Premio Princesa de las Artes | «No hago arte que me guste porque sería demasiado fácil»
Marina Abramovic Premio Princesa de las Artes ·
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Marina Abramovic Premio Princesa de las Artes ·
«El buen arte es oxígeno para la sociedad»m. f. antuña
Martes, 19 de octubre 2021
Sonriente, feliz. Marina Abramovic (Belgrado, 1946) se siente cómoda en Asturias. Y en el mundo que habita en general. Se advierte en su gesto, en la calma con la que habla, en el convencimiento de por qué y para qué está en este mundo.
-¿ ... Como fue el momento en que descubrió que el arte le daba poder y fuerza?
-Yo me sentía feísima, altísima, con una nariz enorme, los pies planos, el pelo corto, tenía astigmatismo, espinillas..., de modo que me sentía tremendamente insegura y era muy tímida. Empecé a pintar muy pronto, mi primera exposición fue a los 14 años, pero yo exponía en un estudio cerrado, sin público, en un lugar seguro... En el momento que descubrí que quería hacer 'performance' y me encontré en la tesitura de que tenía que estar delante del público, sentí miedo, me dolía el estómago, temblaba, pero cuando empecé, todo eso desapareció. Es un momento que no olvidaré nunca. Yo estaba presentando mi trabajo, no a mí misma y eso me liberó. Supe que era mi medio. Si tengo que quitarme la ropa delante de amigos, me da vergüenza, pero si tengo que presentar al cuerpo humano al público no me importa lo más mínimo.
-Cuando empezó en la 'performance' no estaba considerada un arte. ¿Cómo está ahora?
-Sigue sin ser fácil. Todavía hay quienes me preguntan lo mismo que me han venido preguntando durante 50 años ¿por qué esto es arte?
-¿Y qué les responde?
-Simplemente, me río. Han pasado 50 años y en lugar de enfadarme, sonrío. Tengo tantísimas pruebas de la transformación emocional que han provocado las 'perfomances' en muchísimos casos y tengo el amor que percibo de mi público para seguir adelante, así que no necesito demostrar que es arte. Esto es algo a lo que llegas con la edad.
-¿Cómo el arte hace poderosa a la sociedad?
-El buen arte es el oxígeno de la sociedad. Pero el buen arte es auténtico, original, y hacerlo provoca luchas, ataques, celos, críticas tremendas. Todo lo que es nuevo, todas las revoluciones, pasan por ahí. Tienes que tener las agallas para sobrevivir.
-¿A usted le alimentan las malas críticas?
-No me preocupan. Lo único que me importa es ser buena para hacer llegar mis 'perfomances'. Si no doy mi máximo, si no doy el 150%, me da igual lo que piensen los demás. Si doy un 80%, aunque la crítica sea maravillosa, no estaré contenta, incluso puede que me ponga enferma. Soy la peor crítica de mí misma.
-¿Hay buen arte hoy en día?
-Siempre hay buen arte y siempre va a haber artistas a los que la sociedad no les reconozca. En diferentes momentos de la historia ha habido creadores revolucionarios e incomprendidos. Hicieron falta cien años para que se reconociera el Greco. El arte exige mucha paciencia.
-Su arte es emoción. ¿Cómo se cocina eso?
-En primer lugar, tengo que crear conceptos, que es algo difícil y que siempre me provoca miedo. No hago arte que me guste porque sería demasiado fácil. Me gusta hacer lo que no se haya hecho nunca, que sea difícil, que sea un reto para mí. El público es una parte importante y necesaria en mi trabajo, porque completa lo que propongo.
-¿Hay algo que no se haya atrevido a hacer?
-¡Dios mío! ¡Hay muchísimas cosas que no he hecho! Mi abuela vivió 103 años, yo el mes próximo cumplo 75 y espero vivir muchos años para hacer todo lo que no hice. Tengo tantísima curiosidad, tantos proyectos. Además, lleva mucho tiempo en la vida aprender a ser feliz. La sabiduría que te dan los años es tan importante que no quisiera volver a los 20, los 30, porque además fueron momentos de mucho sufrimiento. Ahora he aprendido que todos los días pueden ser el último, así que hay que disfrutar de todos los momentos y deshacerte de lo que no es necesario. Hay que vivir. Solo me interesa lo que me encanta y me fascina, el resto me da igual. Acabo de hacer ópera, que no lo había hecho nunca,'Las siete muertes de María Callas' y estoy encantada.
-¿Por qué se siente tan influida y unida a la cultura española?
-En primer lugar, yo vengo de un país eslavo, tenemos el mismo drama y pasión. Me encanta el flamenco, cada vez que vengo me veo tres actuaciones, para mí es alegría, tristeza y melancolía, me encantan las corridas de toros... Hay algo en la cultura española con lo que me siento tremendamente identificada. Los pintores españoles, Zurbarán, Goya, el Greco, Picasso, Dalí, los adoro. Son personas con una fuerza vital tremenda. Esa manera de vivir la vida es lo que me fascina de España. Mi trabajo es emocional y toda la cultura española lo es también y me hace muy feliz que el Premio Princesa lo reconozca.
-Es una mujer muy espiritual. ¿En qué cree y en qué no cree?
-No creo en Jesús con su barba. Creo en la energía, es algo indestructible, cuando nos morimos 21 gramos de energía se van al cosmos.
-¿Qué recuerdos tiene de The Kitchen, el trabajo que hizo en la Laboral, en Gijón?
-Fue maravilloso. La cocina de mi abuela siempre fue el centro de mi vida, allí se hablaba de sueños, se contaban historias. Cuando yo entré en la cocina de la Laboral, todo estaba allí, no toqué nada, las ollas, las telas de araña, el polvo. Fue muy inspirador, como Santa Teresa de Ávila.
-Le van a hacer una retrospectiva en Londres. Es mirar atrás. ¿Qué se sensación le provoca?
-No me gusta, odio mirar atrás. No soy nostálgica, no soporto el cualquier tiempo pasado fue mejor. Hay que vivir el aquí y ahora.
-¿Y mañana?
-Hoy es lo mejor y mañana no lo sabemos.
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