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Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales

Dar vida a lo muerto: conocer el pasado a través de la Arqueología. La voz de Eduardo Matos Moctezuma

Patricia Suárez Manjón

Martes, 25 de octubre 2022, 20:37

Los primeros restos arqueológicos de la cultura mexica y el gran centro de poder del México prehispánico inmediatamente anterior a la llegada de los españoles a América comenzaron a emerger de las entrañas de la tierra de lo que fue la gran Tenochtitlan durante el ... periodo virreinal, con motivo de las ambiciosas reformas urbanísticas emprendidas en 1790 por el II conde de Revillagigedo, Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas. Fruto de estas obras se sacaron a la luz dos de las piezas más representativas de la cultura azteca: la escultura de la Coatlicue y el llamado Calendario azteca o Piedra del Sol, pieza icónica de la cultura mexica, por todos conocida. La bien argumentada –aunque no exenta de polémica- publicación de Antonio León y Gama sobre estas piezas se produjo sólo dos años después del hallazgo, siendo un magnífico ejemplo de la erudición propia de los sabios que en el llamado Siglo de las Luces abarcaban amplias parcelas del conocimiento, ya que su autor tenía la consideración de matemático, astrónomo y arqueólogo. Estos hallazgos y la publicación de los mismos son considerados por el doctor Eduardo Matos Moctezuma como el episodio que define el inicio de la arqueología en México. Y este inicio de la Arqueología como disciplina en las tierras del llamado Nuevo Mundo tiene mucho que ver con lo acontecido pocos años antes en la Vieja Europa, en un viaje de ida y vuelta en el que merece la pena recordar el papel del llamado «Rey arqueólogo», Carlos III, en uno de los hitos del nacimiento de la arqueología. Fue este monarca, cuando era rey de Nápoles y Sicilia (1734-1759), el impulsor de las primeras campañas de exhumación de restos arqueológicos en las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia. El rey pedía ser informado puntualmente del avance de las mismas, diariamente mientras estuvo en Nápoles, y semanalmente después de su traslado a España como rey tras la muerte de su hermano, Fernando VI. De estos trabajos, desarrollados por el ingeniero militar aragonés Roque Joaquín Alcubierre, se derivó un detallado registro, llegando a levantar planos y plasmar los progresos en diarios de campo, en lo que podríamos considerar una primera sistematización de los trabajos y que son una muestra de la metodología que aún hoy resulta imprescindible en el desarrollo de cualquier excavación arqueológica de carácter científico. Fruto de estas pesquisas se creó un museo en la Villa Real de Portici, se estableció la Regale Accademia Ercolanese para incentivar los trabajos y se publicaron los hallazgos en los volúmenes ricamente ilustrados de Le Antichità di Ercolano, editados de 1757 a 1792. Quizá no todos los viajeros españoles que cada año contemplan admirados estos vestigios del pasado romano sean conscientes de este reseñable y apasionante episodio, del que habría mucho que contar.

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