En el Teatro Campoamor de Oviedo, en 1968, en plena polémica por el 'La, la, la' eurovisivo y su negativa a acudir a la cita si la canción no se cantaba en catalán, Joan Manuel Serrat recibió un botellazo. Más de medio siglo después, el ... próximo octubre será el aplauso unánime el que coseche en el mismo escenario. El término unánime no es baladí, porque tiene el flamante Princesa de Asturias de las Artes el don de generar consenso, de vertebrar esta crispada España nuestra. «La unanimidad es difícil de alcanzar, pero si alguien se acerca ella ese es Serrat», sostiene Luis García Gil, autor de cinco libros sobre la figura del de Poble Sec, que acaba de publicar su biografía más completa, 'Serrat. Se hace camino al cantar' (Alianza Editorial). En ella se desvelan todos los caminos que han conducido a convertirle en un referente ético y emocional, un símbolo de la libertad en España y en Latiomerica.
Publicidad
Y detrás de todo eso, tras sus canciones y lo que transmiten, está él, el hombre sencillo, el niño que no pierde de vista sus orígenes, que contagia sentimientos que a todos apelan, que ha levantado en torno a su música un edificio filosófico, ético y poético. «Detrás del gran artista hay una gran persona», y quizá esa realidad es la que trasciende con más fuerza en su música. Ese lado humano lo inunda todo y le confiere a Serrat ese gracia, esa habilidad, ese mágico poder. «En él se descubre la sencillez, la cercanía, quizá sea algo previsible, pero cuando alguien le canta a determinados sentimientos transmite una ética muy particular y si el personaje no coincide con la persona, mal vamos», afirma el biógrafo. La fusión en Serrat es manifiesta.
Noticias relacionadas
Pero eso tampoco es suficiente para ser el gran Serrat. Hay un artista, un compositor, un contador de historias que, asegura su biógrafo más prolijo, «hay que redescubrir constamente». Porque aún hoy hay aspectos de su obra que no se conocen. Empezando por las canciones. La inmensa popularidad de las más célebres ha hecho caer en el olvido a grandes temas que son desconocidos para muchos de los que se cuentan entre sus admiradores. Son unas cuatrocientas las que ha grabado y estas son algunas de las que Luis García Gil considera que merecen ser escuchadas: «Hay canciones maravillosas que están ocultas, como 'Cuando me vaya', 'Elena', 'Irene', 'Mil años hace'... Yo tengo la teoría de que Serrat no tiene ningún álbum malo, tiene un nivel de calidad muy constante, hay canciones mejores o peores, porque la inspiración nunca funciona del mismo modo, pero tiene en cada disco auténticas joyas».
Las canciones son palabras. Las suyas propias y las de los poetas a los que ha dado una nueva dimensión, porque en España «ya no leemos a Machado igual y ya no leemos a Miguel Hernández igual», porque su tamiz ha dado otra realidad a esos versos. Entre los sustantivos que marcan sus composiciones, hay uno que es definitivo: «Amor aparece mucho, quizá sea la palabra primordial para entender su universo». Luego están niñez, porque su infancia es parte inapelable de su obra; como lo es el mar, como lo son los árboles, las flores... «La riqueza de su vocabulario es muy grande tanto en catalán como en castellano». Cualquier palabra es susceptible de sublimarse en una hermosa letra, de una planta de albahaca a un balcón, o simplemente un color, porque Serrat le ha cantado a las pequeñas cosas con palabras sencillas y también ha sido capaz de instalarse en un lenguaje más frondoso y barroco.
Publicidad
Siempre con el biligüismo como bandera. Un bilingüismo natural para él, el hijo de una aragonesa que no se llama Manel sino Manuel, que se nutrió de la copla –por cierto, que cuando en 1987 fue jurado del Premio Princesa defendió que ganara el galardón Concha Piquer, aunque fue Chillida el triunfador–, el tango y la canción española para ser quien es. El español y el catalán corren por sus venas con idéntica literatura, musicalidad y belleza. Pero –sostiene García Gil– hay quien todavía cuestiona que decidiera cantar en castellano, hay una Cataluña que aún lo vive como una traición. «Su riqueza bilingüe se debe valorar como algo positivo y no como como una jugada comercial». Es más, considera García Gil que de su mano el catalán ha trascendido múltiples fronteras y se ha hecho popular.
Es Serrat un ciudadano del mundo que nunca ha perdido sus raíces, un hombre que aprendió de su madre que la patria no es más que el lugar donde comen sus hijos. Es un bon vivant que ama los públicos diversos, que disfruta tanto en Nueva York como en Buenos Aires, que gusta de la pluralidad en el patio de butacas y entre sus amistades. «Tiene una relación de complicidad con toda España, es de esas personas que cuando va a cantar se implica, le gusta socializar, enterarse de la realidad de cada lugar, compartir una buena mesa, en cualquier hoja de ruta de una gira tiene que haber un buen restaurante, un encuentro con sus amistades de siempre y si Víctor Manuel es uno de sus grandes amigos, en Asturias tiene otros muy queridos y cercanos, en su memoria viajera ocupa un lugar preferente esa tierra», revela.
Publicidad
Todo lo dicho, sin olvidar un dato definitivo y definitorio en Serrat que a veces se olvida: el humor. La melancolía del cantautor siempre deja hueco para la luminosidad y el optimismo. Así es Serrat. Así son la persona y el artista que han hecho inmensas las pequeñas cosas.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.