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Atiende desde París en un castellano perfecto Nuccio Ordine (Diamante, Calabria, 1958), feliz por un premio, el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que le permite clamar bien alto su mensaje en favor de la educación, de la cultura y de la belleza sin ... ningún fin monetario que las justifique. Una vida entera lleva reflexionando y mirando a los clásicos para hallar el porqué de los males que nos acechan.
-Camus cuando recibió el Nobel se acordó de sus maestros. ¿De quién se acuerda usted con el Princesa de Asturias?
-Tengo una inmensa gratitud para mis profesores y también para los amigos y maestros que han ganado este premio antes que yo. Pienso en Emilio Lledó, Umberto Eco y George Steiner, tres grandes referentes europeos que me han enseñado mucho y con los que tengo una deuda enorme. Y también con mis profesores de la escuela primaria, la secundaria, de la universidad... Por eso he dedicado este premio a los maestros de todo el mundo que en silencio cambian la vida de los estudiantes.
-¿Y en qué momento está la profesión de enseñar?
-Es un momento muy difícil para los maestros, que no tienen dignidad social y económica en nuestra sociedad. Para mí la tarea de los maestros es fundamental e importante. Hace pocos días visité un pequeño pueblo palafito, de la región de Gabriel García Márquez, la Laguna de Ciénaga, en Colombia, y un profesor cada día camina durante cuatro horas para ir a este pueblo y cuatro horas para regresar a su casa en Barranquilla. ¿Qué sueldo tiene? Casi nada. La sociedad no respeta a los maestros. Hace cuarenta años en un pueblo de Calabria un profesor tenía una autoridad muy importante. Hoy no. Hoy los profesores no tienen ninguna autoridad porque hay un falso valor en nuestra sociedad: que la dignidad del hombre está en el dinero que tiene y es falso. Es esa una visión muy peligrosa. Hay mucha gente que no tiene dinero y tiene una dignidad inmensa y hay mucha gente con dinero sin ninguna dignidad. Por eso este prestigioso premio es importante para mí, porque me permite defender con más fuerza estos valores.
-¿Cómo le ponemos fin a esta mercantilización de la educación que usted denuncia?
-El problema es que los buenos profesores tienen que ser rebeldes, tienen que ser salmones que nadan contracorriente y enseñar a los estudiantes los verdaderos valores que están en la literatura, en la filosofía, en el arte, en la música, que son los valores de la solidaridad humana, de la lucha contra las desigualdades y contra la corrupción y la injusticia. La única posibilidad que tenemos es formar ciudadanos cultos y solidarios. Espero que los políticos puedan entender que esta deriva mercantilista de la escuela, de la universidad, de la educación, tiene que ser ya noqueada, porque si no el futuro de la humanidad tiene un riesgo muy grande de formar bárbaros que piensan solo en el dinero.
-Usted que lleva tanto tiempo abogando por el humanismo, ¿cómo afronta la llegada de la inteligencia artificial?
-Inteligencia significa crear cosas, imaginar algo nuevo, tener sentimientos. ¿Estas máquinas pueden hacerlo? ¿Podemos imaginar que una máquina puede componer música como Mozart o pintar un cuadro como Velázquez, escribir una novela como 'El Quijote' o 'Cien años de soledad'? Yo tengo muchas dudas. Pero es que, además, en los últimos días hay muchas voces de alarma de los mismos inventores de la inteligencia artificial que nos dicen que tenemos que tener cuidado, porque esas máquinas pueden hacer daño a la sociedad.
-¿Una visión humanista ayudaría a frenar el cambio climático?
-Hay una carta del diálogo entre Demócrito, el gran filósofo griego, y el gran médico Hipócrates, de la que yo hablo en mi libro 'Cartas para la vida', y tiene una crítica muy fuerte de Demócrito, que ríe por la locura de los hombres que destruyen la naturaleza para hacer dinero. Hace muchos siglos que los clásicos nos describen la importancia de cuidar la naturaleza, de pensarla como propiedad de todos los hombres. Hay que hacer comprender cosas como estas a políticos como Bolsonaro, por ejemplo, que decía «el Brasil tiene la posibilidad de hacer lo que quiera sobre la Amazonia», sin saber que es el pulmón de nuestro planeta, que no es de Brasil, sino de todo el mundo. Como la belleza, como las obras de arte, son patrimonio de la humanidad. Hacer comprender a nuestros incultos, ignorantes, peligrosos políticos estos valores es muy importante. Yo pienso que la literatura, la música, el arte pueden hacer comprender la importancia de conceptos como gratuito y desinteresado, que no están hoy en el diccionario de todo el mundo.
-Usted dice que no existe una Europa de la cultura. ¿Cómo construirla en el siglo XXI?
-Tenemos una Europa del comercio, una Europa de los bancos, pero no de la cultura. En el Renacimiento había una conciencia de la Europa de la cultura mayor que la de hoy en día. Giordano Bruno viajaba por toda Europa para hablar con filósofos, con científicos y él escribe «mi patria es el lugar donde yo puedo estudiar, conocer y exprimir mi pensamiento sin ninguna censura». Me parece una definición de patria fantástica. Ese es el sentido de Europa. Tenemos que formar ciudadanos cultos que mañana sean políticos cultos. Estamos defendiendo falsos valores: hacer creer a los estudiantes que deben formarse para sacar un título y después tener dinero en el mundo laboral para mí es un crimen.
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-¿Qué está pensando y escribiendo en este momento?
-El último libro que publiqué fue 'Los hombres no son islas', que defiende con mucha fuerza la idea de la solidaridad humana. La literatura nos enseña que solo lo que hacemos para los demás puede ofrecer un sentido potente a nuestra vida. Hay una frase fantástica que escribió Albert Einstein: «Solo una vida vivida para los demás es una vida que merece ser vivida». El próximo libro que voy a publicar es sobre el 'Decamerón' de Boccaccio. Se trata de hacer comprender cómo la literatura puede tener una función terapéutica. Es una manera de pensar un mundo mejor, donde el desorden social provocado por la peste se puede combatir con la cultura.
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