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ANA MORIYÓN
GIJÓN.
Viernes, 17 de enero 2020, 02:13
Fue alcalde de Gijón durante doce años, presidente del Principado otras tres legislaturas y senador hasta su último día de vida. Vicente Álvarez Areces, fallecido hace hoy un año, dejó un legado político incontestable. En su haber está la modernización de Gijón, la ampliación ... de El Musel, la construcción de grandes infraestructuras como el HUCA o la puesta en marcha de numerosos equipamientos culturales, pero también el impulso a las políticas sociales y otras muchas actuaciones que llevan su firma. Muchas de ellas, relatan quienes fueron sus más íntimos colaboradores, no hubieran sido posibles sin su intuición, tesón y capacidad de trabajo casi obsesiva. Era, dicen sus también amigos, reunidos ayer por EL COMERCIO con motivo del primer aniversario de su muerte, un político de raza.
La era Areces arrancó oficialmente con su llegada al Ayuntamiento de Gijón aún como independiente después de la famosa asamblea en La Laboral en la que ganó en las primeras primarias del PSOE gijonés a José Manuel Palacio por un puñado de votos. Históricos locales como Francisco Villaverde o Carlos Zapico promovieron el «desembarco» en la primavera de 1987 del por aquel entonces joven profesor de matemáticas procedente del Partido Comunista. Villaverde le recuerda como una persona «muy intuitiva» con capacidad para «atrapar las buenas ideas y las propuestas interesantes al vuelo, convirtiéndolas en proyectos con rapidez». Cuenta incluso que siendo alcalde sus detractores le etiquetaron como «insaciable y atrápalo todo», pues continuamente planteaba propuestas y proyectos para la ciudad. Y rememora con cariño su fama de «buen comedor de pinchos de tortilla» y su costumbre de 'tirar' de servilletas para tomar notas de todo aquello que cualquiera que se acercaba le plantease. «No recuerdo que nunca nadie dijera que Tini había perdido una servilleta o se había olvidado de algún asunto sobre el que hubiera tomado nota en soporte tan efímero».
Carlos Zapico destaca también su gran intuición y su iniciativa. «En el momento en el que le planteabas una idea que le ilusionaba se le podía leer ya el entusiasmo en la cara», dice. El expresidente del puerto de Gijón, que también compartió con él responsabilidades en el Ayuntamiento de Gijón y en el Gobierno del Principado, como director de la Fundación Oso, subraya su papel «fundamental» para la recuperación de la fachada marítima de Gijón, el plan de saneamiento de la ciudad o la remodelación de la zona de El Llano; pero también su «carácter impulsivo, incluso para comer», y su entrega absoluta.
Quien puede dar buena fe de su frenético ritmo de trabajo es Jorge Fernández León, que le acompañó primero en el gabinete de comunicación del Ayuntamiento y después en el Gobierno del Principado con diferentes funciones. «Era inagotable e incansable», comenta en tono cariñoso. Fernández León duda de que se sintiera plenamente desarrollado en su última etapa como senador. «Tenía una actividad febril, pero supongo que se desesperaba un poco por la poca capacidad para poner en marcha proyectos», intuye Fernández León, que, durante años, trabajó codo con codo junto a él y celebra su «capacidad visionaria» para poner en marcha proyectos como el HUCA, la rehabilitación de La Laboral, la reforma de El Musel o el parque científico tecnológico. Todo ello, pone en valor, superando momentos difíciles y envites que procedían de su propio partido. «Tuvo siempre enfrente a un sector muy fuerte del partido y eso hubiera agotado a mucha gente, pero no a él», sostiene.
Uno de sus grandes apoyos en su larga vida política fue María José Ramos, exconcejala de Gijón y exconsejera. «Sabía orientar y transmitir ilusión en la acción de gobierno, su optimismo era contagioso», si bien entiende que sus cualidades más destacables siempre fueron su capacidad para «escuchar e integrar opiniones diversas» y su capacidad de trabajo.
También como compañera en la corporación gijonesa, primero, y como integrante del Gobierno autonómico, después, Teresa Orviz guarda muchos y buenos momentos del expresidente. «Nos dejaba a todos exhaustos, no se le escapaba nada y estaba al tanto del más mínimo detalle», rememora. Y opina que, pese a las responsabilidades que llegó a asumir luego como jefe del Ejecutivo autonómico, la etapa política más plena para el histórico dirigente fue la de la Alcaldía. «Transpiraba amor por Gijón», asegura.
El exconcejal de Gijón y exdiputado José Manuel Sariego también formaba parte de este núcleo de colaboradores de máxima confianza con los que compartió gran parte de su vida política, pero también personal. Sariego coincide con el resto en que «estaba plenamente dedicado a su trabajo, con gran capacidad de iniciativa, y un espíritu impulsor que nos obliga a todos a mantener un ritmo demoledor». «Se comportaba como un guerrero, el mejor guerrero de la tribu», reflexiona.
Mantuvo siempre una estrecha amistad con Paz Fernández Felgueroso, quien cogió su testigo al frente del Ayuntamiento de Gijón cuando él dio el salto a la Presidencia de Asturias. «Tuve una herencia estupenda, dejó una ciudad relanzada», relata ella, quien recuerda que era habitual que cuando coincidían en actos siendo él presidente y ella la nueva alcaldesa muchos ciudadanos le siguieran llamando alcalde, incluso estando ella presente. «Es una figura muy difícil de repetir por su capacidad de trabajo e ilusión sin límites», dice la exregidora.
«La vocación política de Areces está acreditada desde su juventud y demostrada hasta el último día de su vida», defiende Pedro Sanjurjo, expresidente de la Junta General. Sanjurjo fue secretario general del PSOE gijonés en los inicios de Areces y le recuerda por su «capacidad para mirar más allá del entorno en el que desarrollaba su acción política y de lo inmediato». Unas cualidades, argumenta, que le permitieron situar a Gijón como «referente del municipalismo» y, posteriormente, a Asturias como «referente en políticas sociales».
Víctor Suárez fue durante años su viceconsejero de Comunicación. Habla con especial admiración cuando se refiere a Areces como la persona «más inteligente, intensa y apasionada que conocí» y asegura que «nunca daba una batalla por perdida cuando se trataba de conseguir mejoras o apoyo para Asturias». Suárez asegura que fue testigo directo de multitud de llamadas y encuentros con presidentes, ministros y otras altas instancias «en las que jamás aceptó el 'no' por respuesta». Y afirma incluso que «muchas infraestructuras y proyectos cruciales para Asturias no hubieran visto la luz sin su empuje».
Ana Rosa Migoya, consejera y portavoz del Gobierno de Areces durante ocho años, también fue testigo de aquel tesón y entrega. «Fue una época muy intensa de trabajo, pero apasionante porque era un hombre que te hacía involucrarte a tope y que imprimía un ritmo de trabajo muy alto que lo trasladaba hacia abajo», comenta. «No conocí en la vida política a una persona con una capacidad de trabajo como la que él tenía», señala la también exdiputada autonómica. Acentúa además su capacidad de lucha y de recomponerse incluso cuando había grandes dificultades. «Nunca se rendía, nunca daba nada por perdido y siempre miraba hacia adelante. Fue un gran presidente», concluye.
La ahora alcaldesa de Avilés, la socialista Mariví Monteserín, también integra el núcleo político más próximo al exjefe autonómico. Ayer se refería a él como la persona «más generosa» que había conocido y sin posibilidad de compararse con ningún otro político actual. «Su huella está por toda Asturias», sentencia. El exalcalde de Avilés, Santiago Rodríguez, guarda de Areces muy buenos recuerdos. «Era tenaz, brillante y con muchos dotes para la política», comenta. También desde Avilés, quien fuera secretario general del PSOE en esta ciudad y diputado autonómico, Álvaro Álvarez, presume de haber formado parte junto a Areces de aquel sector «renovador» que hacía frente a las decisiones del grupo vinculado al SOMA, entonces con José Ángel Fernández Villa al frente. «Siempre le daba la vuelta a los problemas para ver el lado positivo. Aunque quizá era un poco excesivo en algunas cosas, como en la palabra», bromea en referencia a sus largos discursos. «Tenía don de gentes. Por eso seguramente sea el político más querido en Asturias de los últimos años».
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