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Un modesto Peter Brook, leyenda mundial de la escena, dijo ayer en Oviedo que detesta que le llamen creador, «una auténtica blasfemia. Yo solo hago las cosas lo mejor que puedo con los medios que tengo a mi disposición». PABLO LORENZANA

Premio Princesa de Asturias de las Artes 2019 | «El 'Brexit' es un error triste y estúpido»

A sus 94 años, Peter Brook sabe mejor que nadie cómo captar la atención del público. Un relato que no rehúye la polémica y en el que no falta el humor: «Hagamos reír»

AZAHARA VILLACORTA

Miércoles, 16 de octubre 2019, 02:29

«Seguro que alguna vez han ido al teatro y se han aburrido mortalmente», apostó ayer Peter Brook (Londres, 1925) ante los medios de comunicación que lo esperaban expectantes en Oviedo, donde esta leyenda de las tablas recogerá este viernes el Premio Princesa de ... Asturias de las Artes 2019. Y, por las sonrisas del personal, no se equivocaba. Así que la primera rueda de prensa que ofrecía en Asturias el director más influyente de la escena mundial fue una lección magistral de cómo captar la atención de un auditorio, sea este un coliseo o una impersonal sala de prensa. Un alarde de presencia escénica en el que este mago aparcó los achaques propios de sus 94 años que lo obligan a caminar con ayuda de una amiga para demostrar que conserva intactos el amor, el humor y la ternura. Y, junto a ellos, la lucidez y la ironía con las que lleva décadas invitándonos a ir más allá, a cuestionarnos los porqués tras lo evidente desde el preludio de su charla, en la que empezó por desconcertar al traductor y al personal de la Fundación Princesa utilizando «una ensalada mixta» idiomática, una Babel en la que intercaló el inglés con el español y hasta con el italiano, arrancando las primeras risas y declarando, acto seguido, la «felicidad personal, íntima» que acompaña al galardón.

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«Me gusta mucho practicar el español porque hace muchos años que vine a España y muchas cosas de la lengua se me han olvidado, pero nada de la felicidad de los españoles, tan simpáticos», empezó a modo de introducción en castellano. Vivencias que lo han acompañado siempre y entre las que rescató el episodio ocurrido en agosto de 1949, cuando un grupo de maquis dirigidos por el mítico Josep Lluís Facerías asaltó el coche en el que viajaba por una carretera de la Costa Brava.

«Allí trabajé con mucha felicidad con Dalí y con su preciosa esposa Gala, que lo cuidaba como solo una esposa puede hacer y que le llevaba los temas económicos, porque Dalí valía mucho dinero, además de tener una gran rivalidad con Picasso. Siempre decía: 'Quiero que mis cuadros valgan más que los suyos'».

«La vida es un toma y daca. La relación de reciprocidad es la que nos mantiene a todos vivos»«Para el teatro de cualquier nivel es terrible ser dominado por los egos»

A Portlligat se había trasladado el dramaturgo para que Dalí le preparase el vestuario y los decorados de la ópera 'Salomé', que habría de estrenarse en el Covent Garden. Pero, a la hora de despedirse de la ilustre pareja para regresar a Gran Bretaña, tenía reservada una sorpresa: «Gala me dio un papel para que lo firmase. Me dijo que era un recibo en el que quedaba constancia de que yo tenía los cuadros de Dalí en el maletero del coche por si algo terrible me pasaba».

Y, en efecto, algo terrible pasó, porque los guerrilleros interceptaron su vehículo y ataron a Brook a un árbol junto con más prisioneros. Entre ellos, «otro inglés» que, mientras charlaban para entretener las horas, le contó que «era vendedor de seguros de vida» (de nuevo, la ironía). «Nos apuntaron con las metralletas (lo escenificó) y pensé que nos iban a matar». Un susto que se quedó solo en eso cuando, tras un día con su noche, lograron liberarse y llegar hasta el pueblo más próximo con los lienzos del genio catalán, que los muchachos de la FAI respetaron. «Y, al final, al subir al avión, me fijé que en el ala ponía: 'Gala'. El destino nos estaba persiguiendo. Nunca lo olvidaré».

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La historia -que podría dar para un drama- vino a constatar que Brook siempre regresa «al gran don. A demostrar que, en cualquier momento, podemos seguir con amor y riéndonos. Así que hagamos reír», propuso antes de ponerse serio para darse de bruces con la realidad. Esa tan prosaica que es el 'Brexit', del que el británico habló «con el corazón» para denunciar que «estamos rodeados de políticos que cometen errores, pero este es el más absurdo de los últimos años».

«El 'Brexit' es trágico y rompe muchas cosas. Es una estupidez increíble», subrayó el chamán del espacio vacío, para quien, si bien «un referéndum es una idea buena y democrática, una consulta no puede reducirse a decir un 'sí' o un 'no' sin conocer todos los aspectos». Y lo cierto es que «la gente que habla de los 'malditos extranjeros' en los pubs se pronunció sin tener ni idea de lo que suponía para la agricultura, la moneda, la Bolsa.... No fue democrático y esto nos ha conducido a una situación que ningún político puede arreglar. Es uno de los errores más tristes y estúpidos que se han podido cometer. Ha hablado un inglés», zanjó el londinense.

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Pero el show debe continuar y, para eso, contamos con el noble arte de la actuación, que solo tiene dos razones de ser: «Para mí, solo hay dos palabras que tienen un significado profundo. Una de ellas es 'compartido', porque para el teatro de cualquier nivel es terrible ser dominado por los egos. Y la segunda es 'útil', que la gente se vaya de la función sintiendo que algo dentro de ellos se ha conmovido, con el sabor de que la vida tiene sentido. Ahí el teatro se vuelve útil, aunque, por supuesto, es todo un desafío, porque es muy difícil conseguir eso».

Un misterio que él, que defiende que ya «todo está en Shakespeare», perseguirá «hasta el último momento» de su existencia: «Cuando esté absolutamente jubilado y tranquilo, bebiendo la mejor manzanilla que exista, todo será un poco aburrido, pero, si puedo ser útil para alguien, seguiré hasta el final. La vida es un toma y daca, un intercambio de energías. Es esa relación de reciprocidad lo que nos mantiene a todos vivos. Y nadie sabe cuánto tiempo va a estar en esta tierra».

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De momento, mister Peter Brook, entrañable, sabio, místico y ecuménico, nos invita a vivir en el «eterno ahora»: «La experiencia teatral solo puede suceder en él. Lo que ocurre ante nosotros en este momento».

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