Unos Presupuestos vestidos de rojo

Estas son las terceras Cuentas públicas de la legislatura, marcadas por las consecuencias derivadas de la invasión rusa de Ucrania y un calentamiento global que igual queda algo compensado por el «enfriamiento de la economía» que anunció la titular de Hacienda. Para Montero, previsiones negativas como la de Airef del martes, cuando anunció una recesión técnica en España para el primer trimestre de 2023, forman parte de «una horquilla» de previsiones que, de media, suman «el liderazgo de España de la economía europea».

La oposición ni se inmutó, el debate se ha repetido tantas veces en el Congreso, en el Senado y en las sedes de los partidos que cada diputado estaba a sus cosas en el hemiciclo. De las tres vicepresidentas -a las que Pedro Sánchez agradeció su labor hace una semana en el Congreso bajo un infantil «ohhhhh» surgido de la bancada contraria-, Nadia Calviño era la más atenta y asentía a cada dato con el que Montero iba construyendo su defensa presupuestaria. Yolanda Díaz miraba el móvil y aplaudía cuando tocaba hacerlo, mientras Teresa Ribera repasaba sus papeles, quizá enfrascada en topes ibéricos.

El presidente del Gobierno, de viaje oficial a Nairobi (Kenia), no se encontraba en el hemiciclo. Tampoco Alberto Núñez Feijóo, sin escaño ya que su asiento lo tiene, de momento, en el Senado. De haber estado, se habrían sumado al tedio que reinaba en las bancadas.

La portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, también de rojo, tomaba notas, preparando la respuesta, que llegará después de comer, a la hora de la siesta. Mientras que el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, conversaba animadamente con su jefe de filas, Santiago Abascal, y Javier Ortega Smith parecía dormitar. Montero les sacó de su letargo insinuando que estaban preparando «los malos augurios para soltarlos luego». Solo fue en ese momento cuando el Congreso recuperó el esplendor de la bronca que lleva marcado toda la legislatura y la presidenta de la Cámara baja, Meritxell Batet, tuvo que pedir silencio. Entonces la cita se empezó a parecer un poco más a un pleno de investidura, a sesión de control al Gobierno o a algo de lo que la «clase media y trabajadora» pueda hablar en el metro.

Hasta que entró en juego otra dama de rojo, en este caso 'rojo sangre'. La portavoz del PP, Cuca Gamarra, sacó a relucir todo el repetorio económico de Génova excepto la bajada de impuestos a las rentas altas, una cuestión que le costó el puesto a la exprimera ministra británica Liz Truss y que ahora es tabú para los de Alberto Núñez Feijóo. Lo suplió recordando el 'caso ERE' como «el mayor caso de corrupción de la historia de España».

En su réplica, Montero dejó la economía y la hacienda en un cajón y en su lugar sacó dinamita. «Les recuerdo que echaron a Pablo Casado cuando señaló la corrupción en su partido», dijo arrancando el primer abucheo de la tarde. «Solo acabo de empezar», retó mirando a Gamarra, que no dejó de hacer aspavientos durante toda su intervención. «¿Le ha dolido la réplica? Es divertido», zanjó la titular de Hacienda ante el visible enfado de la portavoz de los populares.

Gamarra no se amilanó y se subió de nuevo a la tribuna, convertida ahora en un rign: «He llegado a pensar que volvería a sacar las juanolas para intentar hacer entender algunas cuestiones inexplicables».