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Escuchar a Ryma Sheermohammadi revuelve las tripas y las emociones. Esta activista explica con crudeza y con rabia la realidad de Irán, un país del que hablará este sábado en la mesa redonda 'Mujer, vida, libertad', que se celebrará en la Fábrica de Armas y ... que tomará como punto de partida la obra de Marjane Satrapi, galardonada este año con el Premio Princesa de Comunicación y Humanidades.
–Usted es hija de iraníes, pero nació fuera del país. ¿En qué momento empezó a tomar conciencia de que era necesario criticar lo que estaba ocurriendo allí?
–En ese punto me identifico mucho con la Marjane niña porque en mi caso esa toma de conciencia también tiene que ver mucho con cómo era mi padre. Él y mi madre emigraron a los países árabes, pero íbamos cada seis meses a Irán y, en esas idas y vueltas, yo escuchaba a mi padre criticar cómo estaba cambiando la sociedad. Luego, cuando llegó la Revolución Islámica en 1979, varios miembros de la familia de mi madre estuvieron encarcelados y ejecutaron a uno de sus primos. Todo eso lo viví con rabia.
–¿Cómo está ahora mismo la situación allí?
–Estamos en el momento histórico en el que más se ve que la sociedad iraní va por un lado y el régimen, por otro. Cada vez quieren controlar más a una sociedad que está muy despierta. Eso tiene que cambiar porque no puede ser que cada día sean más pobres, estén más discriminados y sufran más violencia. Es brutal la represión que sufren, cada día hay dos o tres ejecuciones en Irán.
–Además los jóvenes que se manifiestan se juegan la vida.
–Las protestas han dejado a muchos jóvenes iraníes sin ojos porque los agentes tenían órdenes de disparar a los ojos y a los genitales. Algo que te obliga a acudir al hospital y, como sabes que en el hospital pueden informar a la policía, muchos optaron por no ir y esperar, con lo cual les tuvieron que vaciar el ojo. Ha sido muy dramático y no hay que olvidar a muchos jóvenes, de dieciséis y diecisiete años, que mataron en las calles. Son muy valientes, cada vez el nivel de violencia estatal es mayor.
–La muerte de Mahsa Amini –arrestada y torturada por no usar su hiyab correctamente–, ¿marcó un antes y un después?
–Absolutamente. Ella fue la gota que colmó el vaso de una sociedad harta del nivel de violencia y persecución a las mujeres en las calles. Las patrullas circulan constantemente y detienen a las chicas de la manera más violenta que te puedas imaginar. Y, como la chica proteste como fue el caso de Mahsa, te meten dentro de una furgoneta y ahí puede pasar de todo.
–Una niña que nazca hoy en Irán, ¿qué futuro tiene?
–Ninguno. Irá a la escuela, pero la edad penal de las mujeres allí es de nueve años. Y cuando esa niña quiera un documento oficial o cambiar de residencia, necesitará la autorización del padre o del marido.
–Las personas homosexuales también viven escondidas
–Sí, tienen cárcel y ejecución. Cualquiera puede presentarse en un juzgado y decir que alguien es homosexual y lo detienen acto seguido.
–Ante este panorama, ¿qué futuro le pronostica a Irán?
–Va a ser dramático, está claro. Los iraníes saben que tarde o temprano va a estallar una gorda y es probable que pueda estallar una guerra dentro del país. Los iraníes están deseando que alguien vaya a rescatarlos. Si hay una guerra, que la haya para quitarse a estos de encima.
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