Dice que está con ganas de llegar a Oviedo. «Será divertido», anuncia Michael Ignatieff (Toronto, Canadá, 77 años) en vísperas de un viaje que le permitirá recoger el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Será uno de los galardonados que el próximo día 25 ... pronuncie discurso en el Campoamor y tiene mucho que decir este lúcido observador del mundo en este momento tan complicado y confuso.
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–El jurado sostiene que ha aportado ideas para superar diferencias étnicas y religiosas. ¿Cómo se siente al ver las imágenes de Gaza o Líbano?
–Siento pena y enojo, pero no sorpresa. El conflicto entre judíos y palestinos comenzó en la década de 1930, con la llegada de refugiados judíos de Europa. y ha continuado desde entonces. Es un conflicto entre dos autodeterminaciones en competencia. Exige determinación, y solo podrá resolverse cuando cada pueblo tenga un estado propio y el derecho a contar con fronteras seguras. Las diferencias étnicas solo se superan cuando se reconocen los derechos básicos a ambas partes de un conflicto.
–¿Qué le diría a Netanyahu si lo tuviera frente a usted?
–Pare esta locura. Usted tiene todo el derecho a defender su estado, pero la seguridad no puede depender solo de la disuasión y el miedo. Debe hacer la paz con sus enemigos.
–Usted sostiene que todos los seres humanos se comportan de la misma manera en determinadas circunstancias, que básicamente somos iguales. ¿Por qué entonces insistimos en destacar nuestras diferencias?
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–Los seres humanos somos una contradicción imposible. Queremos que se reconozca nuestra igualdad con los demás seres humanos y queremos que se reconozca lo que nos hace diferentes a cada uno de nosotros. Somos necesariamente cooperativos y necesariamente competitivos, y la paz en nuestras sociedades depende de garantizar que todos sean tratados por igual y que la individualidad de cada uno sea reconocida y valorada al mismo tiempo. Todo esto es un trabajo duro e interminable.
–Usted ha sido político. ¿Qué aprendió de esa experiencia?
–Aprendí a respetar más a los políticos, no menos. Es un trabajo imposible, pero alguien tiene que hacerlo.
–Usted estuvo en la oposición. ¿Se ve o se ha visto en el poder en algún momento? ¿Cómo cree que un gobernante debe ejercer el poder?
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–Yo estuve en la oposición toda mi carrera política, y nunca estuve cerca del poder. Si tienes poder siempre tienes las mismas opciones: usarlo para tu propio beneficio o usarlo para el beneficio de la gente que te puso allí.
–También es premiada Marjane Satrapi. Aunque finalmente no vendrá, imagino que habría disfrutado hablando con ella. ¿Qué cree que debería ocurrir para que Irán deje atrás el régimen de los ayatolás?
–Cuando estuve en Irán en 2004 –en Persépolis, de hecho– conocí a muchos jóvenes iraníes que querían librarse del régimen. Dependerá de ellos cambiar el sistema actual y deberán hacerlo en las calles. Espero vivir lo suficiente para ver que eso ocurre.
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–¿En qué estado de salud se encuentran las democracias del mundo en general?
–Todas nuestras democracias están en apuros: con expectativas insatisfechas de justicia social, con el caos de las redes sociales, con el debilitamiento del orden internacional y con el cambio económico global que hace que cada democracia sea cada vez menos soberana sobre la suerte económica de su pueblo.
–¿Qué siente cuando ve a personajes como Donald Trump o Javier Milei ganar elecciones democráticas?
–La gente quiere soluciones: al estancamiento de los salarios reales, a los altos precios, al cambio social constante... Y cuando el centroizquierda y el centroderecha no las ofrecen, la gente se vuelca a los extremos. El problema no son Trump ni Milei, sino el colapso de los gobiernos centristas, reformistas y moderados.
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–¿Y qué siente cuando está en un tren y nadie mira a la persona que está a su lado y solo tiene ojos para la pantalla de su teléfono móvil?
–Es deprimente, pero no es nuevo. ¿Recuerda todas esas películas en blanco y negro de los años 50 y 60 en las que la gente estaba sentada en los compartimentos del tren leyendo el periódico y evitando mirarse a los ojos?
–¿Debemos reinventar nuestra relación con la tecnología?
–La tecnología está reinventando su relación con nosotros. Definitivamente es hora de recuperar el control: apagar, leer un libro, dar un paseo, hablar con tu compañero... Hay que dejar la adicción.
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–¿Cómo se lleva con su móvil?
–Mi teléfono móvil lleva en su inerior el equivalente a la Biblioteca de Alejandría, de modo que es una maravilla. Pero también es adictivo y, como todas las adicciones, hay que tener cuidado y controlarla.
–¿Qué miedos le suscita la inteligencia artificial?
–Lo que me da miedo es que entreguemos funciones y responsabilidades a máquinas que deben permanecer en manos humanas, por ejemplo, el cuidado de ancianos y enfermos. Otro ejemplo sería decisiones políticas que solo pueden tomar seres humanos responsables ante un electorado.
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–Nacionalismos. Aquí en España sabemos mucho sobre este asunto. ¿Qué opina de lo que ha pasado y sigue pasando en Cataluña?
–Soy canadiense, por lo que estoy en contra del separatismo y de la desintegración de España.
–¿Alguna idea para gestionar las migraciones y acabar con las tragedias del Mediterráneo o de la frontera de México con los EE UU?
–A medida que nuestras tasas de natalidad disminuyen, todas las democracias liberales avanzadas necesitan un flujo constante de inmigración legal. Lo que necesitamos detener es la inmigración ilegal, por mar, tierra y aire, puesto que es un cáncer que conduce a la explotación de los ilegales y destruye el consenso político a favor de una sociedad multicultural.
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–Usted sabe que en este momento España está en conflicto con México, porque el país norteamericano exige una disculpa del rey por la colonización. ¿Cómo debemos gestionar estas relaciones con el pasado?
–Todas las sociedades europeas con pasados imperiales, como son los casos de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Holanda y España, no deberían sorprenderse de que sus excolonias quieran un reconocimiento de lo que salió mal en la relación colonial. Pero deberían buscar diálogos genuinos y, cuando sea necesario, reparaciones y evitar ser arrastrados a juegos políticos por actores políticos ambiciosos que buscan explotar el peso del pasado.
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–La pregunta del millón: ¿Qué es lo que más debe preocupar al ser humano hoy? ¿Qué es lo que más le preocupa a usted?
–Le respondo con dos preguntas: ¿Tenemos futuro? ¿Tienen futuro mis hijos?
–¿Qué le ha enseñado el periodismo y qué miedos tiene en estos tiempos de noticias falsas y posverdad?
–Las noticias falsas y las redes sociales hacen que el periodismo basado en hechos, cuidado y riguroso sea más esencial que nunca, y, gracias a Dios, todavía hay mucho periodismo.
–¿Qué ha aprendido de la docencia, enseñando a los estudiantes?
–Que ya no soy tan joven como antes y que es hora de pasarle la palabra a la siguiente generación.
–Ha escrito sobre hechos reales y sobre ficción. ¿Cómo cambia el proceso de escritura?
–Inventar la realidad no es difícil. Lo difícil es describir la realidad como realmente es, no como deseas que sea.
–¿En qué está trabajando ahora? ¿Qué será lo próximo de Ignatieff?
–Estoy escribiendo unas memorias de mi generación, tituladas provisionalmente 'La historia de mis privilegios'.
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