Joan Manuel Serrat | Premio Princesa de Asturias de las Artes
«Yo me dediqué a esto de cantar para ser querido»Joan Manuel Serrat | Premio Princesa de Asturias de las Artes
«Yo me dediqué a esto de cantar para ser querido»Habla con calma. No asoma la prisa en una conversación en la que la música, la poesía, la ética y la tolerancia se hacen fuertes en vísperas de que el próximo día 25 se suba al escenario del Campoamor para convertirse en Princesa de las Artes ... . Hace más de cincuenta años, Joan Manuel Serrat (Barcelona, 80 años) pasó un mal rato en ese mismo escenario tras negarse a ir a Eurovisión por no poder cantar en catalán; ahora las circunstancias serán gratas. En Asturias estarán con él sus hijos y un montón de memorias que conducen a cómo ha llegado hasta aquí.
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-¿Cuénteme cómo lleva eso de ser parte de la vida de todos, que muchos le sintamos casi como de la familia?
-Sentirse querido y sentirse parte de la vida de la gente demuestra el afecto. Yo me dediqué a esto de cantar para ser querido. Esa fue una de las razones. Uno escribe para expresarse y para compartir, es importante compartir lo que haces con los demás y formar parte del presente de las personas.
-¿Qué cree que ha hecho para merecer esto?
-Hablar de méritos es siempre entrar en un territorio desconocido, porque las razones por las cuales el jurado decide concederme este premio son varias. Habla por un lado de la tolerancia, de ser una persona tolerante que ha defendido sus principios y de haber tendido puentes en lugar de levantar alambradas. En esto me siento reconocido. Me reconozco en el sentido de que soy una persona que cree en la tolerancia, en el respeto al derecho de los demás a manifestarse. Soy un convencido del diálogo, es la única herramienta que trabaja en favor de resolver problemas. El diálogo es fundamental para el progreso, de igual manera que creo que la democracia, la tolerancia, la libertad y la justicia son absolutamente fundamentales y que siempre tienen que ir de la mano. Lo que tiene que ver con tender puentes tiene que ver con lo otro, y siempre he tratado de hacer lo que sentía que tenía que hacer y de la manera que creía que debía hacerlo. Y luego me he encontrado, como todo el mundo, a veces con dificultades y he tenido que sortear obstáculos y buscar rendijas en los muros para colarme por ahí. Esto no es excepcional y ni mucho menos sirve para un reconocimiento. Creo que el Princesa de Asturias de las Artes 2024 podía haber recaído en muchísima gente pero ha recaído en mí probablememente por los valores que ha interpretado el jurado y por la cantidad de accidentes que se producen.
-¿Qué sentido de la propiedad tiene usted de sus canciones? ¿O lo ha perdido ya por completo?
-El éxito de una canción se alcanza cuando la gente se olvida de quién es el autor y la canción sigue adelante a pesar de que el autor pueda perderse en el olvido. Me reconozco en las canciones que hago y creo que soy capaz de escribirlas porque, mejores o peores, de alguna manera es lo que yo capto, lo que mis sentidos entienden. Solamente soy capaz de escribir usando los sentidos y mirando a mi alrededor lo que ocurre, lo que veo, lo que siento, lo que escucho, lo que me dicen, lo que intuyo... Y a todo esto hay que añadirle el trabajo, es decir, sentarte y clavar los codos en la mesa y exprimir las historias, tratar de sacarles el mejor jugo de la manera más sencilla.
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-¿Hay muchas canciones que se quedaron en el cajón?
-Sí, pero lo que no está no existe. Está en un apunte, en un papel, en un cajón, en una memoria... Lo que no está terminado no existe como canción, por muchas libretas y notas que tenga.
-Se ha jubilado de los escenarios pero de escribir uno nunca se jubila.
-Y de los escenarios también entre comillas. He dejado de hacer giras y de interpretar lo que es mi oficio en este ir y venir por el mundo subiéndome a los escenarios y haciendo este trabajo tan magnífico que es cantar y compartir historias con la gente. Yo me llevo muy bien con el oficio, no he dejado de subirme a los escenarios porque estuviera cansado de hacerlo o porque estuviera ni siquiera aburrido, no me encontraba mal ni en desacuerdo, solamente pienso que tenía que ocurrir en algún momento y me pareció oportuno hacerlo cuando lo hice, a pesar de que siempre veo y rememoro y sigo viviendo una historia que no se acabó el 23 de diciembre de 2022.
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-Vaya, que se lo ha pasado pipa.
-He sido muy feliz. Pero ha habido momentos muy complicados, difíciles y algo más, pero el bagaje general es que soy un hombre que ha sido muy feliz ejerciendo el oficio de escribir y de cantar.
-Le preguntaba por las canciones no terminadas, ¿qué hace que una canción llegue a serlo y otra no?
-Lo primero, que la das por terminada. Todas las canciones son mejorables, como aquel dicho romano creo que decía que 'toda finca agrícola es mejorable hasta la completa ruina de su propietario'. Con las canciones ocurre lo mismo, son susceptibles de ser mejoradas, lo que no estoy seguro es de que esas mejoras repercutan en el resultado final. Se pueden ir cambiando, adaptando, añadiendo, pero en un momento determinado cuando te planteas una serie de canciones para un disco, las das por terminadas. Esto en general, pero otros artistas no funcionan así. Dylan, por ejemplo, es un caso diferente, es difícil reconocer sus canciones cuando las está cantando en el escenario.
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-De usted dicen que es un referente ético. ¿Arte y ética tienen que estar unidos?
-No sabría decirle. Arte y ética no son la misma cosa. Hay artistas a los que éticamente no respeto en absoluto y artísticamente respeto mucho. Al revés debe haber muchos más. Creo que hay que ser capaz de entender las cosas en la medida que se mueven, el arte puede no ser ético en un momento determinado y puede ser estéticamente muy agradable. No creo que exista un rigor en este sentido.
-Otro de sus logros es haberle descubierto a mucha gente la poesía española. ¿Saber que hay quien conoce a Machado gracias a usted es una satisfacción?
-Yo no diría que he sido descubridor, he contribuido a ser difusor, y ni siquiera de la poesía, sino de unos fragmentos determinados que podían incitar a la gente a adentrarse en la poesía de determinados autores. Cuando musico a Machado o Hernández solo busco crear unos apuntes determinados de unos versos que a mí me conmueven y yo interpreto como textos de una canción que me hubiera gustado escribir de esta forma. No es nada más. No he pretendido otra cosa. Se dio la maravilla que estos trabajos tuvieron una gran difusión, pero creo que estaba en la intención de la gente encontrarse con estos poetas.
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-¿Para ser un buen letrista hay que ser un buen lector?
-No necesariamente. Hay muchas canciones populares que son auténticas joyas y a veces la ilustración del autor es muy elemental. Lo que sí un buen texto nace de un momento de lucidez y una alegría en el manejo de las palabras. No siempre las canciones que más nos conmueven tienen textos muy complicados ni muchísimo menos.
-¿Cómo es usted como lector?
-Ávido. Y cada día estoy más feliz de haber leído desde mi juventud. No fui un lector muy precoz, pero sí he sido muy ávido, empecé a descubrir la literatura, y dentro de ella la poesía, como una compañera de camino magnífica. La literatura obliga, te permite construir, te marca unos protocolos para que tú acabes de construir la historia, que no está completa nunca sin el lector.
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-¿Está escribiendo algo?
-Sí, yo no paro. Ahora tengo una gran ventaja, que no escribo presionado por la necesidad de cumplir unos tiempos, de tener que terminar antes de... Y tampoco tengo una necesidad personal de ir más allá de escribir sin ninguna interés en que se vea. Publicar no tiene para mí en estos momentos ningún atractivo.
-¿Es buen oyente de música?
-Dentro de lo que puedo. La música no exige ningún esfuerzo, llega sola y se te mete por todos los agujeros del cuerpo sin necesidad de ninguna disciplina. La lectura sí exige esa atención; la música lo que sí tiene es una cadena en la que vas pasando de una cosa a otra y es muy importante lo que ha habido antes, la formación musical ayuda mucho a poder entender lo que te va llegando.
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-Habla de su amor a la poesía. Va a coincidir en Oviedo con Ana Blandiana. Seguro que le tienta una charla con ella, que también es un referente ético y democrático.
-Sí, este año tenemos varios. Está también Ignatieff, que es un hombre con el cual tengo muchas cosas que conversar si es posible, porque es un hombre que ha estado en este mundo pasional y catastrófico que es el de la política y que ha conocido cuestiones que nos son cercanas a los dos, como el nacionalismo y la intolerancia. Hay más personajes. No sé el tiempo que vamos a poder estar los unos con los otros. Todavía no sé cuánto tiempo voy a poder estar con mis hijos, que van a estar todos juntos estos días en Asturias.
-Ya le digo yo que poco, que a los premiados les hacen trabajar mucho.
-(Risas) Hacen bien. Hay que sacarnos el jugo.
-Ana Blandiana, Michael Ignatieff y usted hablarán en la ceremonia de entrega. Y los tiempos que vivimos son los que son. ¿Se augura la cosa comprometida?
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-No sé lo que van a contar ellos. Sí sé que la sabiduría de Ignatieff tiene una cercanía con el mundo, la ilusión y la decepción de la política que es muy interesante...
-¿Ya tiene lo suyo listo?
-La verdad es que no, no porque no lo haya pensando sino porque no lo tengo concreto. Espero poder encontrar el atajo más cercano para poder explicarme, pero también sé que no se puede ser muy pretencioso en este tipo de actos. Aparte de manifestar la gratitud, que se da por sentada, y afirmar algunos conceptos y puntualizar algunas cosas que probablemente la gente no necesita que le sean puntualizadas, lo que más me importa es encontrar un camino de cercanía en el que haya la menor cantidad de palabras posibles y donde se resuman mejor todos los sentimientos que, sin duda, se me van a venir encima ese día.
-Nos contó uno de sus biógrafos que en el Campoamor le dieron un botellazo.
-No, no me alcanzó. Eso fue cuando se dio todo el lío de Eurovisión y, cuando yo pude volver con mi oficio, la primera actuación que tuve fue en el Campoamor. Tocamos Tete Montoliu y yo y fue un concierto difícil porque había división de opiniones, no en el sentido aquel de unos con el padre y otros con la madre, sino sencillamente unos con una idea y otros con otra. No fue un momento de los que yo recuerde con tranquilidad. Pero también me ayudó a entender dónde estaba y qué ocurría. Fue el primero después de una situación de gran tirantez en la que mi figura había sido denostada por el régimen.
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-¿No llegó la sangre al río entonces?
-No sufrí ninguna agresión física. Lo que sí recuerdo de aquel día es el pobre Tete Montoliu, que como sabe era ciego, oía el alboroto y me decía: «¿Qué pasa, nen?» Tenía que estar a uvas y melones, ir contándole y saliendo adelante de una circunstancia un poco violenta.
-Pero ha tenido circunstancias mucho más amables en esta Asturias que le premia.
-Sí, he vivido muy buenos momentos y además en lugares muy populares. Yo recuerdo los bailables de Oviedo y de Gijón, maravillosos, con un público de una fidelidad absoluta.
-Y siempre con unos oricios en la mesa si es temporada.
-Es, sin duda, el marisco que más le gusta.
-Cuando llega un momento como este de recoger un galardón así, ¿se echa de menos a muchas personas?
-Sí, echaré de menos a mucha gente. En esta época que ya podemos llamar la edad de la melancolía uno se va muriendo de a poco, con pequeñas muertes anticipadas que te van dejando referencias. No hay más remedio que seguir vivos y apoyándote en ellos. Los recuerdo con la alegría de que la vida me ha permito disfrutarlos. Uno con el tiempo lo que más echa de menos son los amigos perdidos, pero hay que aprender a despertarse cada día otra vez.
-Antes le hablabla de la propiedad de las canciones, si hay una universal es 'Mediterráneo'. ¿Cómo lleva esto de verlo repleto de muertos?
-El Mediterráneo es un mar que ha sido la cuna de la vida, el encuentro de civilizaciones, ha sido históricamente un puente cultural, económico, vital, todos los pueblos tenemos tantas cosas en común que nos dan un sentido. Por eso es muy doloroso verlo convertido en un cementerio, en un mar en cuyos fondos se acumulan los cadáveres de los que tratan de encontrar un lugar de refugio y en las orillas se acumulan restos del naufragio de lo que probablemente son nuestros propios sueños.
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-¿Qué otras cosas le hacen hablar solo en estos tiempos convulsos que vivimos? ¿Qué le enfada?
-Soy bastante apasionado y hablo solo con mucha frecuencia. Procuro no acostumbrame a todo lo que ocurre, prefiero que esas cosas sigan irritándome a diario y que sigan encendiendo en mí las ganas de tratar de colaborar para evitar lo que no me gusta, lo que no me parece bueno, lo que no creo que sea justo y que no me empuje al sillón del abatimiento, de la normalidad y el silencio.
-¿Qué le irrita cuando enciende la tele?
-Es difícil no tener un sentimiento de extrañeza e indignación cuando escuchas cómo se repiten otra vez los mismos pecados, los mismos errores, las mismas faltas y cómo no somos capaces de reaccionar para, a través de la información, no caer en la mentira, para a través del diálogo no caer en el desprecio a lo que no entiendes o no te gusta, y sobre todo tratar de evitar todos estos personajes mesiánicos que se van apareciendo utilizando el lenguaje más burdo, vulgar y mezquino con tal de atraer y crear falsas expectativas y debilidades.
-¿Tenemos remedio?
-¡Qué sé yo! Yo trato de hacer lo que puedo. Supongo lo que no seamos capaces de remediar nosotros lo remediará la naturaleza.
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