un prestigio y un respeto, pero más dentro del gremio que desde fuera. Luego en la calle somos todos iguales.
–¿Y el compromiso con los derechos humanos es el más difícil de cumplir a la hora de dar salida a las imágenes de sus asociados?
–Cuando nos permiten hacer trabajos que se pueden alinear tan claramente con nuestra razón de ser agencia es un gusto, pero la realidad es que ahora no hay cómo mantener una agencia solo con esas oportunidades, a muy poca gente le interesan, es un producto que se vende muy mal, entonces casi es una función 'benéfica' de Magnum aceptar ciertos encargos que no están ni bien pagados simplemente para seguir teniendo esa conexión. Lo que sí hacemos es extenderla a trabajos más comerciales en no aceptar ciertas marcas o países que entrarían en conflicto con los valores de Magnum.
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–¿Y las amenazas que entraña la Inteligencia Artificial a la veracidad o a la propia propiedad intelectual de las imágenes cómo lo afrontan?
–Es así, ahora estamos como la aldea gala porque vienen por todas partes. Pero si lo miras con la distancia del tiempo, el fotodocumentalismo ha estado en retos continuos desde sus inicios, cuando llegó el color se pensaba que era el fin del mundo, con el digital lo mismo. Es cierto que hay esas amenazas que cita pero ante la IA podemos estar paralizados ante el terror y ver cómo nos hundimos o ver también la oportunidad que hay en ello: un archivo que tiene el rigor, la historia y el respeto consensuado como el de Magnum, cuando todo el mundo está perdido y no sabe lo que es verdad o es mentira poder ir ahí y saber que eso va ser riguroso y una documentación fidedigna de la realidad, en el fondo es una oportunidad.
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