Coppola fascina a su público en Gijón

Es habitual que Francis Ford Coppola vista calcetines de distintos colores. Ayer -casualidad o no- eligió uno amarillo y otro rojo para subirse al escenario del Teatro Jovellanos y cosechar aplausos antes, durante y después. Antes, porque su filmografía los merecía; durante, porque, como buen contador de historias, supo salpicar su parlamento de anécdotas y humor, y después, porque el público se fue feliz, contento y encantado y quiso despedirle puesto en pie.

El encuentro con el público del Princesa de las Artes arrancó con colas en el acceso. Los arcos de seguridad instalados por la presencia de la reina Letizia motivaron que la entrada a la sala fuera más lenta que en citas previas en idéntico escenario y fechas. Pero el público tomó asiento a tiempo para ver el vídeo que comenzando por 'Apocalypse Now' y terminando por 'El padrino' presentó su obra. Ya entonces ocupaba su localidad en el entresuelo la Reina, que vestida con un mono negro de Felipe Varela de cuello hálter, llegó poco antes de que se iniciara al acto y saludó al público que esperaba a las puertas del teatro para verla. La acompañaban la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón; la directora de la Fundación, Teresa Sanjurjo, y el consejero Guillermo Martínez.

Todos escucharon atentos la presentación que de Coppola hizo el cineasta Rodrigo Cortés, que lo calificó como «titán del cine» antes de agradecer la presencia de la Reina, «una asturiana de pro», y una «cinéfila de a pie». Fue breve Cortés, que pronto -tras un vídeo sobre el ciclo 'Coppola portátil'- dio la bienvenida al cineasta, que se arrancó hablando del éxito. «Son las personas que no se rinden las que triunfan. El fracaso es algo muy útil, no hay que tenerle miedo, es parte del éxito», aseveró. Confesó sus miedos, que forman parte de la esencia del artista y la creación, y sin demasiada dilación se dejó interrogar por sus fans.

Habló para ellos de su experiencia como espectador. Contó que su primera referencia cinematográfica fue 'Blancanieves', que desde aquellos tiempos de niñez adora al personaje y le encantan las chicas. El viaje transitó después por otros caminos y otras fuentes de inspiración de mayor calado que le llegaron más adelante. Empezando por Orson Welles: «Para mí era un ejemplo extraordinario, era como un mago». Rememoró que hizo 'Ciudadano Kane' con 21 años y recurrió a otro ejemplo de juventud creadora, Stanley Kubrick. Y citó un tercer nombre, el de John Frankenheimer.

Esos tres cineastas marcaron una carrera alumbrada por grandes éxitos y enormes fracasos. Como 'Corazonada', película de la que habló interrogado por una de las personas presentes. Al referirse a esa cinta surgió una de sus asignaturas pendientes en el plano cinematográfico. Recordó que quiso rodarla en vivo, una idea que le ronda por la cabeza desde que tenía 9 años, pero finalmente no pudo ser. Por eso, cuando otro de los presentes presentó la pregunta más aplaudida de la tarde-noche, su respuesta no tuvo dudas. ¿Qué le pediría a 'El padrino' el día de la boda de su hija? «Pediría la posibilidad de poder hacer una película en vivo».

Esa referencia a 'Corazonada' le sirvió para volver a hablar de éxitos y fracasos y para ponerle la mejor de las definiciones posibles: «Esto es como cuando preparas una cena, si se la comen y les encanta, eso es el éxito; si no se la comen, es el fracaso. Tú preparas la comida que a ti gusta para ellos, y esperas que les agrade, eso es ser director», resumió.

Coppola estuvo en todo momento afable, amable y cómodo. Solo le incordió una cosa y el personal del teatro estuvo atento para resolverlo a tiempo. No veía las caras del público. En un par de ocasiones lo lamentó hasta que finalmente se hizo la luz y exclamó: «¡Es un teatro magnífico y el público es muy guapo, me encanta poder verlo!». Después, incluso, dijo que le encantaría ver una ópera en el Jovellanos y hasta planteó un Napoleón con orquesta sinfónica.

Pero volviendo al cine, no podía faltar la referencia a la supervivencia de las salas en tiempos digitales y piratas. «Creo que sí, que sobrevivirán; uno disfruta de estar con mucha gente como aquí ahora y ver la película juntos». El cine, en la casa, en las escuelas, en las salas, siempre tendrá hueco.

Es necesario. Como la literatura que ha acompañado su vida - «acabo de terminar el Quijote, y no conozco a nadie se lo haya leído entero»- y su obra y que le sigue inspirando. Porque si pudiera no le importaría viajar con su cine al mundo de Ivanhoe o la épica de los héroes persas, y porque en realidad, ayer lo confesó, «me gustaría ser escritor un día». Sí ha firmado guiones, pero siempre han sido adaptados de textos previos.

Simpático y divertido, Coppola habló de su familia, de cómo ha ido descubriendo que quiere hacer películas «que me ayuden a comprender mi vida» e incluso recordó a actores míticos y sus maneras en los rodajes. «A Robert Duvall le gusta hacer la escena una o dos veces nada más, y sin embargo Warren Beatty prefiere hacer la misma escena 80 veces, de modo que la peor pesadilla es tener una escena con ambos, por suerte no me he visto en esa situación». Por cierto que los actores son muy diferentes en Europa que en Estados Unidos: «Un actor americano quiere que sufras con él».

Lo dijo ya con Maribel Verdú junto a él en el escenario. Rodó con él 'Tetro' y en Gijón recordó la experiencia y el pánico que le produjo trabajar con un mito como Coppola. «Esta película la hice por mis amigos, por mis padres, por mi chico, porque el miedo que sentía era aterrador». Eso sí, la experiencia mereció la pena.

Se abrazaron en el escenario Maribel Verdú y Coppola, que antes había bailado sobre su sillón con manos y pies con la música de Carlos Núñez, que para homenajear al padre del cineasta, tocó la flauta y la gaita. Se acompañó de guitarra y percusión y de un violinista bailarín que derrochó ritmo y estilazo. Al final, y después de que la Verdú explicara a la sala que a Coppola le chifla combinar rosa y azul en sus calcetines, se escribió el simbólico «The End» y resonó una ovación casi infinita.