M. F. Antuña
Viernes, 23 de octubre 2015, 01:09
Se plantó ante los periodistas dispuesto a hablar de todo: de vino, de política, del mundo y «del cine y la televisión, que ya son lo mismo». Y lo hizo. Francis Ford Coppola, Princesa de Asturias de las Artes, saludó en inglés y en castellano -con un «buenas tardes» a las doce y media del mediodía- y comenzó a hablar de todo un poco. Y de todo ello con entusiasmo y sin pelos en la lengua. Sin miedo y con un elogio en la boca: «Estoy encantado de estar aquí, es espectacularmente precioso», dijo sobre una Asturias que en ese momento solo había podido disfrutar desde el avión.
Publicidad
El director de 'El padrino' se arrancó con críticas no a Hollywood - «que no existe como tal, es un cartel»- sino hacia la industria cinematográfica en general, la estadounidense y la del resto del mundo, que busca solo dinero y vive ajena al arte y la experimentación, las palabras mayúsculas que rigen su existencia. «La industria está para ganar dinero, pero el cine es también un arte. Directores como Spielberg y como yo no entramos en esto para ganar dinero sino para obtener placer».
Es, confiesa, de una generación en la que la industria sí tenía hueco para el entretenimiento y para algo más, para hacer películas «valientes y bellas» y echa en falta que hoy no continúe siendo así. «Los estudios tienen auténtica aversión al riesgo», afirmó, antes de explicar que el cine es experimentación por encima de todo y que de ella nacen «obras de arte fantásticas», aunque quizás no se aprecien a corto plazo y necesiten más tiempo para ser amadas por todo el mundo. Lo sabe de buena tinta. Lo ha vivido en sus propias carnes con muchas de sus películas que el poso y el paso de los años han convertido en imprescindibles.
Por eso su mirada siempre curiosa se sitúa hoy sobre el cine independiente, sobre los directores que buscan una expresión propia, que pretenden «hacer algo único». Porque -subraya Coppola- hacer algo muy bien hecho que ya se ha hizo antes no tiene gracia. El camino es otro. El suyo al menos. «Nunca he hecho cine para ser famoso, sino para experimentar y hacer cosas bonitas». Ahí está la magia del cine que le ha tenido atrapado una vida entera y le ha arruinado en un par de ocasiones. «Si hacemos lo que nos parece interesante es posible que a alguien le acabe gustando», vaticina. Y si hay que jugarse los viñedos de California, se hace. «No tuve ningún problema en arriesgar mi propio dinero y lo haría también hoy. Es mejor que pedirle dinero a una persona que ni siquiera te respeta. Prefiero ganarlo yo e invertirlo luego en mi propio trabajo», dijo sobre la vía para financiar películas.
Conocedor del cine español -cita a Buñuel y Almódovar-, optimista por naturaleza, Coppola asegura que en todo el mundo se hace cine interesante y que con frecuencia determinadas cinematografías florecen y se hacen más visibles, como ha sucedido con la japonesa, la iraní o más recientemente, la mexicana. Pese a hablar de otros, no quiso hacerlo de sí mismo y evitó desvelar en qué líos se meterá próximamente. «No me gusta hablar demasiado porque te deja sin energía», se excusó al dejar la pregunta sin respuesta. Eso sí, expresó sin tapujos su mayor preocupación: «Es saber si voy a vivir el tiempo suficiente para hacer las películas que quiero hacer».
Publicidad
Habló de política, de corrupción, trató de imaginar a los Corleone en estos tiempos de crisis, recordó que se han convertido en los personajes favoritos de villanos reales de hoy y confesó que una de los principios que rige su existencia es la negación de la maldad. Para él no existe sino como carencia del bien. Dicho lo cual, no entiende que el mundo sea a veces tan atroz porque no hay razón para ello, porque ya no vivimos tiempos pasados en los que matar era cuestión de supervivencia. Y como ejemplo de ese horror, viajó a Siria, un país que visitó hace unos años y del que guarda un magnífico recuerdo. «Tenemos que compartir la prosperidad y no permitir lo que está pasando con los refugiados en Siria». Este mundo tiene arreglo y la receta es muy sencilla: nunca mentir y usar como armas la creatividad y la belleza.
Pero lástima que ni la creatividad ni la belleza ni muchísimo menos la verdad abunden en un universo plagado de casos de corrupción - «una enfermedad a la que no se puede sobrevivir, hay que acabar con ella, y se puede»- y en el que las grandes mentiras se instalan en los discursos políticos. «La corrupción es una forma de mentir y la mentira es lo que permite que una país grande con un gran ejército bombardee a otro y diga: somos los buenos y los terroristas son los malos».
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.